12 de febrero de 2012

LA CARTA DEL ABAD

Querida Carmen:

Hoy vivimos en una sociedad masificada. La sociedad del hombre masa. El hombre se siente arropado en la masa. Los macroconciertos del mundo joven, las grandes demostraciones políticas (mítines de partidos) sociales (excursiones programadas para grupos) deportivas. Incluso las grandes concentraciones religiosas. Unas fuerzas externas «tiran» de la persona para «sumarla» numéricamente a otras personas. Y sacar de toda la masa un mismo grito, un solo y único rugido; incluso una sola plegaria (que no nace, este caso de un mismo corazón y una misma alma). La persona humana se ve contagiada y arrastrada por una fuerza exterior y sumida en la ola de una fascinación momentánea.

Y todo esto puede ser, en ocasiones, y para algunas personas una experiencia positiva, pero dudo que sea, como fenómeno general un camino pedagógico eficiente para las personas.

Me sugiere esta reflexión las palabras de tu carta: «En mi profesión de enfermera, a menudo me veo en la necesidad de acoger la dimensión humana para poder ayudar a comprender la realidad que ha de abrir nuevos caminos a la persona. ¡Hay tanta bondad en el corazón de las personas, hay tanto dolor, tanto miedo! ¡Nos conocemos tan poco, es tanta nuestra ignorancia!».

Porque una maduración auténtica de la persona necesita, en camino hacia una vida equilibrada de una atención personal, de acoger la dimensión humana, del otro, cual si se tratase de un paciente, que de hecho lo es, como es el caso de los enfermos con los que te relacionas en tu trabajo, como lo es en cada uno de nosotros.

Yo creo que la vida es bella, es fantástica, como un castillo de fuegos de artificio, pero que esta tejida por una gran cantidad de hilos, que la hacen muy compleja, y entonces los fuegos de artificio pueden saltar incontroladamente y hacer daño. La vida es bella, pero necesitamos adentrarnos por los senderos de esta belleza, que son muchos y diversos. Y será necesario ayudarnos para ir abriendo esos nuevos caminos que son los van dando aliciente a la vida, que nos animan a vivirla con deseo, con pasión.

Necesitamos un camino pedagógico de cara a la persona. A cada persona. La educación, a la postre, siempre tiene que ser personalizada, o no será tal. Hoy los poderes fácticos, todos, no están por ese camino pedagógico. Nunca lo han estado, y hoy mucho menos. Los poderes fácticos se sienten mejor con el hombre masa, el individuo dócil, que asiente dócil a sus intereses.

Hoy, la persona humana está enferma, en una sociedad manejada por fuerzas o poderes ocultos que desbordan a estos mismos que detentan dicho poder. Y los caminos se van haciendo cada día más intransitables. Pues necesitamos conocernos más profundamente a nosotros mismos: descubrir como dices en tu carta, nuestra bondad, nuestros miedos y dolores, nuestras esperanzas y alegrías… en una palabra hacernos conscientes a nosotros mismos de nuestra capacidad para abrir en la vida nuevos caminos, lo cual solo está al alcance de las mentes y corazones equilibrados.

Y por supuesto siempre será camino obligado «acoger la dimensión humana» en un servicio profundamente humano.

Muchas gracias, Carmen, pues tus palabras y tu gesto me ayudan a ser un poco menos «hombre masa». Un abrazo,

+ P. Abad