25 de diciembre de 2013

NAVIDAD

MISA DE MEDIANOCHE
Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Is 9,1-3.5-6; Salm 95; Tit 2,11-14; Lc 2,1-14

«En la hora de la vela nocturna ha resplandecido el día consagrado. La noche tenía tanta luz como el día, se convierte en pleno mediodía. Escuchad al ángel: Os ha nacido el Salvador en este día, no en esta noche. Sí, la noche ha pasado y el día se echó encima; el auténtico día del día, la salvación de Dios, Jesucristo nuestro Señor, el Dios soberano, bendito por siempre». (S. Bernardo, Serm 5 In nativ.)

Qué hacemos nosotros de nuestras noches? Noches que no llegan a la luz del mediodía… Quizás la luz del Nacimiento nos pueda orientar en nuestras noches. Recuerdo un reportaje reciente:

«Sin enemigo no hay guerra, comenzaba, para continuar después: Durante unas horas en las trincheras de la Primera Guerra Mundial los soldados alemanes y británicos se miraron a los ojos y descubrieron que eran incapaces de dar tiros en plena Navidad. La guerra había empezado 4 meses antes, e iba a durar 4 años. De repente la noche de Navidad se sintieron unas voces en medio de la niebla que envolvía las trincheras: eran soldados alemanes cantando Noche de Paz. Un oficial alemán se acercó, las manos levantadas a la línea británica para pedir permiso para enterrar a los muertos, que yacían en las trincheras a decenas. Espontáneamente, aquella noche soldados de diferentes regimientos cruzaron las líneas enemigas e intercambiaron saludos, cartas, cigarrillos bebidas. La tregua culminó con un partido de futbol en aquellos campos helados de Flandes. Acabada aquella tregua espontánea, les costó mucho a los comandantes convencer a sus hombres para volver a tomar las armas. Eran incapaces de disparar un tiro. Durante unos días se dedicaron a lanzar los tiros al aire, a las estrellas, a malgastar la munición. No veían al enemigo.»

En aquella noche, los soldados sumidos en las tinieblas de la guerra y de la violencia se miraron a los ojos y vieron una luz, y se abrieron a la alegría. En la niebla de aquella noche mostraron que a su corazón había llegado la luz de Navidad que 20 siglos antes había envuelto a los pastores de Belén. Y unas horas bajo la experiencia, el resplandor de esa luz, les lleva a romper el yugo a la guerra, de la violencia, y lleva al soldado a dejar sus botas, y limpiar el campo de la sangre del odio de la guerra.

El amor de Dios se ha revelado y ha nacido como Salvador de todos los hombres. El amor de Dios, gracias a la disponibilidad de santa María se ha abierto el camino hasta el corazón de la humanidad. Y a partir de este momento el Reino de Dios como enseñará Jesús sufre la violencia, la tensión entre la luz que ha arraigado en el corazón de la humanidad, y el corazón de cada uno de nosotros, hombres y mujeres de esta humanidad peregrina y doliente que se debate, por su parte, en una viva tensión entre la luz y las tinieblas.

Y en esta noche vuelve a escucharse la invitación a dar gloria a Dios y a vivir una relación de paz con nuestros hermanos. Esta noche vuelve a recordarnos aquella noche que tenía tanta luz como el día. Esta noche nos invita a descalzarnos las botas, y a romper yugos pesados. Esta noche nos invita a salir de nuestras trincheras y a mirarnos a los ojos y descubrir que podemos y que debemos trabajar por hacer un mundo nuevo, un reino que se sostenga sobre el derecho y la justicia, porque el amor de Dios se sigue manifestando en la vida de la humanidad, pues como nos dice también el Papa Francisco: «Dios siempre ha buscado a su pueblo, lo ha guiado, lo ha custodiado, ha prometido que estará siempre cerca. Dios camina con nosotros». (Entrevista 14.12.2013)

Un Dios que nos enseña «a vivir en este mundo una vida de sobriedad, de justicia y de piedad», en la esperanza de que se manifieste la gloria de Jesucristo.

Y para esto Dios quiere caminar con nosotros, viene a mirar a la humanidad más de cerca, viene a sondear tu corazón a vibrar dentro de él, dentro de ti y romper tu crispación. Viene para dejar en tu vida, en tu corazón un mensaje de paz, para proporcionarte una mirada profunda, sencilla y profunda, de manera que sepas mirar a los ojos de quienes están en otras trincheras de esta vida, y después… seas incapaz de tener un gesto, un palabra de violencia.

Hoy ha nacido para ti, para mí, para todos los hombres un Salvador, que quiere decir su amor a todos los hombres.