14 de diciembre de 2009

DOMINGO IV DE ADVIENTO (C)

LA BELLEZA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA HOMILÍA
Miq 5,1-4; Salm 79.15-19; Hebr 10,5-10; Lc 1,39-45

Reflexión: La Encarnación, o el "Viaje"

En el cielo, en la eternidad, de repente, empezó una cierta conmoción. El viaje era inminente. Se aceleraban los preparativos. El arcángel Gabriel llevaba unos días ausente. Los coros celestiales cantaban y repetían sus ensayos con canciones de paz y de gloria. Otros grupos observaban atentamente el brillo de las estrellas. El viaje era inminente… Se venía comentando la posibilidad de un viaje del Altísimo a la tierra. Se recordaba, no obstante, en los archivos celestiales el primer viaje. Porque hubo un primer viaje durante el cual todo lo dejó vestido de hermosura… Así lo recoge uno de estos archivos de la humanidad:

Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura…

Había preocupación en la eternidad. Había amor. Además de la belleza de la tierra, no habían faltado los mensajes, ni los mensajeros a la tierra:

He visto la opresión de mi pueblo, he oído sus quejas…Voy a sacarlos de esta tierra para llevarlos a un tierra fértil y espaciosa… (Ex 3,7) El Señor prepara para todos los pueblos en este monte un festín… Aniquilará la muerte para siempre… (Is 25,6) Si tu padre comió y bebió y le fue bien, es porque practicó la justicia y el derecho, hizo justicia a pobres e indigentes, y eso sí que es conocerme… (Jer 22,15)

Pero los humanos eran olvidadizos. El celo de Dios parecía crecer más y más, en el deseo de "recoger" a todos los hijos en su Casa. Un día partió Gabriel con un nuevo mensaje a la humanidad. Con un mensaje a una mujer de Nazaret. Una mujer muy sensibilizada al silencio y a la palabra. Esta mujer deja el camino abierto para que Dios, al cual nadie ha visto jamás, pueda llegar a ser contemplado, revestido de naturaleza humana en el seno de esta mujer, y alumbrado entre los cantos de una noche celestial en la tierra.

Ha vuelto el arcángel Gabriel y se está preparando el equipaje. Dios se pone en viaje. Dios viene a decir al hombre "su amor". Se lo viene a decir en un lenguaje comprensible, en el mismo lenguaje humano, con gestos humanos…

Llega hoy para todos el gozo. El que está en todas partes viene para llenar de gozo el universo. Viene silenciosamente y sosegadamente. Dios vino a la tierra desde los cielos y se hizo presente entre los hombres y el que no puede ser abarcado se albergó en el seno de la Virgen. Así es como la naturaleza humana acoge los inicios del gozo y el comienzo de su divinización. Alégrese el cielo en lo alto y las nubes derramen su justicia. Que los montes destilen dulzura y los collados alegría, porque le Señor ha tenido piedad de su pueblo (Is 45,8; Am 9,13; Sal 65,13). Hoy se manifiesta el misterio escondido desde los siglos (Ef 3) y todas las cosas obtienen en Cristo su recapitulación (Ef 1,9). (San Andrés de Creta, Hom. 5 sobre la Anunciación)

Palabra

Pastoreará con la fuerza del Señor. Habitaran tranquilos porque se mostrará grande y será nuestra paz. Este Pastor, esta fuerza nacerá de Belén, pequeña entre las aldeas de Judá. La grandeza de la pequeña, con frecuencia despreciada por la sabiduría de este mundo.

Aquí, estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad… Así se mostrará en su vida: mi alimento es hacer la voluntad del Padre. ¡Cuántas razones se nos ocurren a nosotros para afirmar nuestra voluntad.

Feliz tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá… El "viaje" de Dios a la humanidad, inmediatamente da lugar a un dinamismo de amor, de encuentro en la vida de los hombres.

Sabiduría sobre la Palabra

El adviento debería recordarnos que el "Rey que ha de venir" es algo más que un encantador niñito sonriendo en las pajas. Cierto que no hay nada malo en los tradicionales gozos familiares de la Navidad, ni tenemos que avergonzarnos de seguirnos hallando capaces de aguardarlos con demasiada ambivalencia. Después de todo, eso, por sí mismo, no es poca fiesta. Pero la Iglesia al prepararnos para el nacimiento de un "gran profeta", un Salvador, un Rey de Paz piensa en algo más que un júbilo estacional. El misterio de Adviento enfoca la luz de la fe sobre el significado mismo de la vida, de la historia, del hombre, del mundo y de nuestro propio ser. En Adviento celebramos la venida y aún la presencia de Cristo en nuestro mundo. Somos testigos de su presencia, aún en medio de todos los insondables problemas y tragedias. No es una escapatoria, una evasión de este mundo… (Tomás Merton, Tiempos de celebración)

Ya sabéis hermanos, quien es el que viene. Ahora considerad de dónde viene y a dónde viene. Viene del corazón del Padre al seno de la Virgen Madre. Viene desde el ápice de los cielos a las regiones más profundas de la tierra. ¿Qué ocurre? ¿Hemos de quedarnos para siempre en la tierra? No nos importaría si se quedara Él también. ¿Dónde nos encontraríamos bien sin Él? ¿Y dónde mal con Él? ¿A quién tengo yo en el cielo?, y contigo ¿qué me importa la tierra? Dios de mi corazón, mi lote perpetuo. Y aunque camine por las sombras de muerte, nada temo si tú estás conmigo" (San Bernardo, Sermón 1.º de Adviento)