27 de mayo de 2012

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Hech 2,1-11; Salm 103; 1Cor 12,3-7.12-13; Jn 20,19-23

«No puedo amarle sino a través del hombre,
espejo de mi Dios!
Mirarle a los ojos es sentir
una canción de amor».

Levanto la mirada, y contemplo una comunidad reunida en torno a un altar, contemplo la comunidad y escucho una canción blanca. Me acerco a esta comunidad, entonces contemplo su rostros diferentes que revelan maneras de ser distintas, historias diversas, rostros que hablan de virtudes y también de puntos oscuros.

Levanto la mirada hasta contemplar el grupo de fieles que habitualmente nos acompañan. Sus rostros son menos conocidos, pero también diversos, vestidos también diversos en sus colores y formas, todo un indicio de historias diversas. Que hablan también de puntos de luz y de sombra.

Levanto la mirada, contemplo vuestro rostro, vuestros ojos y siento una canción de amor. Es la melodía del Espíritu Santo que habita en vosotros, que distribuye dones diversos, pero es una sola la fuente. Es la melodía del Espíritu Santo, que quiere hacer de nuestras vidas una canción de amor.

Es la canción que vamos escribiendo a la luz del Espíritu sobre el pentagrama del corazón. Con las notas y los silencios de nuestra vida.

La canción no siempre nos sale con una letra buena y atractiva, por la torpeza de nuestra mano y la falta de luz en el corazón. La canción no siempre nos sale bien afinada, con una buena tonalidad. Pero debemos saber, y así nos lo sugiere la Palabra de Dios que nuestro objetivo es llegar a ofrecer un buen concierto, que necesitamos dedicar tiempo a ensayar la canción, a pulir deficiencias.

Como creyentes y templos del espíritu Santo tenemos esta responsabilidad, esta tarea necesaria. Así nos los pide Jesucristo en el evangelio que acabamos de escuchar: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo», nos dice. Cristo nos envía, pues, para que el mundo nos mire y escuche una canción de amor. Así lo sugiere también Pablo cuando escribe a la comunidad de Corinto: «a nosotros nos ha puesto el Señor como espectáculo ante el mundo entero» (cf. 1Cor 4). Una canción de amor. Esta es nuestra responsabilidad y nuestro objetivo principal.

Ahora bien, la Palabra de Dios nos advierte que «hay diversidad de dones, diversidad de servicios y de funciones». Esto complica un poco las cosas. Pero las complicaciones se pueden ir simplificando, y resolviendo también, si consideramos que todo debe resolverse en buscar el bien común. Todo debe contemplarse en la línea de perfilar una buena melodía, de que el mundo nos mire y escuche una canción. Nos puede salir una canción a voces. Yo creo que más bien nuestra canción es una canción a voces. Lo provoca nuestra diversidad, los diferentes dones que reparte el Espíritu. Pero las diferentes voces pueden hacer que la canción tenga una belleza mayor.

En cualquier caso no podemos dejar de mirar a los ojos de los demás para descubrir en ellos, más allá de sus oscuridades, la belleza de la luz y de la paz que rezuma su corazón y que son las notas para una canción de amor.

La Eucaristía es un momento precioso en que Cristo se hace presente y nos dice: «Paz a vosotros». Es la paz el don de su Espíritu que pone la primera y más preciosa nota de una canción de amor.

Nuestra vida debería ser una canción de amor. Un canto que Dios hace elevar desde el corazón, «un solo corazón y una sola alma», para hablar del Amor. Porque somos templo del Amor. Y esto nos da una capacidad para el amor, que nos pone en el verdadero sendero de la vida. Una canción de amor cuyas notas debemos escribir en nuestro pentagrama, no solo con mis notas, sino con ayuda de las notas de nuestros compañeros de camino.

Pero como amigos de Jesús debemos «permanecer juntos». Quedarse en silencio y dejar que hable el corazón. Es la mejor oración. La invocación más fuerte para atraer sobre nosotros los dones del Espíritu Santo.

«Ven, dulce huésped del alma,
descanso en nuestro esfuerzo.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.

Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos».