5 de diciembre de 2010

LA CARTA DEL ABAD

Querida Carmen,

He leído estos días en la prensa lo siguiente: «La violencia machista es la primera causa de muerte entre las mujeres de 15 a 44 años, en todo el mundo, por delante del cáncer, la malaria, accidentes y tráfico y guerras. Un dato que evidencia una lacra social muy extendida… que requiere un cambio social cultural muy profundo». (Editorial de Avui 25.11.10)

Esto sucede en una sociedad que alardea de igualdad de género, de igualdad de oportunidades de hombre y mujer; de que se promociona a la mujer poniendo cuotas de representación en instituciones… Me pregunto si todo esto no será disimular una verdadera injusticia, en una sociedad donde se tiene la impresión cierta de que domina el hombre. A la mujer no la tiene que promocionar el hombre, ella tiene suficiente capacidad y recursos para promocionarse a sí misma.

Nuestra sociedad no valora la vida. Valora la cantidad, no la calidad, el tener. Y otros temas, como la guerra, el aborto, la eutanasia… que hacen pensar que difícilmente puede tener un aprecio auténtico por la mujer, por su dignidad, teniendo ésta como uno de sus dones más preciosos el de ser colaboradora del don de la vida. La mujer está al servicio de la vida. La sociedad machista le organizará grandes prostíbulos o la contemplará como un objeto… Pero no le reconoce y valora ese don singular de servicio a la vida.

Quizás no sea casual esta situación de la mujer en el centro de una mala nota de prensa.

Leo en la Palabra de Dios de este Domingo 2º de Adviento: «Una voz grita en el desierto: abrid una ruta al Señor». La ruta de Cristo en el evangelio está clara: Cristo, en una sociedad que tenía a la mujer sumisa al hombre, la valora por lo que es. Y en la vida de la Iglesia de los primeros siglos tiene un protagonismo importante… Después la Iglesia parece que se deja llevar por esa injusticia de la sociedad.

Hoy todos somos más concientes de la dignidad de la persona. La mujer, en esto no es una excepción. Por esto opino que la mujer debe seguir luchando por su dignidad, por la defensa de la vida, y de todos aquellos valores que pueden ayudar a hacer más digna nuestra humanidad.

En la Iglesia, por ejemplo yo encuentro a faltar más la presencia de la mujer en la creatividad teológica, en tareas de responsabilidad de gobierno o asesoramiento espiritual.

Quizás necesitamos más «ese espíritu de sabiduría y entendimiento, de consejo y de valentía, de conocimiento y reverencia del Señor», de lo que nos habla la Palabra de Dios en la liturgia del Domingo 2º de Adviento.

Lo que parece cierto, como nos enseña la historia, es que los que detentan el poder no suelen dejar cuotas de dicho poder voluntariamente, sino solamente bajo la presión de quienes elevan su grito de justicia. No olvidemos que el tema de la justicia es una de las enseñanzas del Sermón de la Montaña.

Que el Señor te ilumine en este camino de Adviento, y te conceda espíritu de sabiduría y valor, para luchar por tu dignidad de mujer, por una mayor dignidad de la humanidad. Un abrazo,

+ P. Abad