16 de diciembre de 2018

DOMINGO III DE ADVIENTO (Año C)

Homilía predicada por el P. José Alegre
Sof 3,14-18; Sal, Is 12; Filp 4,4-7; Lc 3,10-18

Hermanos de la comunidad y quienes nos acompañáis en esta celebración del Domingo III de Adviento:

Acaba de ser proclamada la Palabra de Dios. ¿Habéis escuchado con atención del corazón?

Pues acaban de leer, de proclamar, uno de los textos más bellos de la Sagrada Escritura. Permitidme una relectura: «Grita de alegría. Alégrate y celébralo con el todo tu corazón… Tienes dentro de ti al Señor. No dejes caer tus manos… El Señor, tu Dios está dentro de ti, como un Salvador poderoso…se goza de alegría contigo, y te renueva con su amor; danza por ti con gritos de alegría, como en días de fiesta…»

El mismo Papa Francisco recoge este texto en su Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” cuando escribe: «El profeta Sofonías nos muestra al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría, que quiere comunicar a su pueblo este gozo de la salvación. Me llena de vida releer este texto: Tu Dios está en medio de ti, te renueva con su amor y danza por ti con gritos de viva alegría. Es la alegría que se vive en medio de las cosas pequeñas de la vida cotidiana, como respuesta a la invitación de nuestro Padre Dios: Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien… No te prives de pasar un buen día (Sir 14,11.14) ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!» (EG 4)

Este es el rostro que Dios quiere mostrar a la humanidad en la fiesta del Nacimiento de su Hijo, el Mesías, y la Iglesia, la liturgia, considerando la importancia de esta presencia viva en Dios en el corazón de la humanidad, en el centro de tu corazón de monje, en el centro de tu corazón de hombre, en el centro de tu corazón de mujer… nos invita a vivir este Domingo III de Adviento y mirar si se va despertando esa alegría singular en nuestra vida, causada por la presencia de un Dios, amigo de la fiesta y la danza, para renovar cada día su amor en nosotros.

No es extraño, pues que San Pablo nos repita: «Hermanos vivid siempre contentos en el Señor. Os lo repito: vivid contentos. Que seáis conocidos como gente de buen trato».

Pero puede sucedernos como a san Agustín cuando se exclama: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo estaba fuera y allí te buscaba. Me llamaste. Me gritaste. Y rompiste mi sordera. Brillaste y resplandeciste ante mí. Exhalaste tu perfume y pude respirar. Y ahora suspiro por ti. Te probé y ahora siento hambre y sed de ti. Me tocaste y me abrasé en tu paz».

Quizás os puedan venir a la mente la misma pregunta que se hacía la gente que escuchaba a Juan Bautista: «¿Qué hemos de hacer?»

Entonces siguen siendo muy válidas hoy para todos, las palabras de Pablo a los cristianos de Filipos: «El Señor está cerca. No os inquietéis por nada. Acudid a la plegaria y a la súplica, presentad a Dios vuestras peticiones con acciones de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa lo que podemos entender custodiará vuestros corazones».

Primero pues, esa búsqueda del rostro de Dios, ese buscar la melodía de Dios y su danza dentro de nuestro corazón. Y después… Pues después, vuelvo al profeta Sofonías que nos decía: «No dejes caer las manos».

¿Y que hacer con nuestras manos?

Pues la invitación a compartir lo poco o lo mucho que tengamos: No exigir más de lo necesario, quien tenga dos vestidos que dé uno a quien no tiene; quién tenga para comer que lo comparta…

Es decir, cuidar en las pequeñas o en las grandes cosas de nuestra vida, la relación con quienes convivimos; la relación a través de las pequeñas cosas, sencillas y concretas…

Podemos percibir con claridad que las lecturas de este tercer Domingo de Adviento nos pueden ayudar a poner una base, un fundamento serio para celebrar con verdadera alegría la fiesta del Nacimiento de Dios, dentro de unos días.

Pues ya veis: el folklore debe empezar en el corazón. Así nos lo sugiere por anticipado nuestro Dios y Señor. ¡Ojalá os llene de vida, como al Papa Francisco, releer este texto del Profeta Sofonías! Navidad empieza a amanecer en el corazón. Deja que Dios dance dentro de ti y te renueve su amor.