27 de mayo de 2012

LA CARTA DEL ABAD

Querida M.ª Luisa:

Es muy bonito el texto que me pones de Tagore: «Vengo a ti para que me acaricies antes de comenzar el día, para que tus ojos se posen un momento sobre mis ojos. Que acuda a mi trabajo sabiendo que me acompañas, amigo mío». Y quedarte en silencio dejándote acariciar y mirar por Él. No sé definir la oración, pero creo que puede ser este silencio. Estar, no hacen falta palabras.

Qué mejor caricia que la luz de un nuevo día. «La luz que envuelve a Dios como un manto». La luz que viene como mirada que destella belleza, y compañía. Es el Dios amor que nos acompaña, es el huésped amable que cambia nuestra vida como se canta del Espíritu que llevamos como en un templo:

«Descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos».


Este es nuestro huésped más deseado, más necesario, que está en todos, en todas las criaturas repartiendo sus dones diversos. Necesitamos estar juntos, para pacificarnos, y sentir su mirada en el corazón. Una mirada que es luz para el camino, y sabiduría para saber hacer bien este camino que no hago en solitario. Una mirada lo suficientemente profunda para descubrir la misma brisa, el brillo de la misma luz, en el rostro y en el corazón de quien camina conmigo. Este es huésped, el Amigo bueno que nos hace buenos, y como dice un bello verso:

«No puedo amarle sino a través del hombre,
espejo de mi Dios!
Mirarle a los ojos es sentir
cantar una canción de amor».


Me gusta tu silencio, porque es un silencio que me abre a un horizonte grande, universal. Un silencio que ayuda a trabajar un corazón abierto a toda persona. Un silencio que hace crecer paz en el corazón, hasta derramarse desde el corazón pacificado.

Nuestra vida debería ser una canción de amor. Un canto que Dios hace elevar desde el corazón, para hablar del Amor. Porque somos templo del Amor. Y esto nos da una capacidad para el amor que nos pone en el sendero del verdadero sendero de la vida. Una canción de amor cuyas notas debemos escribir en nuestro pentagrama, con las notas que me proporciona la vida de los compañeros de viaje.

Quedarse en silencio, y dejar suelto el corazón. Sí, es la mejor oración; porque quedarse en silencio es dejar que hable el corazón. Y el corazón solo tiene una palabra auténtica: Amor. Una palabra que pronuncia en nosotros el Espíritu. Y que luego en nuestra lengua humana se traduce en otra distinta: servicio. ¿Qué mejor oración y qué consecuencia pueden ser mejores que esto?

Quédate en silencio, y déjate acariciar y mirar por él. Un abrazo,

+ P. Abad