28 de diciembre de 2009

DOMINGO II DE NAVIDAD (C)

LA BELLEZA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA HOMILÍA
Eclo 24,1-4.12-16; Salm 147,12-15.19-20; Ef 1,3-6.15-18; Jn 1,1-18

Reflexión: La Palabra

La Palabra estaba en Dios, la Palabra era Dios… Dios hizo todas las cosas por medio de la Palabra. Toda la creación. Y de toda la creación solamente la criatura humana tiene el don de la palabra. Mediante la palabra podemos comunicarnos con otras criaturas, comunicar nuestro ser más profundo, y ser receptivos a la palabra de otro. También mediante la palabra llegamos a vivir una experiencia de Dios. Se dice que cuando leo la Escritura Él me habla, y cuando oro yo hablo a Dios. Siempre el vehículo más adecuado viene a ser la palabra. Tenemos un testimonio bello de la Comunidad contemplativa de Bose: Tú no tienes regla; tu regla será el Evangelio. Jesús será para ti un modelo inagotable. Vivió la filiación divina con plenitud y la fraternidad hasta el extremo, hasta el fin. Para penetrarte del espíritu del Evangelio, para vivir de él en tu vida espiritual tratarás de "escucharle, meditarle, asimilarle", hasta que forme cuerpo y unidad contigo. En la "oración", durante las horas de trabajo, debes continuar la "meditación" del mismo y repetir en voz baja, con amor y atención, la Palabra de Dios.

La Biblia es el libro que hay que escuchar, el que hay que trabajar; es la fuente donde hay que beber para alimentarse en las dificultades del camino; "es el espejo puesto ante los ojos de nuestra mente para ver nuestro rostro interior" (San Gregorio Magno). Es una experiencia que permite captar los criterios de Dios para orientar la vida; es el auténtico pedagogo de la existencia de cada creyente.

La Palabra de Dios la actualizamos en el encuentro fecundo y constante de la Biblia y la historia. La Palabra de Dios necesita ser leída a la luz de la vida, de la historia.

La Palabra

La sabiduría hace su propio elogio, se gloria en medio de su pueblo… No hay peligro de vanagloria en este caso. Es ella misma, y así es reconocida y admirada con toda verdad. En su belleza, bondad, justicia… se la reconoce y se la admira y valora.

El Creador estableció mi morada… En medio de los hombres. En el seno de la creación se perciben los rasgos de la misma. O están en condiciones de ser reconocida, puesto que no todos llegaron a ello. Aunque sus raíces se extienden ampliamente son muchos los que no son conscientes de esas ramificaciones de vida que alcanzan a toda criatura.

En Él nos eligió antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables, en su presencia, por amor. Dios merece nuestras bendiciones que ha obrado así con sus criaturas. Un proyecto amoroso pensando solo en nosotros, dándonos a su Hijo para que pudiéramos conocer el camino.

Que Dios os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, que lumine los ojos del corazón. Es todo el sentido de nuestra existencia: conocerlo. Pero en esto siempre tiene Él la iniciativa.

En la Palabra había vida y la vida era la luz de los hombres... Pues acudamos a esta fuente de vida. Esta vida será luz. La luz que ilumine los ojos del corazón

A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo, que está en el seno del Padre, lo ha dado a conocer. Hay que buscar al Hijo, conocerlo, amarlo… y Él nos irá llevando al Padre. "Quien me ha visto a mi ha visto al Padre". Nuestra búsqueda es, pues, la búsqueda del Cristo.

Sabiduría sobre la Palabra

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. En esto no penetra el espíritu animal. ¿Qué decisión tomar? ¿la del silencio? Explicarlo como es en realidad supera toda capacidad. Ni el mismo Juan lo dijo como es, sino como pudo decirlo. Es un hombre el que habla de Dios. Dios le inspiraba, es verdad, pero no dejaba de ser hombre. Porque recibió la inspiración un hombre no dijo todo lo que el misterio es, sino lo que puede decir un hombre. Juan fue un monte de aquellos de los que está escrito: reciban los montes la paz para su pueblo, y los collados la justicia. Los montes son las almas fuertes; los collados las débiles. Los montes reciben la paz, para que la justicia llegue a los collados. ¿Qué justicia es ésta? La fe el justo vive por la fe… (San Agustín, Sobre el evangelio de Juan, 1,1)

Nace Cristo Dios, hecho hombre mediante la incorporación de una carne dotada de alma inteligente; el mismo que había otorgado a las cosas proceder de la nada. Mientras tanto brilla en lo alto la estrella del Oriente y conduce a los magos al lugar en que yace la Palabra encarnada; con lo que muestra que hay en la Ley y en los Profetas una palabra místicamente superior, que dirige a las gentes a la suprema luz del conocimiento. Así, pues, la palabra de la Ley y de los Profetas, entendida alegóricamente, conduce, como una estrella, al pleno conocimiento de Dios a aquellos que fueron llamados por la fuerza de la gracia, de acuerdo con su designio. (San Máximo el Confesor, Capítulos de las cinco centurias)