12 de diciembre de 2010

LA CARTA DEL ABAD

Querida Pilar,

He recibido tu carta, muy viva, que he leído y releído. Me ha llamado la atención, sobre todo, este párrafo: «Necesito, eso sí, mucha luz y mucha paz. No sé cual es mi misión, pero a estas alturas de mi vida creo estar segura que mi misión es "cuidar" a hijos, marido, padres. Eso sí, espero y así lo creo que a mí me "cuida" el padre celestial. Ojalá que, como me dices en tu carta, mis hijos piensen como "Winston Churchill" y digan cuando ya no esté en este mundo que causé una brillante impresión en su infancia, y que brillé como el lucero del atardecer y que me quieren profundamente».

Es evidente, Pilar, que todos necesitamos mucha luz y mucha paz. La sociedad hoy se mueve inmersa en una profunda oscuridad, tanto en sus horizontes, como en el interior; en su conciencia. Es normal que te surjan esos interrogantes.

El mismo Juan Bautista que es el precursor de Jesucristo de quien da un testimonio fiel ante lo adverso del ambiente que le rodea vuelve a preguntarse si lo hizo bien cuando dice: «Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro». La respuesta de Jesús con la obra que está llevando a cabo imagino que daría seguridad al Bautista.

¿Cuál es la obra que estas llevando a cabo? Como ama de casa cuidar de los tuyos. Estás llevando a cabo aquello que es lo más peculiar de la mujer: cuidar la vida, o cuidar de los tuyos, estando al servicio de la vida.

Pero la mujer además de ser colaboradora del Dios de la vida, toma otro rasgo de este Dios que se define como "amor". Así que haciendo ese servicio con "amor", siendo reflejo del corazón divino, puedes estar segura que causas una brillante impresión, que eres como el lucero del atardecer…

Quizás lo tuyo sea sólo una gota de agua. Pero esta gota es necesaria, pues vivimos en un yermo árido. Hoy se dice que la desertización va avanzando hacia el norte. La material así es; pero hay otra desertización espiritual que lleva un amplio espacio por delante.

Es necesario que la mujer trabaje hoy con este espíritu. Necesitamos la presencia de Dios con ese toque femenino para que la aridez del desierto se transforme en la belleza del monte Carmelo.

La mujer, por vuestra constitución, sois más espirituales. No me explico como hemos complicado entre todos la historia; y, como resultado, vosotras pasasteis a un segundo plano, a constituiros en las personas sumisas. Todo esto ha dado a luz una sociedad más dura, más sujeta a la norma pura y dura. Y la norma pura y dura seca, ahoga la vida. Finalmente la sociedad está abocada a un menosprecio creciente de la vida.

En esta sociedad sigue habiendo muchos ciegos, cojos, leprosos, inválidos incapaces de caminar sin muletas… Jesús da una respuesta con su permanente delicadeza con las personas, con su profunda humanidad, con su actitud de servicio.

Por todo ello, porque creo en lo valioso y necesario de vuestro servicio espiritual, te pido que sigas haciendo ese servicio amoroso a los tuyos. Pero no con una actitud de sumisión, sino con el gesto consciente de que sin él sociedad se empobrece más; con una actitud de testimonio que sea también una llamada al hombre a promover estos valores en una sociedad que necesita entusiasmarse por la vida.

+ P. Abad