31 de mayo de 2012

LECTIO DIVINA

Salmo 27 [28]

1 A ti, Señor, te invoco,
Roca mía, no seas sordo a mi voz;
que si no me escuchas, seré igual
que los que bajan a la fosa.
2 Escucha mi voz suplicante
cuando te pido auxilio,
cuando alzo las manos
hacia tu santuario.
3 No me arrebates con los malvados,
ni con los malhechores,
que hablan de paz con el prójimo,
pero llevan la maldad en el corazón.
4 Trátalos según sus acciones,
según su mala conducta;
págales las obras de sus manos
y dales su merecido
5 Porque ignoran las acciones de Dios
y las obras de sus manos,
que él los destruya sin remedio.

6 Bendito el Señor, que escuchó
mi voz suplicante;
7 El Señor es mi fuerza y mi escudo;
en él confía mi corazón;
me socorrió, y mi corazón se alegra
y le canta agradecido.

8 El Señor es la fuerza para su pueblo,
apoyo y salvación para su ungido.
9 Salva a tu pueblo y bendice tu heredad;
sé su pastor y llévalos siempre.


Ideas generales sobre el salmo

Es una súplica angustiosa y de ferviente acción de gracias. No se sugiere la clase de peligro: ¿una enfermedad¿ ¿una injusticia? Pone de relieve que espera en la Palabra, para que le ayude a escapar del peligro. Y finalmente, una acción de gracias por que ha sido escuchado, o porque en una confianza total en Dios ya le canta antes de que haya experimentado el socorro.

El peligro personal, la presencia de unos malvados, la acción de gracias, la presencia comunitaria… nos sitúa en un ambiente de súplica.

Tiene tres partes:

v. 1-5, súplica. El salmista habla de su situación, con la sensación de que el Señor está callado o ausente.

v. 6-7, acción de gracias. Ha sido escuchado, y ha superado su drama personal.

v. 8-9, añadido posterior con el tema de la monarquía. La súplica es ahora por todo el pueblo.

Podemos contemplar dos dramas: uno personal y otro social. Por un lado el personal, al mostrar la situación de un enfermo al borde de la muerte. Pero también hay un drama social, pues dedica bastante espacio a los enemigos. Da la impresión de estar viviendo en una sociedad hipócrita, de apariencias. No es una maldad de meras palabras, de murmuración, sino de acciones injustas. El silencio de Dios suscitaría gritos de alegría en sus enemigos. Si no actúa a favor del enfermo caerá en descrédito y será tenido en nada. Por eso clama a Dios con todo su cuerpo. Con los dos últimos versos, el enfermo ya no es una persona sino todo el pueblo.

Jesús mostró el rostro de Dios que no permanece sordo ante el clamor del pueblo. Jesús viene para trabajar al servicio de la vida, para que pudieran disfrutarla en plenitud.

Leer

Se pueden hacer varias lecturas, siguiendo estas «ideas generales» seguidas de una reflexión. Teniendo como punto de referencia el aspecto personal, o el aspecto comunitario. Otra posible lectura, teniendo como referencia a Jesucristo, como respuesta de Dios a los problemas de la humanidad.

Meditar

v. 1 Este verso es lo más individual del salmo. El hombre puede sentir opresivamente el silencio de Dios. Sentirlo como carencia o como vacío, es ya una cierta relación con Dios, o sea tenerlo dentro. Escuchar el silencio puede ser una experiencia profunda. El silencio puede ser un aspirar a escuchar la Palabra, una espera confiada. El silencio puede ser una apuesta por el Absoluto, en quien podemos encontrar la salvación. El silencio hace de nuestro corazón un lugar de revelación de Dios.

La inactividad de Dios ocasiona la muerte. «Si el Señor no me hubiera auxiliado, / ya estaría yo habitando en el silencio» (Sal 93,17). La intervención de Dios es cuestión de vida o de muerte.

Sentir el silencio como vacío, como soledad angustiosa, es un modo de afirmar a Dios. Es un modo de decir: no puedo prescindir de ti; es una manera de apreciar que Su inactividad produce la muerte.

Pero hay personas que hoy no pueden soportar ese silencio y adoptan una postura increyente y crítica. Es el escándalo, hoy, de muchas personas ante el dolor y las angustias de nuestra humanidad. Una prueba para la fe en Dios

Podemos considerar también el grito de Jesús en la Cruz, que se siente abandonado por el Padre, y rechazado por los hombres: Mt 27, 46-50.

v. 2 La oración es un grito. Desgarrado, angustioso, en muchas ocasiones. Un grito que brota de lo íntimo del corazón. En la oración, toda la persona se abre a Dios. Es el grito de la persona a Dios con sus afectos y sentimientos.

El salmista juega con dos términos: lo alto y lo bajo. De lo alto baja el silencio que precipita a la muerte, a la nada. De lo bajo se levantan unas manos que se alzan hacia arriba y destruyen el silencio. La oración es un puente de comunicación entre lo alto y lo bajo.

«El templo por excelencia es Cristo. En Cristo Dios se reconcilia con el mundo. Quien levanta su alma a Cristo la eleva hacia este Templo que es también su Gloria» (Orígenes).

v. 3 Dios no puede tratar por igual a inocentes y malvados. Los malvados ignoran las acciones de Dios, no reconocen que Dios interviene activamente en la historia. «Se estafan unos a otros, y no dicen la verdad, entrenan sus lenguas en la mentira, están depravados, y son incapaces de convertirse, fraude sobre fraude, engaño sobre engaño, y rechazan mi conocimiento. Por eso dice el Señor: Yo mismo los fundiré y examinaré, pues no puedo desentenderme de mi pueblo» (Jer 9,7).

Y lo pone de relieve el poeta:

«Hombres y mujeres
domados, sometidos.
Es apremiante rebelarse
y ahuyentarlo todo:
el miedo, el rencor, el odio…
Todo menos el amor».

(Federico Mayor)

v. 4 El salmista pide a Dios que les devuelva lo que se merecen. Dios justiciero, Señor, Dios justiciero, resplandece. Levántate, juez de la tierra, paga su merecido a los soberbios. «¿Hasta cuando, Señor, los malvados, hasta cuando triunfaran los malvados» (Sal 94 (93). Y el profeta Isaías: «El Señor contempla disgustado que ya no existe justicia. Ve que no hay nadie, se extraña de que nadie intervenga» (59,15s).

Y ¿cuál es la respuesta de Dios?: «Vuestro Padre celestial hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos» (Mt 5,45). «Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace germinar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia, y los elogios ante todos los pueblos» (Is 61,11).

v. 5 Se refiere a la intervención de Dios a favor de los inocentes. La obra de Dios no puede ser ignorada sino por el corazón torcido, doblado sobre sí mismo, y en la tiniebla (cf. Rom 1).

v. 6-7 Se expresa el júbilo por la acción de Dios que ha dado respuesta a la súplica. Se repite la palabra «corazón», resaltando como la oración de súplica ha nacido desde el corazón, ha gritado con el corazón. Quizás ahora se siente fatigado, pero puede escuchar la Palabra de Jesús: «Venid a mi, todos los que están cansados y agobiados que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde: encontraréis vuestro respiro, pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mt 11,28s).

Es el descanso en el amor. El corazón del hombre descansa en Dios: «Nos ha hecho, Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti» (San Agustín).

v. 8-9 Lo que hasta aquí tenía una dimensión personal pasa ahora a un horizonte más amplio. El poder de Dios que se despliega en todo el pueblo. La fuerza de un pueblo no está en su prosperidad material, sino en la vivencia de unos valores humanos que aglutinan en la comunión, en la fraternidad, a sus gentes. Y nada más profundo que la fuerza y la bendición de Dios que vivir ese horizonte de paz.

Orar

«¿Quién deshará este nudo sumamente tortuoso y enredado? Es feo; no quiero volver los ojos a él, ni quiero verlo. Te quiero a ti, justicia e inocencia hermosa y agradable a los ojos puros y de insaciable saciedad. A tu lado está el descanso total y la vida imperturbable. Quien entra en Ti, entra en el gozo de su Señor y no tendrá miedo y se hallará extraordinariamente bien en el sumo bien. Yo me alejé de Ti y anduve errante, Dios mío, muy lejos del camino de tu estabilidad en mi adolescencia y fui para mi mismo una región de pobreza» (San Agustín, Las Confesiones L,2,X).

Contemplar

«Que todos se levanten.
Que nadie quede atrás…»
(Libro sagrado de los Mayas)

¿En un tiempo de silencio, qué imágenes despiertan estos dos versos, al hilo del Salmo?