8 de diciembre de 2014

INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Gen 3,9-15.20; Salm 97,1-4; Ef 1,3-6.11-12; Lc 1,26-38

Admitir la Inmaculada es admitir el pecado, el estado de caída de la humanidad y la necesidad de una reparación, lo cual es un camino muy diferente de cómo concebía la Ilustración al hombre: con una bondad natural, como criatura inocente, un «alma bella»; además consideraba que la naturaleza y el hombre son portadores de infinitud y divinidad, son santos y están salvados… no necesitan por tanto un redentor ni alcanzar la plenitud… es suficiente con un autodesarrollo de sí mismos.

Queda bastante huella de estos pensamientos en la sociedad moderna. Aunque aquellas esperanzas de “Un mundo feliz” que traería el futuro se han desvanecido bastante. El optimismo ha rebajado claramente sus horizontes, no se ve hoy una claridad de cara a un futuro. Y la experiencia nos está diciendo que en esta sociedad donde se prescinde de Dios, se está prescindiendo también del hombre como tal, y, en consecuencia llevando a la sociedad a una mayor deshumanización.
Dentro de este panorama la fiesta de la Inmaculada viene a poner un punto de esperanza a la vida humana, a poner una luz en el horizonte. Hay futuro.

Os invito a volver a la Palabra de Dios que acabamos de escuchar. Son tres iconos de gran belleza y muy sugerentes.

Una palabra previa sobre el Icono: El icono es una imagen que escapa al espacio y el tiempo; que bajo unas formas se representa un misterio escondido. No tiene como finalidad manifestar una belleza artística sino ante todo crear una comunión con una presencia trascendente, y llevarnos a una experiencia religiosa. No son, las del icono, unas figuras materiales para orientar nuestra imaginación durante la plegaria, sino un centro material donde reposa una energía, una virtud divina que se une al arte humano.

Icono 1º: la escena del primer pecado. El hombre vive una intima amistad con Dios, una relación que el hombre rompe, pero Dios no se retira sino que inicia un diálogo con nuestros primeros padres, que cobran conciencia de su pecado, y donde Dios ya habla de un futuro restaurador en el cual el hombre recobrará la amistad con Dios.

Este icono nos habla de la belleza de la comunión, de la amistad, del amor. Escribe san Gregorio de Nisa: «El hombre y el cristiano no pueden prescindir de la belleza sin dispersarse y perderse. Hecho a imagen, tiende a la imagen porque su semejanza con Dios es epifanía de la belleza divina». Es la belleza de la amistad divina

Icono 2º: La lectura 2ª, nos ofrece todo el proyecto divino con respecto a la humanidad. Más allá de toda vicisitud vivida en relación de Dios con el hombre a lo largo de la historia, Dios nos ha bendecido en Cristo como punto de partida, nos ha elegido en Cristo para ser santos, para vivir eternamente en el amor. Toda la dispersión provocada por el pecado está destinada finalmente a ser recogida, a recapitularse todo en Cristo. Cristo es el hombre, la medida justa para arrojar fuera el pecado y crear un mundo más humano. Esta palabra de la segunda lectura sería un bello icono que nos muestra el corazón de Dios.

Icono 3º: El Evangelio. Una escena que ha atraído la mirada de la humanidad, de los artistas, de la contemplación orante, de los Padres de la Iglesia. Así lo descubrimos en estas palabras que san Gregorio de Nisa pone en los labios de Dios: «Quiero renovar el género humano en el seno virginal; quiero, en forma atemperada al hombre, amasar de nuevo la imagen que modelé, quiero curar… la imagen vieja hecha pedazos. El diablo arrastró y pateó mi imagen caída. Quiero hacerme, de tierra virgen, un nuevo Adán para que la naturaleza se defienda a sí misma de forma congruente».

«Dios te guarde llena de gracia». Es la intuición de la santidad primera, de aquella primera amistad del Paraíso, la que lleva en germen la santidad de la Inmaculada Concepción.

María llena de gracia divina y cristiana, rodeada del amor redentor y santificante guarda la evidencia de que «Dios nos amó primero», que quedó habitada por el Espíritu Santo y convertida en propiedad de Dios e icono del Espíritu Santo. Anticipa la suerte de todos, como victoria sobre el mal y el pecado. Pertenece a la gloria del Hijo, es una criatura pascual desde el principio.

Bien podemos llevarnos de esta celebración los sentimientos con los que la empezamos:

«Gaudens gaudebo…
Desbordo de gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios,
porque me ha vestido un traje de gala,
y me ha envuelto en un manto de triunfo…»