27 de enero de 2013

LA CARTA DEL ABAD

Querida María Luisa:

En el próximo domingo, tercero del Tiempo Ordinario, el evangelio recoge un texto de san Lucas, que nos ofrece el primer anuncio de la Buena Nueva de Jesús. Cuando empieza la primera evangelización. Hoy, con el Año de la Fe, estamos empeñados en llevar a cabo una nueva Evangelización, en una sociedad difícil, quizás más difícil que en tiempos de Jesús. Aunque esto nunca se puede saber con certeza. A Jesús, al final lo rechazan y lo crucifican. Hoy también Jesús es rechazado y crucificado.

Quizás, esto nos podría poner frente a este evangelio de la primera evangelización realizada por Jesús, y considerar algunos puntos que nos puedan dar luz para nuestra evangelización.

«Jesús viene con la fuerza del Espíritu». Ha estado en el silencio del desierto, y viene con la fuerza del Espíritu. Y «su fama se va extendiendo con rapidez».
Va a los suyos, a Nazaret y a la sinagoga como solía hacer cada sábado, como persona profundamente religiosa. Y lee a Isaías: «El Espíritu está sobre mí, porque él me ha ungido… Hoy se cumple esta Escritura» dirà al final. Es verdad, llega a Nazaret precedido por la fama de ser llevado por este Espíritu. A continuación pone de relieve la motivación de su venida: «dar la Buena Noticia a los pobres, anunciar la libertad, dar vista a los ciegos, liberar de la opresión… Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír». Ni que decir tiene que un mensaje de este calibre era para despertar el interés. Por esto subraya el evangelio: «toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él».

Todos miran a Jesús. Podríamos entender: todos los que estaban en aquel momento en la sinagoga, y también todo el pueblo judío que habitualmente escuchaba la Palabra de Dios, reunido en la sinagoga.

«Jesús se sentó». Posiblemente mirando a aquellas gentes de su pueblo. «Este pueblo tenía los ojos fijos en él». Se cruzan las miradas. Este gesto es muy importante en la evangelización: la mirada del evangelizador, y la mirada de quien es evangelizado.

El evangelio subraya repetidas veces la mirada de Jesús: cuando llama a sus discípulos (Jn 1,38); la mirada al Padre (Jn 5,19); la mirada a la pecadora (Jn 8,8), la mirada al joven rico (Mc 10,21); La mirada a Zaqueo (Lc 19,5); la mirada a Pedro que le acaba de negar (Lc 22,61)… Y otras más, todas ellas de sumo interés.
No todos aceptan la mirada de Jesús, pero Jesús manifiesta la fuerza del Espíritu que mueve toda su persona y su vida, cumpliendo ese anuncio primero, como un gesto profundo, extremo, de amor que le lleva a la Cruz. Él pasaba mirando, escuchando, haciendo el bien, en una palabra amando con la fuerza de su Espíritu de amor.

Y hoy nos preguntamos cómo ha de ser una persona evangelizadora, y tú me envías una respuesta preciosa que has recogido de una entrevista a un Cardenal: «Una persona evangelizadora sería aquella que con sólo ver sus ojos sientes que te está hablando y queriendo como Cristo».

Queremos evangelizar en este siglo XXI, pero no debemos olvidar que Jesús vino, para empezar, con la fuerza del Espíritu. No empieza con programas o proyectos, sino en la soledad del desierto, para contemplar en ese silencio el rostro del Padre. Y con la mirada del Padre en su corazón, Cristo mira a las gentes que le miran.

María Luisa, te deseo muchos ratos de silencio para contemplar el rostro del Padre, para mirar, después, a las gentes a quien sirves, desde el corazón. Desde el corazón, un abrazo,

+ P. Abad