24 de junio de 2012

LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Is 49,1-6; Sal 138,1-3.13-15; Hech 13,22-26; Lc 1,57-66.80

«¿Qué va a ser este niño?» Es la pregunta que se hace la gente de Aim Karim cuando visitan a Isabel para felicitarla. «¿Qué va a ser este niño?»

Y la respuesta nos la da el ambiente de la celebración litúrgica, que no la necesita san Juan sino nosotros. Por esto lo celebramos, para contemplar su figura, sus gestos, y acoger sus enseñanzas para llevarlas a nuestra vida, hoy en un contexto diferente del que él vivió, pero un contexto que tiene necesidad de los valores que él encarnó.

«¿Qué va a ser este niño? » Y nos responde la antífona de entrada: «enviado para dar testimonio de la luz, y para preparar un pueblo bien dispuesto para el Señor». E inmediatamente pedimos en la oración-colecta la gracia de la alegría espiritual para nosotros como una garantía de esa luz de la que hemos de ser testigos. Y como nosotros somos pobres instrumentos en manos del Señor, pedimos también su presencia para que su pueblo se sienta conducido por el camino de la salvación y la paz.

«¿Qué va a ser este niño?» Pues ya lo sabemos: «testimonio de la luz» mediante la alegría espiritual. Pero teniendo a su lado o en su interior «la fuerza de Dios» como el verdadero instrumento, o artífice de su obra de precursor del Mesías Jesús.

«¿Qué va a ser de este niño?» Salta de gozo antes de nacer, cuando presiente la cercanía de Cristo. Despierta la admiración después de nacer. «¿Qué será de este niño?» Aparentemente algo muy normal: «crecer y robustecerse en el Espíritu. Vivir desconocido, en el silencio del desierto». El silencio domina gran parte de su vida. (Como dominará también en la vida de Jesucristo). Y desde su prolongado silencio vendrá una palabra fuerte, una fuerte interpelación a los oyentes, a la sociedad que estaba expectante, buscando una luz.

«Qué va a ser de este niño?», decían… Una voz que clama en el desierto. Pero que llegará a las ciudades, espacios de oscuridad y confusión. Y despierta interrogantes: «¿qué hemos de hacer?»

Hay un torrente de respuestas: «Quien tenga dos túnicas que reparta con el que no tiene, no exigir más de lo establecido; no hacer violencia, ni hagáis extorsión a nadie con los dineros».

Hoy se necesita esta voz. Hay quien habla del delito del silencio. Que hoy el silencio puede ser, o es, un delito cuando nuestra sociedad necesita una palabra. Pero quizás no hay silencio, no tenemos un silencio capaz de dar lugar a la Palabra que necesita nuestra sociedad. Y esto en principio puede sonar a un poco extraño. Lo cierto es que hoy hay muchas palabras, ciertamente, que se las lleva el viento, pero no se escucha esa Palabra que necesita la sociedad, y que le hable al corazón. Porque no hay silencio en quienes tienen que decir una palabra con fuerza, con luz, con sabiduría en esta sociedad. Quizás más bien enfrentamiento, luchas por el poder, cierto olor a podrido… Dando respuestas a preguntas que nadie hace.

No hay silencio, para escuchar una Palabra de vida, porque el hombre está ocupado en vivir una vida sin palabras, una vida subterránea que, cada día con más frecuencia, sube a la superficie, con aromas de corrupción.

El hombre está ocupado en gastar 4.000 millones de dólares cada día en armas. El hombre está ocupado en ocultar las 70.000 personas que mueren cada día de hambre. El hombre está ocupado en las primas de riesgo, en la deuda externa. El hombre está ocupado en decidir quién muere de hambre o se forra por dentro y por fuera de euros. El hombre está ocupado es llenar su agenda con direcciones de paraísos fiscales…El hombre está ocupado en reclamar indemnizaciones millonarias. Mientras otros están ocupados en acampar en alguna nueva cueva de Belén…

Seguimos arrinconando en la cueva de Belén a nuevos inquilinos del padrón municipal de esta tierra, que vienen a inscribirse. Pero ahora lo curioso es que nadie les llamó a empadronarse. Porque los poderosos de este mundo dicen que es suficiente un padrón con el 20 por ciento de la población, el resto, el 80 por ciento le basta con una cueva de Belén. No advierten que el primer habitante de la cueva de Belén tuvo un Precursor con una gran audiencia. Nuevos y muchos habitantes de cuevas de Belén, pueden suscitar muchos precursores.

Esta palabra: «precursor», no nos puede ser ajena. Por eso celebramos hoy el nacimiento de Juan Bautista.

«¿Qué será de este niño?», la respuesta debe venir desde el silencio de nuestro corazón.