25 de septiembre de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querida Mª Carmen,

Me recuerdas unos versos de Rilke: «La obra de los ojos esta hecha, haz ahora la obra del corazón». Y me comentas: «Palabras preciosas, pero un poco difícil de conseguir; no sé como se hacen las obras del corazón, pongo el corazón en muchas cosas, pero esto no sé si esta dentro de su obra.»

Yo lo que considero difícil es explicar a una madre como tú, cuales son las obras del corazón. Mira: en el libro de Proverbios vienen unos versos que dicen: «Por encima de todo cuidado, guarda tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida» (Prov 4,23).

Y en este mundo ¿quien guarda mejor la vida que una madre?, ¿quien sirve más y mejor a la vida que una mujer, una madre? Yo creo que una mujer, y una madre sobre todo, está permanentemente haciendo la obra del corazón, porque siempre está al servicio de la vida. ¡Sé mujer, sé madre! ya estás haciendo la obra del corazón.

Nos ha tocado vivir en tiempos de una sociedad dura, competitiva hasta la violencia, con mucha ignorancia en todo lo que tiene de valioso, de belleza, de bondad, entonces la obra del corazón es un servicio que se nos pide de manera especial a los cristianos, y a todo aquel que se precie de cierto nivel de humanidad. La injusticia es una obra contra el corazón. Y la injusticia en esta sociedad se da sin medida, como las aguas desbordantes provocadas por el huracán. Las injusticias recortan la ilusión y la esperanza a la vida.

Es una obra del corazón asumir la palabra de san Pablo: «Manteneos unánimes, y concordes con un mismo amor. Considerar superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad el interés de los demás.» ¿Acaso esa palabra de Pablo no es una palabra a favor de la vida? Difícil palabra, sin embargo, esta enseñanza de Pablo. Y ya no solamente difícil en la sociedad, sino en la misma Iglesia, en las comunidades, religiosas, en los hombres y mujeres de Iglesia. ¡Concordes en un mismo amor! qué horizonte más luminoso el que nos está invitando a trabajar.

Hay que poner el corazón no en «muchas cosas», sino «en todas». Pero la acción puede brotar de un corazón superficial, inconsciente. Debemos dejar que la palabra vaya despertando espacios cada vez más profundos del corazón, y desde esta interioridad dejar que nazca un nuevo dinamismo de vida.

Y para esto el Creador os ha dotado, a las mujeres, a las madres, de unos dones que no tienen otras criaturas como los hombres. Mª Carmen, haz cada día la obra del corazón. Un abrazo,

+ P. Abad