24 de diciembre de 2017

DOMINGO IV DE ADVIENTO (Año B)

Homilía predicada por el P. José Alegre
2Sam 7,1-5.8-12.14-16; Salm 88; Rom 16,25-27; Lc 1,26-38

Y el ángel se retiró…

Y después, queda el silencio. Después de la Palabra siempre el silencio. La Palabra que engendra la vida, en la cámara del silencio.

Acabamos de escuchar un diálogo único de singular belleza y esperanza para toda la humanidad, para ti para mí, para cada ser humano…

Y a continuación del dialogo, el ángel se retiró. Queda el silencio. Y más allá del silencio nos encontramos con María. Contemplo a santa María en aquel silencio que se hace después de la retirada del ángel. Y me viene a la memoria una bella página de «Palabras calladas»:

«Sentada a mi ventana, como cada día, me miré las manos bañadas por la luz del amanecer. Sentada junto a la ventana, comencé a recitar los salmos que sabía desde niña. Me gustaba el ir y venir de sus versos como flujo y reflujo de olas:

»Levanto mis ojos a Ti
que habitas en el cielo.
Como los ojos de la esclava
pendientes de la mano de su señora
Señor, cantaré toda la vida, vuestros favores,
de una generación a otra anunciaré tu fidelidad…

»Cada mañana, la penumbra me invitaba al silencio. De pronto, como siempre que entraba en el silencio, mi ser interior se ensanchó, y se abrió como un abismo en mis entrañas. Sentía que poco a poco las cosas de fuera se habían desdibujado, y mi alma se perdía inundada, arrastrada en un mar de luz. Caí en una profundidad insospechada que no sabría definir. Sentí en los ríos de mis venas una inundación. Algo nuevo, muy especial, estaba ocurriendo dentro de mí».

Y el ángel se retiró… quedó el silencio.

Ayer se nos decía en una hermosa homilía los nombres concretos e innumerables de ilustres comentadores del Magníficat a lo largo de la historia. El comentario del Magníficat continua hoy.

Ahora, podríamos decir algo parecido de esta escena de la Anunciación. Han sido muchos artistas del lienzo que han plasmado con sus pinceles o esculpido en la piedra o el retablo la escena de este singular diálogo del Arcángel Gabriel y María. Obras de arte que han nacido del silencio. Aquel silencio interior donde se empieza a configurar la obra de belleza para pasarla luego al lienzo, a la piedra, o, en definitiva, a la vida donde se puede admirar.

Pero esta obra de belleza continua hoy, pues con las celebraciones de estos días el plan de Dios, que estaba escondido en el silencio de los siglos, como nos enseña san Pablo, y que comienza a manifestarse con la creación, ahora llega a la plenitud con el Misterio del Nacimiento de Dios revestido de nuestra débil naturaleza humana.

Y empieza a manifestarse a través del silencio de santa María, pues ella como enseñan los Santos Padres de la Iglesia concibió a Jesús antes en el corazón que en el cuerpo.

Pero esta manifestación del amor, Dios la quiere seguir revelando a la humanidad a través de la Iglesia. Por esto también enseñan los Santos Padres, que lo que María ha dado a luz en su cuerpo, la Iglesia debe hacerlo mediante la fuerza del Espíritu del mismo Jesús.

Y el ángel se retiró….

Y queda el silencio… Después de la Palabra siempre el silencio. La Palabra engendra la vida, pero siempre se engendra en la cámara del silencio.

El evangelio, hoy, nos invita a contemplar esta escena singular, este dialogo único de Dios y su criatura. Es una invitación a cada uno de nosotros a vivir un diálogo con Dios. Tu diálogo, mi diálogo, el diálogo de cada ser humano, de cada criatura con Dios. Y que es único para cada uno.

María nos enseña en la recitación y en la escucha de la Palabra. «Dichosos los que escuchan y cumplen la Palabra…» María nos enseña a cantar la misericordia y la fidelidad de Dios.

Y el ángel se retiró…

Ahora, el silencio…