20 de noviembre de 2011

LA VOZ DE LOS PADRES


TEXTOS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
Domingo 34º del Tiempo Ordinario: Jesucristo, Rey del Universo


De los sermones de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre la carta a los Romanos
Dios ha llegado a entregar a su Hijo. ¿Y tú no puedes darle tu pan, a él que se ha entregado por ti y se ha hecho matar? El Padre, debido a ti, no lo ha ahorrado, a él, su propio Hijo! Y tú, con indiferencia, lo dejas morir de hambre, mientras que sólo eres capaz de aprovecharte de sus bienes y de estar por tus intereses.

Se ha entregado por ti, por ti se ha matado, por ti yerra mendigando, lo que tú le das para ayudarle, lo tomas de sus propios bienes, y ¡aun en estas condiciones, no le das nada! No ha tenido suficiente de soportar la cruz y la muerte; ha querido conocer, además, la pobreza y el exilio, ha querido ir errante y desnudo, ha querido ser abandonado en la cárcel y experimentar la ineptitud, para poder dirigirte así su llamada. Si no me quieres devolver lo equivalente de lo que he sufrido por ti, ten conmigo piedad a causa de mi miseria, déjate doblegar por mi debilidad y mi prisión. Si no quieres ni darte a ello, date al menos en mi modesta petición, no te pido nada que te cueste, sino sólo pan, techo, algunas palabras de consuelo.

Si no te cierras por completo, que el pensamiento del Reino de los cielos, que las recompensas prometidas, que todo esto, al menos, te haga mejor. Todo esto, ¿no lo quieres tener en cuenta? Entonces, cuando menos, que tu corazón se rasgue, simplemente por instinto natural, al verme desnudo. Acuérdate de la desnudez que por ti he sufrido en la cruz. Por ti he sido encadenado, por ti aún lo estoy hoy. Por ti he ayunado, por ti soporto todavía hambre. He conocido la sed cuando estaba suspendido en la cruz, y la tengo aún a través de los pobres a fin de atraerte hacia mí y de hacerte humano frente a tu propia salvación.

Habiéndote ligado de esta manera por innumerables beneficios, te pido que me lo vuelvas. No te pido como un deudor, yo quiero coronarte como un benefactor y, a cambio de estos pobres dones, te daré el Reino.

Si estoy encarcelado, no te fuerzo a tumbarme rompiendo mis cadenas. Sólo te pido una cosa: que veas que estoy encadenado a causa de ti; ya me será suficiente este favor y, en cambio, te doy el cielo. Bien que te haya liberado de tus pesadas cadenas, tendré bastante si te dignas a visitarme a la cárcel.
Podría coronarse sin todo esto, pero quiero ser tu deudor, para que la corona te dé también confianza.

San Gregorio Nacianceno, Discurso Teológico, 30,4
«Es preciso que Él reine hasta que…» y que sea recibido por el cielo hasta los tiempos de la restauración, y que tenga su sede a la derecha de Dios hasta dominar sobre sus enemigos. Y después de estas cosas ¿qué sucederá? ¿que su reino cese o que sea expulsado de los cielos? ¿quién lo hará cesar? ¿o por qué motivo? ¡Hasta ese punto eres tú un interprete audaz y un gran adversario de su reino! Y sin embargo, tú sabes que su reino no tendrá fin. Pero esto te sucede por ignorar que la expresión «hasta que» no se opone de manera absoluta al futuro, sino que indica lo que llega hasta un momento dado sin excluir lo que está más allá de ese momento. De lo contrario, ¿cómo entenderás, por no citar otros casos, el texto que dice: «Yo estaré con vosotros hasta la consumación del siglo»? ¿Tal vez en el sentido de que después de esto no estará ya con ellos?