19 de febrero de 2012

LA CARTA DEL ABAD

Querido Vicente:

Me dejaste pensativo con tus comentarios sobre el ambiente de tu clase con los alumnos de primaria: «casi una mayoría de los alumnos, hijos de familias desestructuradas, por otro lado la poca comprensión, o escasa sensibilidad de muchos padres de cara a vuestra difícil labor educativa, las dificultades crecientes en la atención y el estudio; por si fuera poco, ahora en época de crisis, recortes en personal y ayuda económica a la enseñanza».

Comentarios que no es la primera vez que los escuchaba, dado mi interés por las cuestiones de la enseñanza desde mí también condición de maestro.

Y todo esto es un síntoma más, y un síntoma grave de la desorientación de una sociedad que va abdicando poco a poco de esa ayuda necesaria para construir la persona. Que, evidentemente, no fragua por generación espontánea.

Hoy, la sociedad, o la persona, dice «sí» a un tema, a un valor. Mañana dice lo contrario a lo mismo sin ningún rubor; hoy se defiende que esta tela es blanca, mañana la misma tela se dice que es negra; Hoy te quiero, mañana sigamos cada uno nuestro camino, y esta es la lógica que va dominando. Es el terreno perfectamente preparado para tener dominado por completo a la persona humana, que cada vez irá teniendo menos de persona, y fácilmente dominado por una emoción hábilmente suscitada por los «poderes» que obran en la oscuridad. De acuerdo a sus exclusivos intereses.

La vida de una persona creyente no puede ir por aquí. La persona creyente es una persona unificada en si misma o que está trabajando día a día por esta unificación, y no puede dejarse llevar por la primera y superficial emoción que quiere transmitirle el charlatán de turno, o el que busca un interés egoísta a costa de quien sea y de lo que sea.

Pero yo creo que más allá de la manipulación interesada de esos poderes fácticos que quieren manipular para su propio beneficio, que más allá de esta alienación de los débiles, hay una fuerza regenerativa en la vida, o en la naturaleza, que tiende siempre a una regeneración en virtud de la fuerza interior de que dispone, de su capacidad renovadora y creadora. E indudablemente, esto hace nacer la esperanza de que algo nuevo presagia todo este panorama que estamos contemplando en esta sociedad en la que nos quieren tener siempre pendientes de la canción del momento, como hace unos años estaba de moda la canción del verano. La canción del momento del año pasado era la gripe; la canción del momento es la crisis, y la próxima. ¡No lo se!, no me atrevo a dar un pronóstico. Pero sí que tengo la impresión de que se está jugando con un fuego sagrado. Lo más sagrado de esta vida, de este mundo: la dignidad de toda persona humana. Una dignidad que resalta solamente por eso: por ser persona, aunque esté desprovista del pan de cada día; pero, a la postre, los ruidos de los cubiertos de una infinidad de platos escrupulosamente selectos, para comensales saciados, despertaran esa dignidad despreciada.

Sigue amando tu servicio de magisterio, que es de los servicio más dignos, y yo diría cuasi sagrados. Es una manera, también, de enseñar a valorar cualquier otro camino de servicio de la persona. Quizás por esto mismo no lo valora nuestra sociedad en todo lo que merece. Un abrazo,

+ P. Abad