10 de junio de 2012

Domingo segundo después de Pentecostés / SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y DE LA SANGRE DE CRISTO (Año B)

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Ex 24,3-8; Salm 115 12-18; Hebr 9,11-15; Mc 14,12-16.22-26

Un brindis. El salmista nos invita a hacer un brindis: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa para celebrar la salvación». Un brindis. Cuando estamos en una comida o cena con una cierta significación, al final, movidos por la satisfacción del encuentro y como queriendo prolongar el acontecimiento, levantamos la copa y expresamos con el gesto y las palabras el deseo de que la situación que se está viviendo se prolongue en el futuro.

Hoy que celebramos la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, la solemnidad del Corpus Christi, la liturgia tiene un aire de invitación al brindis.

Además de las palabras del salmista, hay matices interesantes en las otras lecturas.
En la primera lectura cuando Moisés transmite al pueblo todo lo que le ha comunicado el Señor, y encarga a los jóvenes ofrecer un sacrificio y lee en voz alta el documento de la alianza, el pueblo responde con un aire de brindis: «Haremos lo que dice el Señor y le obedeceremos en todo».

En el evangelio, durante la cena dice que Jesús tomó el pan y dijo: «Tomadlo: esto es mi cuerpo». Después levantó la copa para decir: «Esto es mi sangre».

¿Es un brindis? En todo caso son palabras que miran al futuro. En todo caso son palabras que ponen de relieve el amor de Dios que se derrama generosamente por todos los hombres, como un brindis de Dios, que está gozoso de compartir la mesa con sus amigos como un último gesto que anuncia el futuro del Reino, y que por lo tanto desea a sus amigos que lo que están celebrando allí como el anuncio del amor entregado hasta el extremo lo recojan y lo vivan. Lo vivan con una viva esperanza de volverse a reunir con el amigo bueno en la mesa definitiva del Reino.
¿Cómo pagaremos al Señor todo lo que ha hecho, todo lo que hace con nosotros? ¿Cómo le pagaremos nosotros, seres tan olvidadizos, tan inconscientes? Recordando. Con el recuerdo de la bondad del Señor. Como hace san Basilio: «El salmista ha comprendido los numerosísimos dones recibidos de Dios: del no ser ha sido llevado al ser, ha sido plasmado de la tierra y dotado de razón…; luego ha conocido la economía de la salvación en favor del género humano, reconociendo que el Señor se ha entregado a sí mismo en redención en lugar de todos nosotros, y, buscando entre todas las cosas que le pertenecen, no sabe cuál don será digno del Señor. "¿Cómo pagaré al Señor?". No con sacrificios ni con holocaustos…, sino con toda mi vida. Por eso, dice: "Alzaré el cáliz de la salvación", llamando cáliz al sufrimiento en la lucha espiritual, al resistir al pecado hasta la muerte. Esto, por lo demás, es lo que nos enseñó nuestro Salvador en el Evangelio: "Padre, si es posible, pase de mí este cáliz"; y de nuevo a los discípulos, "¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?", significando claramente la muerte que aceptaba para la salvación del mundo» (PG XXX, 109).

Juan Pablo II en su encíclica sobre la Eucaristía escribía: «Los Apóstoles que participaron en la Última Cena, ¿comprendieron el sentido de las palabras que salieron de los labios de Cristo? Quizás no».

Nosotros al celebrar la última Cena con cada Eucaristía ¿comprendemos? Quizás no. Porque si no vivimos la Resurrección, el nacimiento de un hombre nuevo en nosotros, difícilmente podemos tener experiencia de la fuerza y de la victoria del amor. Y sin esta experiencia difícilmente vivimos con fidelidad la eucaristía.

«La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, "misterio de luz". Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: "Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron" (Lc 24, 31)». (Juan Pablo II, encíclica sobre la Eucaristía)

Al celebrar la procesión con la eucaristía, al alzar la custodia por el claustro, pensemos que el Señor está levantando su copa fuera de la mesa del altar, y nos está deseando que el amor derramado en el memorial de la Pasión Muerte y resurrección del Señor, tenemos que prolongarlo en un amor mutuo y generoso con los hermanos.