4 de septiembre de 2011

LA VOZ DE LOS PADRES

TEXTOS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
Domingo 23º del Tiempo Ordinario (Año A)

Del comentario al Evangelio según San Mateo, de Orígenes, presbítero
«Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo, aquí en la tierra para pedir algo, mi Padre del cielo se la concederá». Los músicos usan la palabra "concierto" para indicar de una manera particular este acuerdo de las voces. En efecto, en la armonía hay sonidos que forman acordes, mientras que otros sonidos forman disonancias. En otro lugar, el evangelio vuelve a usar esta palabra: symphoneuo, proveniente de la ciencia musical, que traducimos por ponerse de acuerdo. En la parábola del hijo pródigo nos dice que cuando el hijo mayor se encontraba cerca de la casa, oyó symphonias, es decir, músicas, y bailes. Era necesario que el hijo de la perdición, una vez encontrado, sintiera resonar un concierto para alegrar toda la casa, en signo de la armonía restablecida con su Padre gracias al arrepentimiento.

Pero si quieres ver cómo este acuerdo reina sobre la tierra entre los hombres, entonces fíjate en aquellos para los que fueron pronunciadas estas palabras: «Estad unidos unos a otros con un mismo espíritu y con unos mismos sentimientos», y como intentaban realizar esta palabra: «La multitud de los creyentes no tenían sino un solo corazón y una sola alma». Vivían unidos de tal modo, que entre ellos no había la menor disonancia, como las cuerdas del salterio dan siempre acuerdos armónicos. Porque la disonancia divide, mientras que la armonía une. Las disonancias hacen huir al Hijo de Dios, que sólo se encuentra allí donde reina la armonía: «La perfecta cohesión de los espíritus», tal como dice el Apóstol, es decir, la comunión en los mismos principios de la fe, y la cohesión de las voluntades, es decir, el hecho de compartir la misma vida. He aquí el sentido de las palabras del evangelio: «si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, mi Padre del cielo se la concederá».

Está claro que si el Padre del cielo rechaza a algunos lo que piden, es que en la tierra no han sabido unir sus voces. Esta es la razón por la que a menudo no somos escuchados en nuestras peticiones: porque entre nosotros no hay acuerdo en esta tierra, ni en el pensamiento, ni en nuestra manera de vivir. Y, con todo, nosotros somos el Cuerpo de Cristo. Dios ha dispuesto los diversos miembros, cada uno en una perfecta cohesión y en un perfecto acuerdo: «Si un miembro sufre, todos los demás sufren con él, y si un miembro es honrado, todos los demás se alegran con él». Nosotros, pues, debemos procurar mantener y conservar este acuerdo, nacido de la divina armonía. Porque del mismo modo que un concierto de voces discordantes es desagradable al oído, Dios no puede experimentar complacencia hacia la Iglesia cuando sus cantos son discordantes, y ni siquiera los escucha. Procuremos, pues, estar en perfecta armonía, para que, reunidos en el nombre de Cristo, tengamos a Cristo entre nosotros, él que es la Palabra de Dios, la Sabiduría de Dios, la Fuerza de Dios.