26 de diciembre de 2010

LA VOZ DE LOS PADRES

TEXTOS PARA LA NAVIDAD / Sagrada Familia

Alocución de Pablo VI en Nazaret (5 de enero de 1964)

«Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende, incluso, quizás de una manera casi insensible, a imitar esta vida.

»Aquí se nos revela el método que nos hará descubrir quien es Cristo. Aquí comprendemos la importancia que tiene el ambiente que rodeo su vida durante su estancia entre nosotros, y lo necesario que es el conocimiento de los lugares, de los tiempos, las costumbres, el lenguaje, las prácticas religiosas, en una palabra, de todo aquello de lo que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Aquí todo habla, todo tiene un sentido.

»Aquí, en esta escuela, comprendemos la necesidad de una disciplina espiritual si queremos seguir las enseñanzas del evangelio y ser discípulos de Cristo.

»Aquí recogemos algunas enseñanzas de la lección de Nazaret. Su primera lección es el silencio, luego una lección de vida familiar, y finalmente aprendemos la lección del trabajo».

De una homilia del papa Benedicto XVI (Navidad, misa de medianoche, 2006)

«El signo de Dios es la simplicidad o la sencillez. El signo de Dios es el Niño. El signo de Dios es que él se hace pequeño por nosotros. Y esta es su forma de reinar. No viene con poder, con grandeza exterior. Viene como un niño –inerme, necesario de ayuda- No se impone por la fuerza. No quiere otra cosa de nosotros que el amor, mediante el cual aprendemos a entrar en sus sentimientos, en su pensamiento, en su voluntad, aprendemos a vivir con él y a practicar con él la humildad de la renuncia que forma parte de la esencia del amor.

»Dios se hace pequeño para que podamos comprender, acoger, amar. Los Padres de la Iglesia, en su traducción griega del Antiguo Testamento encontraron una palabra del profeta Isaías que Pablo también cita para indicar que los nuevos caminos de Dios ya habían sido anunciados en el Antiguo Testamento: "Dios ha abreviado su Palabra". Los Padres lo interpretaban así. El Hijo mismo es la Palabra, el Logos; la Palabra eterna se hace pequeña hasta el punto que cabe en un pesebre. Se ha hecho pequeña para que lleguemos a comprender esta Palabra. La Palabra que Dios nos comunica en la Sagrada Escritura se había volviendo larga, profunda, con el paso de los tiempos. Jesús "abrevia" la Palabra y nos ayuda a redescubrir su profunda simplicidad y unidad. Todo lo que enseñaban la Ley y los Profetas se halla expresado, resumido —dice— en la palabra: "amarás al Señor Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente… amarás a los demás como a ti mismo". Eso es todo. Toda la fe se resuelve en este único acto de amor que abraza a Dios y a los hombres».

LA CARTA DEL ABAD

Queridos Juan y Carmen,

Estamos estos días celebrando esta fiesta entrañable de Navidad, quizás hoy ya no tan entrañable si recordamos tiempos pasados, con un ambiente familiar más definido. Estos días agobiantes de compras, gastos especiales….

Yo quiero compartir con vosotros estas dos lecturas que me han impresionado.

La primera es del libro «Ángeles de Wucro», sobre una misión de los Padres Blancos en Etiopía, que después de más de medio año de su lectura, me sigue impresionando cuando la recuerdo. La periodista Mayte, visita, con el misionero Olaram, Padre Blanco, una familia de la misión. «Dos niñas estaban al cuidado de un infiernillo de carbón sobre el que hervía un pequeño puchero. La madre estaba fuera intentando encontrar algo de "iñera", (una especie de torta de cereal, que viene a ser el pan básico de este país) Una de ellas levantaba la tapa de vez en cuando; la otra abanicaba el fuego con un trozo de cartón doblado. Llevábamos largo rato en casa y pensé que lo que hubiera dentro del puchero estaría de sobra cocido. Hasta que en una de las ocasiones que levantaron la tapa, me asomé y descubrí que el contenido era únicamente agua. Esto, dice Mayte, me hizo recordar otra historia: la de una mujer que por las noches ponía piedras en una cazuela con agua para engañar a sus hijos hasta que cayesen dormidos, agotados por la espera y el sueño, con la esperanza de conseguir al día siguiente algo que darles de comer».

La segunda, un artículo del Diari de Tarragona (13.12.2010): «Nos acercamos a la Navidad, esa fecha en que la fiebre consumista nos invade y en la que los comercios abren todos los domingos, para facilitarnos las compras y para que renunciemos a ese fin de semana, prácticamente el único, consagrado al descanso y a la familia… Prometo no comprar, no correr, no hacer recados ni regalos. A menos que sea imprescindible. Al fin y al cabo, también yo, aunque sea anticuado, soy, como decía al principio, una víctima de esta modernidad».

Y a la vez me llega el eco de la Palabra de Dios de la fiesta de la Sagrada Familia, en un clima de futuro, muy duro para la familia: «Tened los sentimientos que corresponden a elegidos de Dios: misericordia entrañable, bondad, comprensión, sobrellevaos mutuamente, perdonaos cuando uno tenga quejas contra otro. Y por encima de todo el amor que es el ceñidor de la unidad».

No sé que decir más. Todo esto me deja perplejo, silencioso. Un silencio del que solo me nace una palabra: ¿en invierno puede haber Navidad?

Juan y Carmen, os deseo que no os falte en ningún momento la paz de Cristo.

+ P. Abad

25 de diciembre de 2010

NATIVIDAD DEL SEÑOR

MISA DEL DÍA

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Is 52,7-10; Salm 97,1-6; Hebr 1,1-6; Jn 1,1-18

Escribe Paul Claudel: «Cuando uno tiene necesidad de Dios, no como una relación mundana necesaria, o como unas ceremonias o culto que le tributamos, sino como una necesidad vital, esencial, continua, indispensable, entonces utiliza un lenguaje "abreviado", no digo un lenguaje familiar, sino un lenguaje mucho más brutal que el familiar. Como esos recién nacidos que no se andan con melindres con el seno de la madre que les amamanta».

Si Dios es el Viviente, si es nuestro amigo, entonces por qué no dejar que su palabra brote como una necesidad urgente, y no como una especie de suplemento del alma. Porque tenemos necesidad de Dios. Nosotros, los creyentes, para vivir su amistad singular. Pero, incluso los ateos o agnósticos tiene necesidad de Él, aunque sea para negarlo.

Entonces, se trataría de hacer nuestra la Escritura, la Palabra de Dios, sin que deje de ser Palabra de Dios. Se trataría de apoderarse de las palabras que Dios nos ofrece para devolvérselas, desde nuestra condición humana.

Como dice también Claudel: «Traducir Dios a mi vida y traducir mi vida a Dios, con la ayuda de este órgano que Él ha querido entre mis dientes».

Es la escena que nos propone el libro de Jeremías de manera dramática cuando el profeta nos habla de la seducción de Dios en su vida: «me forzaste, me violaste, tu palabra se me vuelve escarnio y burla por fuera y por dentro la sentía como fuego ardiente encerrado en mis huesos».

Esta misma Palabra que seduce a Jeremías es la que acabamos de escuchar. El evangelio dice lacónicamente: La Palabra era Dios. La Palabra tenía vida. La Palabra era luz. La Palabra se ha hecho carne, revestido de naturaleza humana.

Esta vida es luz, y «esta luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas la rechazan». Pero el mundo no conoce a esta Palabra, no la ha recibido. No se puede conocer lo que se rechaza. La Palabra sigue siendo escarnio y burla por fuera, y por dentro ¿la sentimos como fuego? Dice el poeta:

«Ya no hay luz en el mundo.
Toda la luz está en nuestro interior.
Toda la luz está entre nuestras cejas,
en ese centro o punto
donde un tiempo eterno
nos está contemplando.
No olvides la palabra sin letras,
la que entreabre muros
y es flecha hacia el abismo
de la luz.
No olvides la palabra
que aún grita su silencio».

La belleza de estos versos es invitación a despertar la luz y la vida que la Palabra del Evangelio pone en nuestro espacio interior, si de verdad la recibimos. Traducir la palabra de Dios a la nuestra vida. Guardarla hasta que despierte como fuego, un fuego de luz y de vida. Como fuego que entreabre muros y hace de nosotros profetas que no pueden contener el fuego y la derraman sobre los montes como mensajeros de paz.

Ser instrumentos de Dios en el mundo, ser mensajeros de su paz, nos exige ser totalmente suyos, sin reservas. Como expresan sus sentimientos el Amigo y el Amado en este precioso diálogo de Ramón Llull: «El Amigo decía a su Amado: "Tú lo eres todo, tú estás en todas partes, en todo y con todo. A Ti yo quiero darme todo entero, para poseerte por entero, y para que Tú me poseas todo entero". Y el Amado respondió: "tú no puedes tenerme todo entero sin ser por completo mío". Y el Amigo le respondió: "Tenme todo tuyo y yo te tendré todo entero". El Amado respondió: "Pero si tú me tienes todo tuyo, ¿quien tendrá a tu hijo, tu hermano tu padre?". El Amigo le dice: "Tú eres de tal manera y tan abundante que puedes ser todo entero de aquel que se da a ti por completo".

Navidad es la donación por completo del Amado, de nuestro Dios al Amigo, a su criatura: «ha plantado su tienda entre nosotros, para que contemplemos su gloria».

¿Cuál es ahora nuestra respuesta?

Si escuchas su Palabra toda la luz está dentro de ti, no como una palabra con letras, sino como palabra que destila luz y vida.

NATIVIDAD DEL SEÑOR

MISA DE MEDIANOCHE

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Is 9,2-7; Salm 95,1-3.11-13; Tit 2,11-14; Lc 2,1-14

El evangelio nos ha descrito de manera sencilla, y con los elementos más simples el primer Belén: María y José camino de Belén, peregrinos, un espacio en un pesebre, unos pastores… y poco más. Unos ángeles cantando en la noche, como testimonio de la reconciliación de cielo y tierra, que viene a realizar el Mesías Salvador. Después vino toda un rica tradición de hacer el Belén, de contemplarlo, cantar… Y ha entrado en juego la imaginación creadora del hombre.

Así nos cuenta Claudel lo que lo que ve, lo que contempla en Belén, lo que vive, situándose dentro de él: «El tiempo se ha cumplido. Es la noche de Navidad. ¡Mirad! Un agujero, un rincón cualquiera, un establo, para resguardarse, dos presencias de cuatro patas que son el buey y el asno. Esta pareja de refugiados se establecen aquí, sin garantías contra el rigor del invierno, con aromas de estiércol, al no tener albergue humano. Limpian un poco el suelo, disponen las escasas cosas que traen. Todo no llega a un paquete grande. A parte, bien colocadas como en la sacristía están las humildes ropas del niño, las camisas, pañales... El ángel ha dicho que no hay que preocuparse de nada más. Pero, como es preciso comer, los esposos han comulgado con un viejo trozo de pan. Han colgado en un rincón la linterna que hace una extraña luz. José se sienta, no dice nada, no tiene que hacer mucho camino hacia el interior de sí mismo para encontrar la compañía del Eterno, cuya enseñanza principal es la palabra: ¡Sí, Amen! La Virgen también se sienta. Hay un momento en que se pone de rodillas, yo no pregunto, yo miro. Ella está tranquila, tiene los ojos cerrados, y suficiente para mí estar presente sin desear que ella me vea. No hay otro murmullo que la respiración de los animales. El asno enseguida se ha abandonado a una especie de rebuzno que no acaba: ¡un grito que sacudía el cielo y la tierra! Ha pasado tiempo hasta que se ha hecho el silencio. El tiempo pasa. Una hora, dos horas, y aquella que les sucede se anuncia como un crecimiento de la solemnidad. Hay en el corazón de José una recitación de salmos, él comprende, él se estremece; he aquí que se pone a llorar, llega el Verbo inescrutable».

Claudel lo contempla en un clima de Eucaristía. En medio de este ambiente rural y sencillo de Belén «aparece la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, y a llevar una vida sobria, honrada».

Claudel contempla este ambiente destacando ese clima de Eucaristía, la pobreza del espacio, el rigor del clima, las escasas pertenencias de los viajeros, ambiente cósmico…

Nosotros, inmersos en esta tradición navideña hacemos nuestros belenes, nuestros Nacimientos, pero quizás nos situamos en una actitud externa, para contemplar una obra bella. Pero no hay belleza en un belén. La belleza en este belén del evangelio la pone el Misterio de Dios, la pone María y José, dóciles instrumentos del amor de Dios. Esta belleza de Dios cubrirá y salvará la pobreza humana.

Viene Jesús, viene a salvar a todos los hombres. Dios trae la reconciliación a toda la humanidad.

Entonces habría que afirmar que todo el mundo, toda la tierra, es un inmenso belén. ¿Cómo contemplamos hoy este belén? Pues la misma Palabra de Dios nos da algunas sugerencias muy certeras: Una sociedad que habita tierras de sombras, una sociedad con mucho déficit de verdadera alegría. Un sociedad sobre la cual muchos opresores de todo tipo descargan sus varas, y quebrantan sus huesos; muchas botas empapadas en sangre.

Y sobre este material tenemos que construir nuestros belenes. Sobre este pesebre debe recostarse hoy el Mesías, el Señor. Sobre este horizonte sangrante de nuestro mundo debe recostarse el mismo Misterio de Amor que hace XX siglos, María recostó sobre un pesebre. Lo hizo bien María. Lo hizo bien José. Por eso los ángeles cantan la gloria de Dios y desean la paz a la tierra.

Pero hoy somos nosotros los peregrinos. Hoy somos nosotros los que vamos camino de Belén, debemos construir el Belen, y debemos depositar el Misterio del Amor en esta sociedad sombría, donde crece la ausencia de la religión, donde crecen los deseos mundanos, donde, y hoy más que nunca, todos tenemos necesidad urgente de más sobriedad en una sociedad donde unos comemos en exceso y otros mueren por defecto.

Hoy hay necesidad de construir estos nuevos belenes, de contemplarlos, y depositar en ellos el Misterio del Amor, «la Maravilla de Consejero, el Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz». Porque una Navidad si paz, verdaderamente no es Navidad.

19 de diciembre de 2010

TEXTOS PARA EL ADVIENTO IV

De los sermones de san Beda el Venerable, presbítero

El evangelista san Mateo describe con pocas palabras, pero fielmente, el nacimiento del Señor y Salvador nuestro Jesucristo, el cual, siendo Hijo eterno de Dios, desde todos los siglos, apareció en el tiempo como hijo del hombre, insertándose en la genealogía de los padres, desde Abraham hasta José, el esposo de María.

Era necesario desde todos los puntos de vista, que Dios al hacerse hombre por amor a los hombres, naciera de una virgen; porque no podía ser que una virgen diera la vida a alguno que no fuera Hijo de Dios.

«La virgen tendrá un Hijo, y le llamarán Emmanuel, que quiere decir Dios con nosotros». Este nombre, con el cual el profeta designa al Salvador, Dios con nosotros, significa las dos naturalezas de Cristo en la única persona del Hijo de Dios. Nacido del Padre antes del tiempo, se hizo, en las entrañas de una madre, el Emmanuel, es decir, Dios con nosotros; se dignó asumir nuestra frágil naturaleza en la unidad de su persona cuando «el que es la palabra se hizo hombre y plantó su tienda entre nosotros»; es decir, de una manera admirable comenzó a ser lo que somos nosotros, sin dejar de ser lo que era, asumiendo nuestra naturaleza sin perder la suya.

María da a luz a su hijo primogénito, es decir, al hijo de sus entrañas; dio a luz a aquel que antes de la creación ya era Dios nacido de Dios, y en su humanidad creada estaba por encima de toda otra criatura. «Y le puso el nombre de Jesús».

Jesús es el nombre del hijo de la virgen, el nombre indicado por el ángel, y que significa que venía a salvar al pueblo de sus pecados. El que salva de los pecados salvará también del desorden derivado del pecado en el alma y en el cuerpo.

Del tratado de san Irineo, obispo, contra las herejías

Hay un solo Dios, quien por su palabra y su sabiduría ha hecho y puesto en orden todas las cosas.

Su Palabra, nuestro Señor Jesucristo, en los últimos tiempos se hizo hombre entre los hombres para enlazar el fin con el principio, es decir, el hombre con Dios.

Por eso, los profetas, después de haber recibido de esa misma Palabra el carisma profético, han anunciado de antemano su venida según la carne, mediante la cual se han realizado, como quería el beneplácito del Padre, la unión y comunión de Dios y del hombre. Desde el comienzo, la Palabra había anunciado que Dios sería contemplado por los hombres, que viviría y conversaría con ellos en la tierra, que se haría presente a la criatura por él modelada para salvarla y ser conocido por ella, y, «librándose de la mano de todos los que nos odian», a saber, de todo espíritu de desobediencia hacer «que le sirvamos con justicia y santidad todos nuestros días», a fin de que, unido al Espíritu de Dios, el hombre viva para gloria del Padre.

LA CARTA DEL ABAD

Querido Miguel,

Llegamos a las vísperas de Navidad. La vida litúrgica en el templo, la lectura de la Palabra y su meditación en la lectio, nos ayuda a ambientarnos espiritualmente. I si nos asomamos a las calles de las ciudades empieza a crecer, si no está ya muy crecido, el clima navideño, en luces, compras… A pesar de la crisis.

La Palabra de Dios de este domingo 4º de Adviento ya nos sugiere el punto alrededor del cual va a girar la Navidad: «La Virgen tendrá un hijo y le dirán Emmanuel, que quiere decir "Dios con nosotros"».

Y es muy posible que, como en años anteriores, no falte la prensa con sus opiniones, artículos, reportajes… para resaltar que Navidad, la tradicional Navidad está desapareciendo: menos manifestación religiosa, más secularización, menos ambiente familiar, templos más vacíos. ¿Una victoria del hombre modernos?

¿Qué piensas de todo esto? ¿Crees que nos encontramos con esta "inversión" navideña? Yo no estoy tan seguro de ello. Lo que sí pienso es que los humanos llevamos una fuerte carga de confusión, desorientación, vacío… ¿En este "invierno seco" de nuestra sociedad, puede haber una "Navidad viva"?

Porque la Navidad se centra en el nacimiento de un niño, de una persona humana, que resume un profundo misterio humano-divino: «Emmanuel, es decir "Dios con nosotros"».

A mí no me preocupan las iglesias vacías en Navidad. Porque las iglesias o los templos se llenan o se vacían con los hombres y mujeres de cada tiempo, para celebrar la infancia que nos salva.

Pero ¿qué esta pasando fuera de los templos, en nuestra sociedad?

Un dato citado en la reciente entrevista de un periodista alemán con el papa Benedicto XVI y publicada en un libro: «Los gobiernos de hoy suman deudas de cantidades jamás vistas. Un solo país como Alemania gasta en 2010 más de 43.000 millones de euros solo para pagar intereses a los bancos, o sea que a pesar de nuestra riqueza o bienestar occidental llevamos un tren de vida por encima de nuestras posibilidades. Con estos pagos de intereses serí suficiente para suministrar alimentos durante todo un año a todos los niños de los países en vías de desarrollo».

Otros datos: padres que no saben, no pueden o no quieren vivir el diálogo de la vida con sus hijos, abdicando su responsabilidad en otras instancias educativas, y en las que no confían o no apoyan totalmente, en una muy viva contradicción. Una infancia abandonada a sus caprichos, como una única tarea educativa. Y no digamos ya de una infancia secuestrada para convertirla en infancia-soldado, o infancia-esclava…

Difícilmente una sociedad así puede celebrar Navidad. Los templos seguirán llenándose de vacío silencioso, a la espera de otros hombres y mujeres capaces de acoger una palabra de vida, una infancia, verdadera precursora del Mesías.

El hombre busca nuevos caminos con los que llenar su vacío y sustituye el Nacimiento por el "Árbol". Y al hombre le vuelve a nacer la contradicción. Precisamente cuando quiere celebrar la Navidad con estos nuevos símbolos, es cuando más está atentando la humanidad contra el medio ambiente.

Podría poner otros datos. Quedan los regalos. Al menos aquí puede dar ocasión a su ilusión, a su esperanza… Y la crisis económica se la viene a recortar también.

¿Qué te parece, Miguel, este panorama? No soplan buenos vientos para la Navidad.
Yo pienso que Cristo, ese Mesías anunciado, sólo nace en el silencio de la noche. Es necesario apagar los ruidos.

No es fácil encontrar una noche silenciosa en la vida de los hombres, en cuyo corazón no cesan de caer cosas, objetos… el hombre se entretiene con el estrépito de las cosas hasta ensordecer.

Y el corazón se hace se inutiliza para acoger una buena palabra, una palabra que necesita mecerse en la cuna del silencio, que es la única cuna donde puede recostarse y nacer el Cristo que salva. ¿Qué Navidad esperar celebrar, con tu mujer y tu hija?

Un abrazo,

+ P. Abad

12 de diciembre de 2010

TEXTOS PARA EL ADVIENTO III

Del comentario al Evangelio según san Lucas, de san Ambrosio, obispo

«Juan representa la ley, la cual anunciaba a Cristo. Pero esta ley, retenida cautiva en los corazones sin fe, no podía dar plenamente testimonio del plan de Dios sin el suplemento de la autoridad evangélica. Juan, pues, envía sus discípulos a Cristo, para que tenga un conocimiento mayor, ya que Cristo es la plenitud de la ley.

»El Señor sabe que nadie puede tener fe plena sin el Evangelio. En efecto, si bien la fe comienza ya en el AT, no queda ultimada sino con el NT. Jesús responde a la pregunta sobre su persona manifestándose no con una palabra cualquiera sino con hechos: "Id a anunciar a Juan —dice Jesús— lo que habéis visto y habéis sentido decir: Los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los desvalidos reciben el anuncio gozoso del evangelio".

»Pero, sin embargo, todos estos ejemplos que el Señor como testimonio todavía no son suficientes: la plenitud de la fe es la cruz del Señor, su muerte, su sepultura. Y todavía añade: "Y feliz aquel que se queda defraudado conmigo"».

De los sermones de san Agustín, obispo

«Juan era la voz, pero el Señor es la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz provisional; Cristo, desde el principio, es la Palabra eterna.

»Quita la palabra, ¿y qué es la voz? Si no hay concepto, no hay más que un ruido vacío. La voz sin la palabra llega al oído, pero no edifica el corazón.

»Pero veamos como suceden las cosas en la misma edificación de nuestro corazón. Cuando pienso lo que voy a decir, ya está la palabra presente en mi corazón; pero, si quiero hablarte, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que ya está en el mío.

»Al intentar que llegue hasta ti y se aposente en tu interior la palabra que hay ya en el mío, echo mano de la voz y, mediante ella, te hablo: el sonido de la voz hace llegar a ti el entendimiento de la palabra; y una vez que el sonido de la voz ha llevado hasta ti el concepto, el sonido desaparece, pero la palabra que el sonido condujo hasta ti está ya dentro de tu corazón, sin haber abandonado el mío.

»El sonido de la voz se dejó sentir para cumplir su tarea y desapareció, como si dijera: "Esta alegría mía está colmada". Retengamos la palabra, no perdamos la palabra concebida en la médula del alma».

LA CARTA DEL ABAD

Querida Pilar,

He recibido tu carta, muy viva, que he leído y releído. Me ha llamado la atención, sobre todo, este párrafo: «Necesito, eso sí, mucha luz y mucha paz. No sé cual es mi misión, pero a estas alturas de mi vida creo estar segura que mi misión es "cuidar" a hijos, marido, padres. Eso sí, espero y así lo creo que a mí me "cuida" el padre celestial. Ojalá que, como me dices en tu carta, mis hijos piensen como "Winston Churchill" y digan cuando ya no esté en este mundo que causé una brillante impresión en su infancia, y que brillé como el lucero del atardecer y que me quieren profundamente».

Es evidente, Pilar, que todos necesitamos mucha luz y mucha paz. La sociedad hoy se mueve inmersa en una profunda oscuridad, tanto en sus horizontes, como en el interior; en su conciencia. Es normal que te surjan esos interrogantes.

El mismo Juan Bautista que es el precursor de Jesucristo de quien da un testimonio fiel ante lo adverso del ambiente que le rodea vuelve a preguntarse si lo hizo bien cuando dice: «Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro». La respuesta de Jesús con la obra que está llevando a cabo imagino que daría seguridad al Bautista.

¿Cuál es la obra que estas llevando a cabo? Como ama de casa cuidar de los tuyos. Estás llevando a cabo aquello que es lo más peculiar de la mujer: cuidar la vida, o cuidar de los tuyos, estando al servicio de la vida.

Pero la mujer además de ser colaboradora del Dios de la vida, toma otro rasgo de este Dios que se define como "amor". Así que haciendo ese servicio con "amor", siendo reflejo del corazón divino, puedes estar segura que causas una brillante impresión, que eres como el lucero del atardecer…

Quizás lo tuyo sea sólo una gota de agua. Pero esta gota es necesaria, pues vivimos en un yermo árido. Hoy se dice que la desertización va avanzando hacia el norte. La material así es; pero hay otra desertización espiritual que lleva un amplio espacio por delante.

Es necesario que la mujer trabaje hoy con este espíritu. Necesitamos la presencia de Dios con ese toque femenino para que la aridez del desierto se transforme en la belleza del monte Carmelo.

La mujer, por vuestra constitución, sois más espirituales. No me explico como hemos complicado entre todos la historia; y, como resultado, vosotras pasasteis a un segundo plano, a constituiros en las personas sumisas. Todo esto ha dado a luz una sociedad más dura, más sujeta a la norma pura y dura. Y la norma pura y dura seca, ahoga la vida. Finalmente la sociedad está abocada a un menosprecio creciente de la vida.

En esta sociedad sigue habiendo muchos ciegos, cojos, leprosos, inválidos incapaces de caminar sin muletas… Jesús da una respuesta con su permanente delicadeza con las personas, con su profunda humanidad, con su actitud de servicio.

Por todo ello, porque creo en lo valioso y necesario de vuestro servicio espiritual, te pido que sigas haciendo ese servicio amoroso a los tuyos. Pero no con una actitud de sumisión, sino con el gesto consciente de que sin él sociedad se empobrece más; con una actitud de testimonio que sea también una llamada al hombre a promover estos valores en una sociedad que necesita entusiasmarse por la vida.

+ P. Abad

8 de diciembre de 2010

LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Gen 3,9-15.20; Salm 97,1-4; Ef 1,3-6.11-12; Lc 1,26-38

San Pablo, comienza su epístola a los Efesios con un grito desbordante de entusiasmo: «Bendito sea Dios, que nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales». Un grito que encontramos también en otras epístolas. Es normal en un enamorado del Cristo, como lo era Pablo.

Necesitamos ser bendecidos. Los hombres estamos llenos de miedos, angustias, inseguridades; necesitamos ser bendecidos. Los hijos necesitan la bendición de sus padres, y éstos la de los hijos; necesitan la bendición mutua marido y mujer, maestros y discípulos, obispos y sacerdotes, médicos y pacientes, abad y monjes…

La palabra bendición literalmente significa «hablar bien», decir cosas buenas de alguien. Tenemos que afirmarnos los unos a los otros. Sin esta afirmación es difícil llevar una vida satisfactoria. Bendecir es más que una palabra de alabanza o de aprecio; más que hacerle ver las buenas cualidades… Bendecir a alguien es afirmarlo, decir sí a la condición de amado de una persona. Una bendición va mucha más allá de la admiración y de la condena, de la distinción entre virtudes y vicios. La bendición tiene que ver con la bondad original del otro. Una bendición crea aquello que dice.

Dios también tiene necesidad de ser bendecido. Dios tiene también necesidad de ser afirmado, creado en nuestra vida personal. Dios nos ha bendecido primero, nos ha afirmado, «creado en Jesucristo, y nos ha dado toda clase de bienes espirituales y celestiales».

Pero viene la segunda parte: Dios tiene necesidad de ser bendecido, creado o configurado en nuestro corazón. Nosotros somos los amados en virtud de esa primera bendición de Dios, pero tenemos que convertirnos interiormente en amados. Ser conscientes de que Dios me ama. Es cierto que somos hijos de Dios, pero tenemos que llegar a serlo interiormente. «La gloria de Dios es que el hombre viva», dice san Ireneo, pero habría que añadir que «la gloria del hombre es que Dios viva, en el corazón del hombre».

Convertirnos en amados es el gran viaje espiritual que tenemos que hacer. Debe ser nuestra gran pasión, nuestro sueño diario, nuestro entusiasmo. Si san Agustín tiene razón cuando dice: «Dios mío, mi alma está inquieta hasta que descanse en ti», el hombre es un permanente buscador de Dios. Lo que verdaderamente da sentido, sabor a nuestra existencia.

Ser buscadores de Dios, para que se realice en nosotros el primer pensamiento de Dios sobre nosotros: «elegidos ya antes de crear el mundo para ser santos ante él por el amor. Dios nos ha pensado para la santidad». Es el primer objetivo divino.

Y nosotros le fallamos y hacemos la opción de otros caminos. Dios también hace otra opción: «nos destinará a ser hijos, y para ello nos dará la gloria, el esplendor, el brillo de su gracia». Y será una oferta hecha en nuestro propio lenguaje, en nuestra propia naturaleza, en la persona de Cristo.

Y volvemos a fallarle, y rechazamos está nueva oferta del Padre. Pero el Padre como si tuviera en cuenta con antelación la dureza de nuestro corazón, «nos hace participes de su herencia por medio del Espíritu de amor». Nos da el sentido del amor iluminado. «Para poder ver con los ojos del corazón aunque sea por un momento, el fulgor de la gracia iluminante». (Guillermo de S.T, Spec. PL 180,392B) «Para transformarnos de claridad en claridad en su imagen por obra del Espíritu del Señor». (2Cor 3,18)

Con este sentido del amor se nos abre el camino para ir bien equipados en nuestro viaje espiritual, para hacer el viaje interior.

Pero Dios en su amor no solo nos otorga sus bienes, pone a nuestro alcance los bienes espirituales y celestiales, sino que nos concede una buena guía para el camino: Santa María. Aquella que acoge con plena fidelidad la iniciativa del amor divino.

Ella realiza el primer pensamiento de Dios correctamente, sin defecto alguno. Por esto le invita el ángel: «Alégrate María, llena de gracia. Llena de gracia, santa». Contemplamos en María esa mutua bendición de Dios y el hombre. El Señor está con ella, la ha bendecido, la nueva criatura, la nueva Eva, la que nos lleva al paraíso definitivo. Y María con su gesto de aceptación bendice a Dios lo recrea en su seno envolviéndolo en nuestra naturaleza.

El trasfondo de esta fiesta de la Inmaculada tiene la idea de que el hombre no es el arbitrio absoluto de su propio destino, el artífice único del propio progreso, sino que hay que contar con la primacía absoluta de la iniciativa de Dios en la historia de la Redención, que se manifiesta de manera singular en la historia de la Virgen Madre del Señor.

San Anselmo bendice a santa María con estas preciosas palabras que os invito a hacer vuestras: «¡Oh mujer llena de gracia, sobreabundante de gracia, cuya plenitud desborda a la creación entera y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita, bendita por encima de todo, por tu bendición queda bendita toda criatura, no solo la creación por el Creador, sino también el Creador por la criatura!» (Sermón 52)

5 de diciembre de 2010

LECTIO DIVINA

SALMO 24 (23)

1. Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todo sus habitantes:
2. él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

3.¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

4 .El hombre de manos inocentes,
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
5. Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

6. Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

7. ¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la Gloria.

8. ¿Quién es ese Rey de la Gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

9. ¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la Gloria.

10. ¿Quién es ese Rey de la Gloria?
El Señor, Dios de los Ejércitos:
Él es el Rey de la Gloria.

Salmo sobre la glorificación y resurrección del Señor, que tuvo lugar el primer día de la semana que se denomina "día del Señor" o domingo. (San Agustín)

Estructura del salmo

Es una pieza litúrgica con dos grupos de personas: un grupo se acerca en procesión a las puertas del templo, y otro grupo les abre y les recibe. Esta liturgia ofrece una meditación sobre la grandeza de Dios, y la exigencia moral para entrar en su templo, para afirmarnos en nuestra fe. Puede considerarse como una buena exposición pedagógica acerca de nuestra relación con Dios.

Hay otros textos del Antiguo Testamento que ayudan a la explicación.

2Sam 6, 13-15. El Señor avanza para entrar, mediante el Arca signo de la presencia de Dios.

Ex 40, 21. 34. Nos habla de la entrada del Señor.

O también, Ez 43,4 describiendo la vuelta del destierro.

En sentido histórico vendría a ser un himno o composición que conmemora litúrgicamente el acontecimiento de 2Sam 6. Se puede considerar un canto de victoria. O una metáfora de una teofanía litúrgica. Pertenece a alguna fiesta litúrgica, como la renovación de la alianza en la fiesta de las chozas, o la entronización de Yahvé en el año nuevo. Vinculado a la escatología como canto de esperanza en la futura restauración.

El salmo puede tener varias lecturas en diversas situaciones.

Tiene una composición armoniosa:

v. 1-2. Género solemne, propio de los salmos reales. Ensalza a Yahvé, creador del universo y de los hombres. Dimensión cósmica. Universal, sin distinción de pueblos.
v. 3-6. Relación culto-conducta moral. (cfr. Sal 15) Línea profética (Am 5,1-5; Jer 7,20-28).
v. 7-10. Diálogo sobre el Señor que entra en el santuario, quizás al trasladar el Arca (2Sam 6).

Lee

Haz una primera lectura despacio, no como quien lee los titulares de los diarios para pasar luego a otra cosa. No leas el salmo con la prisa con que vives la vida diaria. Una primera lectura del salmo, con la actitud de quien entra en una buena exposición de pintura, o con la de quien va recorriendo y se va adentrando en el paisaje de un valle de alta montaña... Se va con pausa, dejando que la belleza envuelva; admira, contempla y deja que el entorno te conmueva. Con los salmos también. El salmo es un diario con noticias siempre de actualidad, pues pone ante nosotros la perenne actualidad de los interrogantes de la vida humana. Es un paisaje paradisíaco para abrirnos a la belleza; pues por entre sus versos se pueden escuchar los pasos del Señor que se hacen luz para los nuestros.

Haz una lectura en el marco de la creación, de la naturaleza, pensando en aquella palabra del Señor: «He aquí que vengo y hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5).

Medita

Una gran procesión llega al templo, y a las puertas pregunta las condiciones para entrar. Viene la respuesta con dos condiciones positivas y dos negativas.

Un canto por la victoria de Cristo sobre la muerte, por la reconciliación de los hombres con Dios, vueltos de nuevo a la amistad y a la gloria de Dios, incorporados al cortejo de Cristo vencedor de la muerte. Una meditación como una lectura con la clave de la Resurrección de Cristo y la tuya propia que te despertará una profunda confianza. Y una alegría interior.

v. 1-2. Dios domina la tierra y sus habitantes. Dios habita en ella y le gusta pasear como puede hacer un agricultor por sus fincas. (recordar Gen 3,8) Creada por Dios la tierra tiene un carácter religioso. Presentir y gozar del rumor cercano de las fuentes de la vida… que estamos estropeando con nuestros atentados al medio ambiente.

Puedes llevar a tu meditación que Cristo ha venido a recuperar toda esa belleza para ti, para todos los hombres. Cristo con su nueva creación convoca, por medio de la Iglesia, al nuevo paraíso. Dios construye su paraíso sobre la inestabilidad de las aguas, sobre la fragilidad de la Iglesia, pero también sobre la Roca de su Palabra.

v.3-6. La ascensión al monte está cargada de simbolismo. En la montaña está Dios. Y para acercarse se necesitan unas condiciones. Así Dios dice a Moisés: «Descálzate porque el lugar que pisas es sagrado» (Ex 3,5). Dios es fuego. Dice Isaías: «Quien de nosotros podrá soportar una hoguera perpetua; quien de nosotros podrá soportar un fuego devorador» (Is 33,14). Quizás sólo los místicos entienden este lenguaje, cuando nos dicen que nosotros somos un «leño que debemos acercarnos al fuego para convertirnos también en fuego». (San Juan de la Cruz)

Nos habla del grupo que llega a las puertas del templo pidiendo entrar. Inocencia. Pureza de manos como sede de las cosas externas. Pureza de corazón, como sede de los pensamientos y deseos internos. Hay que orientar todo nuestro ser hacia Dios. No ídolos. Reprimir lo instintivo que nos lleva la vanidad, al vacío…

Recibir la bendición de Dios es ser reconocido por Dios. Recreado, ser nueva criatura…

La característica de nuestra condición humana: buscar a Dios. Se dice del monje que es el que busca a Dios. Pero en los antiguos catecismos de preguntas y respuestas se decía muy acertadamente: «el hombre ha sido creado para conocer y amar a Dios en esta vida y gozarle en la otra», lo que viene a coincidir con el camino del monje. Y es que todo corazón humano esta hecho para lo más grande, para el Absoluto. Incluso los que niegan a Dios tienen esta sed en su corazón.

Paul Claudel dice: «la generación se ha puesto en el camino de búsqueda de Dios».

Todas las generaciones han hecho, hacen o harán este camino de búsqueda. De una manera o de otra. Con más o menos conciencia de ello. Pero no podemos buscar a Dios sin un cambio de vida. Es una de las tareas más bellas de la vida cristiana: ser buscador de Dios. Es lo único que puede llenar la vida. Así lo han entendido y lo han expresado los místicos: «Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura; mira que la dolencia de amor no se cura sino con la presencia y la figura» (Santa Teresa de Jesús).

No todos llegan a vivir la alegría de la presencia divina en esta vida. Sólo los que viven la pureza de corazón de acuerdo a las condiciones que nos pone este salmo, que viene a coincidir con las enseñanzas de Cristo como nos sugiere San Cirilo de Alejandría: «¿Qué debe hacer aquel que desea subir al "monte espiritual"? El Espíritu Santo responde y el salmista anuncia de alguna manera el sermón de Cristo sobre la montaña».

v. 7-10. Los últimos versos te invitan a contemplar el triunfo de Cristo, su glorificación, su entrada a la gloria.

El texto de Filp 2,1-11 puede ayudarte en la meditación y contemplación de esta gloria del Señor.

Cristo es cabeza de la humanidad nueva. Por eso afirma Eusebio: «El Hijo de Dios entra con todos los suyos; los ángeles salen al encuentro y le ovacionan». Y también San Ambrosio: «Las puertas eternas se abren: no es un hombre el que entra, sino el mundo entero en la persona del Redentor de todos». Y San Gregorio Nacianzeno: «Puesto que Él sube al cielo sube también tú con Él, uniéndote a los ángeles que le acompañan y le reciben. Manda a las puertas que se abran con solemnidad para recibir a Aquel que su Pasión ha glorificado y engrandecido».

El profeta Isaías nos cuenta las circunstancias de esta subida del Señor: «Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán. Yo iré delante de ti, allanándote los cerros; haré trizas las puertas de bronce, arrancaré los cerrojos de hierro, te daré los tesoros ocultos, los caudales escondidos» (45,1-3).

Ora

Recita los versos 7-10, con el deseo de que Cristo entre en tu corazón, en tu vida…

Contempla

La victoria de la Cruz. Contemplar la Cruz pero buscar centrar esta cruz en la vida nueva de la Resurrección. También puede ser interesante un prolongado paseo por el campo, mirando y acompañado por el "rumor" del salmo puede ser un buen tiempo contemplativo. Dejad que resuene en tu corazón que quiere amar: Aleluya. Canta a Dios.

TEXTOS PARA EL ADVIENTO

San Ambrosio, obispo (s. IV), Comentario al evangelio de san Lucas

«Dios puede dar hijos a Abraham de estas piedras». Dios, en efecto, tiene el poder de transformar una naturaleza en otra; pero, en este caso, es más útil para mí el misterio que el milagro. Quiero decir que esas palabras se refieren a Cristo, y no puedo reconocer aquí otra cosa que lo que se refiere a la edificación de la Iglesia. Estas piedras, en efecto, son las piedras vivas que se elevan para construir la casa de Dios, el templo santo, gracias a la conversión de nuestros corazones. Sí, Dios quería "tocar" con su amor la dureza de nuestros corazones, transformar aquellas piedras que eran piedras de escándalo, en adoradores fieles. «Dios puede dar hijos a Abraham incluso a partir de estas piedras». ¿No eran piedras aquellos paganos que servían a los ídolos de piedra? Tal como dice el salmo: «Serán con ellos los que los fabrican».

Eusebio de Cesarea, obispo (s. III-IV), Comentario al libro de Isaías

Una voz grita en el desierto: «Preparad un camino al Señor, allanad una calzada para nuestro Dios». El profeta declara abiertamente que su vaticinio no ha de realizarse en Jerusalén, sino en el desierto; a saber que se manifestará la gloria del Señor, y la salvación de Dios llegará al conocimiento de todos los hombres.

Todo esto se decía porque Dios había de presentarse en el desierto, impracticable e inaccesible desde siempre. Se trataba, en efecto, de todas las gentes privadas del conocimiento de Dios, con las que no pudieron entrar en contacto los justos de Dios y los profetas.

Por este motivo, aquella voz manda preparar un camino para la Palabra de Dios, así como allanar sus obstáculos y asperezas, para que cuando venga nuestro Dios pueda caminar sin dificultad. «Preparad un camino al Señor»: se trata de la predicación evangélica y de la nueva consolación, con el deseo de que la salvación de Dios llegue al conocimiento de todos los hombres.

LA CARTA DEL ABAD

Querida Carmen,

He leído estos días en la prensa lo siguiente: «La violencia machista es la primera causa de muerte entre las mujeres de 15 a 44 años, en todo el mundo, por delante del cáncer, la malaria, accidentes y tráfico y guerras. Un dato que evidencia una lacra social muy extendida… que requiere un cambio social cultural muy profundo». (Editorial de Avui 25.11.10)

Esto sucede en una sociedad que alardea de igualdad de género, de igualdad de oportunidades de hombre y mujer; de que se promociona a la mujer poniendo cuotas de representación en instituciones… Me pregunto si todo esto no será disimular una verdadera injusticia, en una sociedad donde se tiene la impresión cierta de que domina el hombre. A la mujer no la tiene que promocionar el hombre, ella tiene suficiente capacidad y recursos para promocionarse a sí misma.

Nuestra sociedad no valora la vida. Valora la cantidad, no la calidad, el tener. Y otros temas, como la guerra, el aborto, la eutanasia… que hacen pensar que difícilmente puede tener un aprecio auténtico por la mujer, por su dignidad, teniendo ésta como uno de sus dones más preciosos el de ser colaboradora del don de la vida. La mujer está al servicio de la vida. La sociedad machista le organizará grandes prostíbulos o la contemplará como un objeto… Pero no le reconoce y valora ese don singular de servicio a la vida.

Quizás no sea casual esta situación de la mujer en el centro de una mala nota de prensa.

Leo en la Palabra de Dios de este Domingo 2º de Adviento: «Una voz grita en el desierto: abrid una ruta al Señor». La ruta de Cristo en el evangelio está clara: Cristo, en una sociedad que tenía a la mujer sumisa al hombre, la valora por lo que es. Y en la vida de la Iglesia de los primeros siglos tiene un protagonismo importante… Después la Iglesia parece que se deja llevar por esa injusticia de la sociedad.

Hoy todos somos más concientes de la dignidad de la persona. La mujer, en esto no es una excepción. Por esto opino que la mujer debe seguir luchando por su dignidad, por la defensa de la vida, y de todos aquellos valores que pueden ayudar a hacer más digna nuestra humanidad.

En la Iglesia, por ejemplo yo encuentro a faltar más la presencia de la mujer en la creatividad teológica, en tareas de responsabilidad de gobierno o asesoramiento espiritual.

Quizás necesitamos más «ese espíritu de sabiduría y entendimiento, de consejo y de valentía, de conocimiento y reverencia del Señor», de lo que nos habla la Palabra de Dios en la liturgia del Domingo 2º de Adviento.

Lo que parece cierto, como nos enseña la historia, es que los que detentan el poder no suelen dejar cuotas de dicho poder voluntariamente, sino solamente bajo la presión de quienes elevan su grito de justicia. No olvidemos que el tema de la justicia es una de las enseñanzas del Sermón de la Montaña.

Que el Señor te ilumine en este camino de Adviento, y te conceda espíritu de sabiduría y valor, para luchar por tu dignidad de mujer, por una mayor dignidad de la humanidad. Un abrazo,

+ P. Abad