22 de febrero de 2012

MIÉRCOLES DE CENIZA

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Joel 2,12-18; Sal 50 3-6.12-14.17; 2Cor 5,20-6,2; Mt 6,1-6.16-18

«En la cuna del día que nace, la noche amorosa dejó su mensaje». San Juan Crisóstomo tiene otra versión: «Que mi silencio, Señor, dé lugar a tu palabra». El poeta tiene otra: «Para mí el silencio es la clave o la raíz de la palabra. La palabra se forma cuando se hace silencio. El silencio es el territorio de la palabra. La palabra viene de una larga espera, de un prolongado silencio. Silencio, desierto, noche. Exige la palabra entrar en "la noche del sentido, en la tierra desierta, seca y sin camino" de la que habla San Juan de la Cruz».

Al empezar la Cuaresma es importante esta palabra: silencio. Si queremos que en la cuna del silencio se recline nuestra palabra más significativa, más hermosa: la Pascua.

Este mensaje de la Pascua que debe acoger la cuna del silencio, va precedido de palabras importantes y necesarias que son en tejido básico de la Pascua.

1. El corazón

La liturgia de hoy nos dice: «Rasgad los corazones». ¿Qué es el corazón, este músculo palpitante que desde siempre ha tenido pendiente al hombre? Nadie puede prescindir del corazón. Amar con el mismo corazón no siempre es amar con el mismo amor. El corazón tiene la nobleza de ser el centro de la persona, el centro de todo humanismo. Centro y fuente de la vida y del amor que da sentido a la vida. De toda vida. De ahí la recomendación de la Palabra a rasgar el corazón, en unos tiempos de dureza de corazón, de humanidad dura. Necesitamos crecer en sensibilidad, en ternura, cuando no en educación en nuestras relaciones humanas. Y mucho también en solidaridad con los aparcados de esta sociedad.

2. Conversión

Para configurar una fe viva. Si la fe es la vida de Dios en nosotros, quiere esto decir que siempre tenemos necesidad de estar girando hacia ese horizonte divino. Nunca podemos decir que tenemos una fe ya hecha. Quien dice que no necesita conversión es que está malformado.

3. La plegaria, el ayuno y la limosna

Son las tres palabras más características del tiempo de Cuaresma. Y quizás no siempre valoradas como se merecen en nuestra existencia. Yo creo que se reza, aunque quizás no mucho, pero es evidente que se ora poco. Muy poco. «Cuando reces, dice la Palabra, entra en tu cuarto y reza al padre que está en lo escondido». Orar es interiorizar, adentrarte en tu interior, lo más interior que puedas, porque ahí se deja oír la voz de Dios. Y si oímos su voz nuestra vida irá tomando un estilo diferente, evangélico. Pero difícilmente podemos entrar en el interior si nos topamos con un corazón endurecido, hermético. Quizás nos atrae más permanecer sentados en el exterior, como aquellas personas sencillas de los pueblos que al final de la jornada se sentaban a descansar a la brisa de atardecer a la puerta de su casa. Decían: «a tomar la fresca». Y claro, así nos podemos volver unos frescos. La oración es la respiración del alma, dice el Crisóstomo.

Tomada en serio la oración, agarrados por Dios, podemos prescindir de muchas cosas: de comida, de tiempo, de caprichos… Llegar a vivir aquella sabia sentencia de san Francisco de Asís: «Deseo, realmente, pocas cosas, y las pocas cosas que deseo las deseo muy poco». Entonces ya no hacen falta perfumes ni lavarse la cara, sino compartir desde la generosidad que te despierta Dios y lo que tú pones de tu parte de recortar tus deseos. Y esto tiene un nombre: limosna.

«¿Me dirás que eres pobre para dar limosna? Precisamente porque eres pobre puedes practicarla más. Pues el rico embriagado por la abundancia de su dinero, prisionero de una fiebre insaciable, solo piensa en hacer crecer loo que tiene; el pobre, en cambio, como está libre de esta enfermedad se desprende más fácilmente de lo que tiene. Recordad que no retenemos lo que es nuestro sino de ellos».

4. Reconciliación

«Dejaos reconciliar con Dios. Os dejo un mensaje de reconciliación» (2Cor 5,18) Y esto no se refiere a confesarse, sino a vivir el servicio de unidad y reconciliación con los hermanos. Quien no vive esto no es cristiano.

Difícilmente será Pascua en tu vida dentro de 40 días, o al final del camino si no tienes en cuenta esta media docena de palabras.