25 de noviembre de 2012

LA CARTA DEL ABAD

Querido Cristian:

Cuánto más conozco a Dios, más me conozco a mí mismo. Cuánto más profundizo en mi propio conocimiento más me siento motivado a buscar y conocer a Dios. Esto me sugiere el párrafo que recojo de tu carta: «Quisiera que las personas comprendan el camino sencillo que es Dios, y el camino angosto que es el conocerle, pues cuanto más conoces a Dios más te das cuenta de lo sucio que estás, libras una lucha diaria, empezando contigo mismo, contra ti; buscas siempre la manera de acercarte más a Dios, buscas siempre que Dios te ilumine en tu próximo defecto para que dé tiempo a extirparlo, y cuando lo consigues eres consciente que por ti mismo jamás hubieras podido hacerlo, sino que es Dios en su infinita misericordia que ha derramado su gracia en todo tu ser, y eso te ha dado la fuerza de continuar, de volver a levantarte, y de conseguir cerrar una puertecita más al mal que siempre acecha».

Dios es Dios y el hombre no es Dios. Pero la verdad del hombre, la verdad de mi vida se manifiesta cuando la pongo a la luz de Dios. También puedo afirmar de Dios que es un don gratuito, que tiene una naturaleza personal y a la vez suprapersonal; que se ha hecho inmanente en la vida humana, pero a la vez trasciende todo ser, pensamiento y deseo; es majestad irreductible; es exterioridad, pero profunda interioridad e incomprensible; es gracia y amor crucificado; Misterio que se revela al hombre, pero que no deja de serlo, sino que todavía crece como tal Misterio, pues tiene un «exceso» sobre toda criatura; no cabe en el mundo ni en el cosmos, pero a la vez habita en el cosmos y en la conciencia del hombre…

Lo que tú escribes en tu carta no hace sino poner de relieve que el quehacer que decimos tiene como primordial el monje que es buscar a Dios es una tarea que se pide a toda criatura humana. Toda esa lucha diaria que postulas para toda persona es la lucha por la verdad. Y sería deseable que todas las personas comprendieran lo trascendental que es este camino, esta actitud, de cara a profundizar en nuestro propio conocimiento y simultáneamente orientar nuestra vida en la verdad. ¿Qué puede haber más importante que ir descubriendo la verdad, y vivir en ella?

Yo creo que la verdad de mi vida, la verdad de toda vida humana está en la persona de Jesucristo. Y él dice con mucha claridad: «para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».

Pero la experiencia nos dice que no todos buscan la verdad, o bien han aprendido una mala pedagogía en la búsqueda de la verdad, y buscan «su verdad», imágenes defectuosas de la auténtica verdad, caminos de la mentira que a uno le alejan de Dios y de sí mismo.

El punto de apoyo de la lucha humana es nuestra propia persona, no para atesorar, sino para edificar una “persona nueva” que nunca será factible sino en la medida en que la encuadramos en la persona de Cristo, verdadero «Alfa y Omega, principio y fin», que nos da la medida del verdadero horizonte de nuestra existencia.

Cristian vive siempre transitando el camino sencillo de Dios, un camino que cada día empieza en tu propia casa, en tu propio corazón. Un abrazo,

+ P. Abad