25 de diciembre de 2009

Día 25 de diciembre: NATIVIDAD DEL SEÑOR

Misa de la noche
Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Is 9,2-7; Salm 95,1-3.11-13; Tit 2,11-14; Lc 2,1-14

En la noche de los tiempos, es decir cuando el tiempo dormía todavía en los sueños de la eternidad, Dios pensó en un gran proyecto: crear al hombre; crearlo a su imagen y semejanza.

El proyecto primero de Dios, era hacerlo con un corazón grande, naturalmente como el Suyo; con puertas y ventanas abiertas, como están las Suyas, evidentemente. Pues Dios es comunicación y abertura total y permanente. Evidentemente, para vivir un amor apasionado de fuego, de luz, de amor a tres bandas.

Pero los vientos desencadenados aquí abajo, y los recios vientos del Espíritu soplando desde arriba, golpearon con el tiempo puertas y ventanas del corazón del hombre, y pronto la casa empezó a resentirse, abriéndose graves hendiduras. El hombre, la humanidad, experimentará un sufrimiento agudo y desconcertado. Dios quiso poner remedio a tan lamentable situación: El mismo Dios preparó el viaje para bajar hasta el corazón del hombre; y allí en el corazón de la humanidad comenzó a ajustar las puertas y ventanas de aquel corazón humano. Una preparación que se prolongo durante siglos de los nuestros.

En esta nueva creación, Dios cambia la disposición de las puertas y ventanas de la casa: las ajusta para abrir y cerrar, para cerrar y abrir. Todo empieza a ser distinto. El hombre se siente con un nuevo corazón. Y con la alegría de sentirse dueño de la llave. Puede abrir y cerrar, cerrar y abrir.

Pero en la casa del hombre seguía habiendo y sigue habiendo sufrimiento. La opresión, el yugo de los esclavos, la bota que aplasta sin misericordia, la sangre que sigue regando la tierra, cada día más escasa del agua que sacia la sed.

El hombre tiene que aprender bien el dinamismo de su corazón: cuándo cerrar, cuándo abrir. Aquí está la llave de la alegría y la llave del sufrimiento.

Pero mirad: hoy en la Palabra de Dios se nos recuerda que tenemos un niño nacido que es maravilla de Consejero, Padre perpetuo, príncipe de la paz, para sostener y consolidar su obra.

Este Consejero está cerca de ti, en tu corazón y lo puedes poner en tus labios. Pero necesitas saber escuchar, tener el oído atento al rumor de su enseñanza que nos habla al corazón. Hay que aprender el dinamismo del corazón. Saber cuando cerrar y saber cuando abrir. Aprender el dinamismo del corazón, el dinamismo de la verdadera sabiduría de la vida.

El papa Benedicto XVI nos sugiere la escuela donde podemos aprender esta destreza: El Nacimiento es una escuela de vida donde podemos aprender el secreto de la verdadera alegría, que no consiste en tener tantas cosas sino en sentirse amados por Dios, en darse a los demás y en quererse. La verdadera alegría —explicó Benedicto XVI—, consiste en sentir que nuestra existencia personal y comunitaria se llena de un misterio más grande, el misterio del amor de Dios. Para alegrarnos necesitamos (...) amor y verdad. Necesitamos a un Dios cercano que caliente nuestros corazones y responda a nuestras expectativas más profundas. (Benedicto XVI, Bendición del Nacimiento)

Él es quien puede configurar, crear en ti, un corazón nuevo, para que puedas cantar un cántico nuevo, para que puedas proclamar la gloria y la bondad del Señor tu Dios que es bueno y te ama.

Pero esta Palabra te dice que un corazón nuevo es fruto de una vida HONRADA, SOBRIA Y RELIGIOSA que pone su esperanza en la aparición gloriosa del Señor.

Además escuchamos esta recomendación en unos tiempos de grave crisis económica de nuestra sociedad, donde se ha dicho que necesariamente esta crisis debería llevarnos a una vida más sobria, después de una época de salvaje e incontrolado consumismo. Donde se ha dicho que fundamentalmente esta crisis tiene sus fuentes en la falta de unos valores, una falta de confianza en la vida y las relaciones humanas.

Ha aparecido la gracia de Dios para enseñarnos una vida SOBRIA, HONRADA Y RELIGIOSA, mientras esperamos la aparición gloriosa de nuestro Salvador: Jesucristo.

¿Hemos aprendido, o estamos aprendiendo y practicando una vida más sobria, más honrada (ser en verdad lo que tengo que ser) más religiosa, queriendo vivir más cercanos a la angustia y desesperanza de tantos hermanos nuestros? ¿Sentimos esa aparición gloriosa de Jesucristo?

¿Puedo pasar al evangelio? Es decir: Quiero deciros que como está vuestra capacidad de escucha, como está de receptivo vuestro corazón al Señor. Y también a tu hermano. ¿Eres capaz de decir: "nosotros", con cualquier miembro de tu comunidad? Pero como una afirmación que te nace desde el corazón. Quiero decir que sin tener en cuenta todo lo anterior, lo que viene ahora no puede ser una Buena Noticia para ti. Difícilmente puedes penetrar en el Misterio de Nacimiento, contemplar las figuras del Belén. Que no puedes dar gloria y alabanza al Dios como te invitan los ángeles de Belén. Y que tampoco puedes arraigar en la paz que anhela tu corazón en sus relaciones humanas.

En este caso no podemos pasar al evangelio. No estás para mucha Navidad. Pero la celebración de este Misterio te puede ayudar a prepararla, y llegar a celebrarla más tarde. Ya que también dicen que Navidad es todo el año. En cuyo caso, demos gracias a Dios.