9 de marzo de 2011

LECTIO DIVINA

SALMO 22 (21)

2 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.
3 Dios mío, de día te grito, y no respondes;
de noche, y no me haces caso:
4 aunque tú habitas en el santuario,
esperanza de Israel.

5 En ti confiaban nuestros padres,
confiaban y los ponías a salvo;
6 a ti gritaban, y quedaban libres,
en ti confiaban y no los defraudaste.

7 Pero yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio del pueblo;
8 al verme se burlan de mi,
hacen visajes, menean la cabeza:
9 "Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere".

10 Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre;
11 desde el seno pasé a tus manos,
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
12 No te quedes lejos, que el peligro está cerca
y nadie me socorre.

13 Me acorrala un tropel de novillos,
me cercan toros de Basán;
14 abren contra mí las fauces
leones que descuartizan y rugen.
15 Estoy como agua derramada,
tengo los huesos descoyuntados;
mi corazón, como cera,
se derrite en mis entrañas;
16 mi garganta está seca como una teja,
la lengua se me pega al paladar;
me aprietas contra el polvo de la muerte.
17 Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores:
me taladran las manos y los pies,
18 puedo contar todos mis huesos.
Ellos me miran triunfantes,
19 se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.

20 Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
21 Líbrame a mí de la espada,
y a mi única vida de la garra del mastín;
22 sálvame de las fauces del león,
a este pobre, de los cuernos del búfalo.

23 Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
24 Fieles del Señor, alabadlo,
linaje de Jacob, glorificadlo,
temedlo, linaje de Israel.
25 Porque no ha sentido desprecio ni repugnancia
hacia el pobre desgraciado;
no le ha escondido su rostro:
cuando pidió auxilio, lo escuchó.
26 Él es mi alabanza en la gran asamblea,
cumpliré mis votos delante de sus fieles.
27 Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre.

28 Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos.
29 Porque del Señor es el reino,
él gobierna los pueblos.
30 Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo.
31 Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
32 contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor.

Estructura del salmo

Este salmo es una súplica individual con dos momentos importantes: súplica de auxilio en la tribulación, en el abandono, en el dolor, y promesa de alabanza y acción de gracias por la liberación que espera alcanzar. Los movimientos del alma chocan de forma dramática: temor ante la angustia y confianza en aquel que puede librarle de la muerte. El "abandonado de Dios" termina "abandonándose en Dios". Es una súplica urgente, intensa que interpela con fuerza. No se percibe que el que suplica tenga culpa; tampoco pide el castigo de los enemigos. Pero no aparece ningún asomo de desesperación. Hay en el salmista un dominio de sí mismo, que muestra una paz serena y profunda. Por ello ningún otro salmo presenta un alma tan bella, transparente y cercana al Mesías como éste. Por esto siendo una súplica tan singular, de un inocente perseguido y liberado, es un texto que ha influido más que ningún otro en los relatos de la Pasión.

Más que situarlo en un contexto histórico, habría que decir que nos describe una situación típica realizada con hondura poética.

Podríamos distinguir tres partes o tres situaciones distintas:

vv. 2-22 Súplica en una situación dramática, la vida que pende de un hilo.
vv. 23-27 Promesa de acción de gracias o de la misma acción de gracias tras la
superación del conflicto.
vv. 28-32 Es un himno al Señor, rey universal. De los himnos de realeza.

Hay muchas imágenes, fuertes, vigorosas:

La descripción de los enemigos, con figuras de animales feroces (v. 13-19)
El grito de espanto, de dolor (v. 3)
El justo hecho un gusano (v. 7)
Dios como una comadrona (v. 10)
Un héroe valiente (22)
Un pregonero (31)
Un rey (29)

Un posible origen del salmo: Una sociedad de desigualdades, conflictiva y violenta. No se respeta la vida de quien ama la justicia. El justo es "devorado" por sus semejantes que, como bestias feroces, solo se sacian con su muerte. Entre el justo y Dios hay una relación personal, hasta el punto que se dirige a Él diciéndole: "Dios mío". Pero tiene la sensación de que está ausente, y entonces recuerda el pasado, cuando confiaban en Él y éste los libraba.

La imagen más hermosa del salmo es la de un Dios que escucha el clamor del pobre que padece injusticia y lo libera haciéndole cantar himnos de alabanza (v. 23-27)

Leer

Dice San Agustín: «He aquí el salmo. Grabémosle en nuestras frentes, caminemos con él, no descanse nuestra lengua, diga estas cosas. Ved a Cristo que padeció; he aquí al mercader que muestra la mercancía; aquí tenéis el precio que pagó, su sangre derramada. En la bolsa (en su cuerpo) llevaba el precio; fue herida con la lanza, se vació, y ofreció el precio por toda la tierra».

Conviene leerlo varias veces dejándonos acompañar por este dolor de Cristo, por esta Pasión de Dios, e intentar recrearlo, desde la experiencia del mal de hoy día, desde la muerte y abandono, hoy también muy viva y actual, de muchos inocentes.
Unamuno nos dice del Cristo en la cruz: «Aquí encarnada en este verbo silencioso y blanco que habla con líneas y colores, dice su fe mi pueblo trágico. Es el auto sacramental supremo que nos pone sobre la muerte bien de cara a Dios».

Meditar

v. 2 Muy comentado por los Padres, pone de relieve una gran tensión ante el profundo y dramático abandono de Dios, aún habiendo confiado en Él. Pero, de hecho, se dirige a Dios en términos personales lo cual revela que no es tan absoluto el abandono. Toda la meditación del salmo aún centrándose también en los demás versos podría tener a éste como telón de fondo, pues mantiene la situación real del inocente abandonado.

Podrías apoyar algunos tiempos de tu meditación con estos pensamientos de los Padres:

«Es un gran misterio, grande y escondido, el que sugiere cuando grita a Dios: Por qué me has abandonado? Debemos buscar en qué Cristo ha sido abandonado... Fue abandonado cuando tomó la forma de esclavo y tomó la forma de hombre y asumió sus penas y pecados» (Orígenes).

«Las tinieblas que se extendieron no fueron un eclipse, sino una manifestación de la cólera de Dios» (San Juan Crisóstomo).

«El hombre grita en el momento de morir y ser separado de la divinidad. Pues la divinidad está libre de la muerte; y la muerte no se produciría si la vida no se retirara. La Vida que es la divinidad» (San Ambrosio).

«¿El Padre todopoderoso se ha retirado de Él? No. La naturaleza divina y la humana están conjuntadas en tal unidad que no puede ser ni destruida por el suplicio y separadas por la muerte» (San León Magno).

«La repetición manifiesta la ternura del Hijo amado. Es como si la proximidad de la muerte turbara a Cristo hasta el extremo. Todo esto viene a poner de relieve la condición humana» (Casiodoro).

«La naturaleza humana ha sido abandonada, dejada de Dios, a causa del pecado. El Hijo que se ha hecho nuestro abogado, nuestro defensor, llora la tristeza de nuestra naturaleza que ha tomado sobre sí. Cristo nos enseña a llorar» (Raban Mauro).

v. 3-4 «El salmista quiere separar el día y la noche para dejar en el centro el silencio de Dios» (Alonso Schökel). Al abarcar el día y la noche no hay posibilidad de descanso. Si Dios es el verdadero descanso ¿cómo poder descansar sin Él? Es lo que experimentaba Jeremías cuando decía: «Dejen caer mis ojos lágrimas de noche y de día sin parar» (Jr 14,17).

v. 5 y 6 Recuerdan los hechos realizados por Dios en favor de los antepasados. La importancia del recuerdo en la vida espiritual. Sin olvidar la situación difícil en que uno se encuentra (v. 7-9), vuelve a recordar la acción beneficiosa de Dios (v.10-12).

v.13-19 Un gran bloque con rasgos muy concretos que puedes meditar muy directamente en relación con la Pasión de Cristo. La liturgia, los poetas hablan con fuerza de esta situación: «Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo. Venid a adorarlo». «Oh cruz fiel, árbol único en nobleza! Jamás el bosque dio mejor tributo en hoja en flor y en fruto» (Liturgia del Viernes Santo).

«Y Dios sintiéndose hombre,
gustó la muerte, soledad divina.
Quiso sentir lo que es morir tu Padre,
y sin la Creación vióse un momento
cuando doblando tu cabeza diste
al resuello de Dios tu aliento humano.

Destapaste a nuestros ojos
la humanidad de Dios; con tus dos brazos
desabrochando el manto del misterio,
nos revelaste la divina esencia,
la humanidad de Dios, la que del hombre
descubre lo divino».

(M. de Unamuno, El Cristo de Velazquez)

Pero también los medios de comunicación, la prensa de cada día nos habla con crudeza de esta Pasión de Dios en el hombre, de esta Pasión del hombre en Dios. Dedica alguna o varias sesiones a una oración centrada en el dolor, el sufrimiento del hombre de hoy a partir de algunos de estos reflejos de la prensa y teniendo como telón de fondo textos del salmo, o de los Padres, de la liturgia...

v. 23-25 Nos enseña Orígenes: «A partir de aquí Cristo ora como ya resucitado, e incluso es escuchado por sus hermanos en favor de los que ha orado». Si tú oras con este mismo espíritu, y con el espíritu del salmista, estas haciendo oración con el mismo Espíritu del Resucitado. Identifícate, pues, con los sentimientos de Cristo (cfr. Filp 2,5s). Cuenta la gloria de Dios en tu vida, alaba, invita a alabar, alaba con otros, muestra la presencia de Dios en tu vida con la confianza, la paz, la alegría...

v. 26-27 En la estrofa siguiente la alabanza adquiere un matiz más comunitario, más eclesial. La alabanza se enmarca en un clima de asamblea. Es pues una referencia de tipo cultual, litúrgica. «La gran asamblea, la gran Iglesia es todo el orbe» (San Agustín).

El comer hasta saciarse, la alabanza, la vida del corazón... son referencias a la Eucaristía, que es celebración de la muerte y resurrección del Señor, centro, fuente y cumbre de nuestra vida creyente. Con estos versos puedes centrar tu meditación en cómo celebras, cómo vives la Eucaristía, qué consecuencias lleva a tu vida...

v. 28 El recuerdo, es una palabra importante en la vida espiritual. Recordar las acciones de Dios en tu vida, sus maravillas... es un recurso para volver al Señor
La Escritura es un ejemplo de este recordar al Señor:

Eclo 43-50 es otro gran recuerdo de la historia.

Los profetas también recuerdan y ponen de relieve la intervención de Dios (Jer 2; 7,21- 28; Os 2,16-17; Ez 16; 20).

El Magníficat de la Virgen es también un recordar cómo actúa Dios. Las primeras palabras de Jesús recuerdan también el pasado (Lc 4,18)

Pero el recuerdo nunca es mirar atrás para quedarnos nostálgicos de otros tiempos, sino para descubrir las huellas de Dios, que tienen un estilo propio, y, con esa luz del pasado, saber dar una orientación y una vivencia a nuestra existencia de hoy según la voluntad de Dios. Pues Dios es fiel a si mismo y en Él todo es presente. En cambio nosotros no siempre somos fieles, y por ello debemos sumergir nuestro tiempo en la eternidad de Dios, para que adquiera un sentido y un sabor a eternidad que deseamos, y para la que estamos configurados.

Así es como podemos encontrar el centro de nuestra vida, llegar al corazón, como dice Paul Claudel:

«Una tierra en cultivo, un cultivo que ha encontrado
su corazón.
Las familias de todos los pueblos se postrarán de rodillas
para contemplarle. Porque en el Eterno está el reino y las naciones
son como un tapiz bajo sus pies».

v.30 te invita a recordar la victoria de Cristo con Filp 2,10: «de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, y toda boca proclame que Jesús, el Mesías, es Señor».

v. 31 En esta estrofa se nos invita a abrir nuestro horizonte hacia el futuro. ¡Dios ha actuado! Se dilata todo, nuestro espacio y nuestro tiempo adquieren otra tonalidad. Se trata de llegar a vivir en nuestra vida esta experiencia de un Dios que actúa en nosotros que siempre es para hacernos vivir para Él; vivir la palabra de la Escritura, para saciar mi alma en Él.

«Ninguno vive para sí mismo ni ninguno muere para sí mismo; si vivimos vivimos para el Señor, y si morimos morimos para el Señor; o sea que en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió el Mesías y recobró la vida, para tener el señorío sobre vivos y sobre muertos» (Rm 14,8).

Si el salmo estaba al principio centrado en la muerte del justo inocente que aplicamos a Cristo, piensa pues que esa entrega amorosa de Cristo es para recobrar el señorío, para tornar a la vida y ser fuente de vida para ti y para todos los hombres. Puedes pensar en qué medida vives para el Señor. Qué experiencia tienes del Señor. Según lo que dice Juan: «Lo que hemos visto y oído, lo que contemplamos y palpamos... eso os lo anunciamos para que seáis solidarios con nosotros» (1Jn 1,1s).

Para hablar a las generaciones que vienen. Para contar la justicia del Señor; todo lo que hizo el Señor. El recordar primero es para narrarlo, contarlo y hacer que otros sirvan también al Señor

Orar

Repetir litánicamente los v.2-4 de la primera parte del salmo, siendo la voz del dolor del mundo. O también los versos: «Contaré tu fama a mis hermanos en medio de la asamblea te alabaré», como una súplica para vivir tu vida como un testimonio de la Resurrección.

Contemplar

Dedica un tiempo a mirar la cruz en silencio. Deja que, en ese silencio, venga a ti la consideración que has hecho en tus distintas sesiones de oración con el salmo. María Magdalena viene con perfume a ungir y besar los pies de Jesús. Hazlo tú también con el perfume de tu silencio y envolviendo con tu mirada al crucificado.