27 de marzo de 2011

LA VOZ DE LOS PADRES

TEXTOS PARA LA CUARESMA
Domingo 3º de Cuaresma

Venerable Godofredo, abad de Admont (Sermón XXXIV)
Con las palabras de la mujer que pregunta y del Señor que le responde, el Señor nos enseña qué y cómo debemos orar, porque no hay ninguna oración provechosa ni perfecta, fuera de la que se haga confesando la verdadera e indivisa Trinidad, a la que se alude con estas palabras: «Se acerca la hora, mejor dicho, es ahora mismo, que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad». Menciona expresamente el Padre y el Espíritu, y él mismo, que es Hijo del Padre y consustancial con el Espíritu Santo, se llama Verdad.

Debemos adorar al Padre sobre todo en Espíritu, de manera que recogiendo nuestro espíritu no nos distraigan las cosas inútiles, sino que fijamos la atención de nuestros sentidos en Aquel que queremos adorar, de quien imploramos la gracia de la piedad y de la compasión. Y hemos de adorar en verdad, de modo que en nuestras oraciones y en nuestras obras buenas no busquemos sino el Bien supremo y verdadero, que está fuera del alcance de cualquier engaño o duplicidad. Estos son los adoradores que Dios quiere. De hecho, el hombre busca lo que ama, si no lo amara, no lo buscaría. Por lo tanto, buscar a Dios es amarlo, y aunque haya hombres que pecando hasta el exceso se alejan de él y se pierden, a aquellos que desde antiguo ha conocido y ha predestinado, los busca porque los ama, y dondequiera que se hayan hundido en el abismo del pecado, por la clemencia de su piedad los saca, para que retornen a él por una perfecta y auténtica penitencia.

Dios, que es espíritu, es adorado rectamente cuando es adorado en espíritu y en verdad, esto es, cuando, desterradas las cosas caducas y pasibles, y con el espíritu recogido, el hombre ruega de tal manera, que en su oración no busca más que aquel Bien supremo y verdadero, que destaca sobre todo otro. Cuando el hombre haya llegado a este grado sublime de perfección, podrá decir con esta mujer feliz: «Sé que ha de venir el Mesías, es decir, el Ungido. Cuando él venga nos lo explicará todo». Entonces, lleno del don del Espíritu Santo, recibirá el don de entendimiento y será conducido desde el verdadero conocimiento de sí mismo al conocimiento de Dios.

San Efrén, Himno sobre la Encarnación
El Fuego entra en el seno,
revistió un cuerpo y apareció.
El Espíritu está en el Pan
el Fuego en el Vino.
El Fuego de la misericordia
se ha hecho por nosotros ofrenda viva.
Vosotros sois bendecidos, hermanos míos:
el Fuego de la compasión ha venido.
El consume vuestros pecados,
el purifica y hace santo
vuestro cuerpo.