4 de septiembre de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querido Ramón,

«A nadie debáis nada, más que amor; porque el amor tiene cumplido el resto de la ley… Uno que ama a su prójimo no le hace daño.»

El amor es la energía que mueve el mundo. Este mundo, fiel a esa ley de la energía divina, continúa su curso un día y otro día... La parte de libertad de este mundo que está ubicada en la criatura humana ya fluctúa más, quizás porque la criatura humana no llega a ser del todo consciente de la sabiduría y de la fuerza del amor. Un amor fiel a la energía original.

Me gusta el párrafo de tu carta donde escribes: «Yo me encuentro dentro de Dios, desde mis 34 años, cuando se me permitió ver al mismo Dios, que me enseñaron, en unas dimensiones de amor, en evolución constante hacia Él, que todavía me seduce en los últimos años de mi vida, como si lo estuviera palpando».

Todos nos encontramos dentro de ese Dios amor, o también me gusta afirmar que ese Dios amor está dentro de nosotros para engendrar en nuestro interior esa gran energía del amor que tanto necesita nuestra sociedad. Porque creo que solamente podemos evolucionar hacia Él desde nuestro «yo» más íntimo, para vivir su seducción.

Yo creo que cuando dos jóvenes, un muchacho y una muchacha, viven un amor autentico, viven la seducción del amor, lo viven, sí, pensando en el otro, que tienen delante o lejano, pero cada uno vive la experiencia desde la presencia del otro en el propio corazón. ¿Qué es más real?, ¿qué es lo que permite vivir una verdadera seducción del amor?: ¿la vivencia externa, o la interior?

Con Dios sucede lo mismo, o quizás no, porque a Dios no lo vemos fuera de nosotros, ni cerca, ni lejos; no es un objeto. Dios sólo puede ser experiencia dentro de mí; solo se nos permite ver a Dios en la experiencia de nuestro corazón. Y dudo de la eficacia de los predicadores de la divinidad que no alcanzan el corazón de sus oyentes. Recordaran doctrinas que nuestros antepasados en la fe vivieron, pero que si nosotros no vivimos, no sirven para nada.

Por esto es tan importante el mensaje de reconciliación del evangelio (Mt 18,15-20), el mensaje de perdón y reconciliación que nos ha traído Jesucristo, (2Cor 5,18s), y que necesita arraigar mucho más en nuestros corazones.

Todo esto viene a recordarme a Ramón Llull en su Libro del Amigo y del Amado: «El Amigo halló a un hombre que moría sin amor. Y el Amigo lloró por la ofensa que esta muerte hacía a su Amado. Dijo al moribundo: ¿Por qué mueres sin amor? —El hombre respondió: Porque yo jamás he hallado a nadie que me enseñara la doctrina del amor, porque nadie ha nutrido mi espíritu para hacer de mí un enamorado. Y el Amigo dijo suspirando y llorando: ¡Oh devoción! Cuando será lo bastante amplia para echar fuera el pecado y para dar a mi Amado una legión de fervientes y valientes enamorados para cantar por siempre sus perfecciones? (n. 209).

Verdaderamente, Ramón necesitamos tu tarjeta de visita: «Ser» menos que «nada», amor y mucha imaginación a favor de este Dios. Me queda algún punto más de tu carta para comentar, pero lo dejo para otro día. Te deseo una feliz fiesta de san Ramón. Que él te bendiga. Un abrazo,

+ P. Abad