11 de febrero de 2013

LECTIO DIVINA

Salmo 29 [30]

Salmo de acción de gracias por la liberación de un peligro de muerte.
2. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
3. Señor Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste.
4. Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

5. Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
6. su cólera dura un instante, su bondad de por vida;
al atardecer nos visita el llanto, por la mañana, el júbilo.

7. Yo pensaba muy seguro: «no vacilaré jamás».
8. Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro, y quedé desconcertado.
9. A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios:
10. «¿Qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la fosa?
¿te va a dar gracias el polvo o va a proclamar tu lealtad?
11. Escucha, Señor, y ten piedad de mí, Señor, socórreme»

12. Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
13. te cantará mi alma sin callarse,
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Ideas generales

Es un salmo de acción de gracias individual, por la liberación de un peligro de muerte. El Señor ha escuchado el clamor del salmista, su grito, cuando ya estaba gustando el sabor de la muerte. Estar con vida y sentirse de nuevo vivo, física o espiritualmente, después de una experiencia de muerte, viene a ser una experiencia de resurrección. Es este contraste de vida y de muerte lo que convierte el salmo en un prisma de colores diversos, que viene a ser la esencia de toda vida humana. El P. Alonso Schökel se recrea en estos contrastes: «cólera y favor, atardecer y amanecer, llanto y júbilo, (v.6) luto y danza, sayal y vestido de fiesta, (v.12) silencio y canto (v.13)».

Este salmo nos puede ayudar a llevar la mirada sobre nuestra propia vida.

Estructura del salmo

Introducción (v. 2-4) Ensalza al Señor por librarle, por escuchar su grito. El Señor tapó la boca a sus enemigos. Aquí, el salmista se dirige al Señor.

Núcleo central (v. 5-11) El salmista se dirige a los fieles congregados en el templo. Hace de su experiencia un testimonio, una catequesis para los demás. Expone lo sucedido: Clamó al Señor, apostó fuerte con Dios: «Si muero, pierdes un buen aliado y tu fama se acaba; si no me escuchas mis enemigos van a decir que no existes. Para ti, es mejor que yo viva, pues ningún muerto da testimonio de ti». (Cf. Is 38,9-20)

Conclusión (v. 12-13) Promesa de conversión de vida; una continua acción de gracias, una alabanza incesante.

El salmo tiene movimiento, dinamismo. Aquí, lo interior cuenta más que lo exterior, los impulsos y emociones más que la razón calculadora, lo espontáneo y sensorial más que lo lógico y lo abstracto. Hay una coherencia poética si no se lo somete a una lógica racional.

Parece falta de lógica que el salmista cuente a Dios lo que Dios ha hecho. Pero el salmista no está contando sino confesando.

Hay dos ejes: subida/bajada y silencio/canto

Otros textos paralelos: Eclo 17,27s; Is 35,6; Salm 88,12s

Leer

Se pueden hacer diversas lecturas. Por ejemplo, siguiendo el eje silencio/canto. Advirtiendo los versos que invitan al silencio o los que invitan al canto o a la comunicación o confesión de la bondad de Dios.

O seguir el eje bajada/subida…, cuando el salmista se hunde o se exalta.

Meditar

v. 2-4 El salmista no solo ora con palabras, sino con gritos. La plegaria es abrir el corazón a Dios. Y lo abrimos tal cual lo tenemos, poniendo la confianza en Quien puede escucharnos. El peligro, el dolor, lo podemos tener en la lejanía de Dios. Como sugiere un texto judío: «Oh tú, Dios mío. Yo he gritado a ti. Yo solo he gritado, ¡a ti! No porque tú me sanes, sino porque yo venga a ti. Si yo estoy cerca de ti, oh Dios, es suficiente que te llame y me respondas. Pero si estoy lejos de Dios y permaneces oculto entonces tengo necesidad de gritarte».

«Sacaste», del verbo «dalah», que se usa para sacar agua de un pozo.

«Los consejos del corazón son aguas profundas que el hombre debe sacar» (Prov 20,5).

El P. Alonso Schökel se recrea con esta imagen del pozo: «Se descuelga a un cadáver a la fosa, al pozo al abismo. La muerte derriba la verticalidad del hombre. Es caída, bajada, declive, hundimiento. Pues bien cuando los sepultureros están descolgando el cadáver con cuerdas, el Señor, desde arriba, da un tirón y saca el cadáver vivo».

Paul Claudel resalta la grandeza de Dios y nuestra humildad que necesita de él: «Yo te quiero Señor, por encima de mí, en tu altura, te engrandezco abrazando tus rodillas».

San Jerónimo afirma que este salmo viene a ofrecernos «la historia de la caída y la redención».

v. 5-6 La acción de gracias individual se extiende a otros. El solista busca un coro que refuerce su voz. Y los busca entre los piadosos, los consagrados, quienes saben hablar a Dios cara a cara. Busca la bondad de Dios, aplacar su cólera que «dura un instante» como sugiere Isaías: «Por un momento te abandoné, pero con inmensa piedad te recojo de nuevo. En un rapto de mi cólera te oculté mi rostro, mas con eterna bondad me apiado de ti». (Is 54,7-8)

«Dios no quiere la muerte del malvado, sino que se convierta y que viva». (Ez 18,23; cf Ez 16,1s)

v. 7-11 El salmista cuenta su experiencia a la asamblea, dialogando en voz alta con Dios. Una especie de catequesis. Nuestra vida está en las manos de Dios. Cuando él esconde su rostro, el hombre siente soledad. La amistad con Dios no se adquiere de una vez por todas, es algo que debemos cuidar cada día, es una gracia que se renueva cada día. Tenemos en estos versos los pasos de un extremo a otro: seguridad/abandono, luz/oscuridad.

El salmista que, según la mentalidad de entonces, cree que todo acaba con la muerte le pregunta a Dios: «¿qué ganas con mi muerte?» El seol es el lugar de la ausencia y el silencio de Dios. Dios pierde un cantor. El coro de la creación se deteriora ya que el hombre es el único interlocutor de Dios. Dios, «el amante de la vida» (Sab 11,26) no puede quedar satisfecho con la muerte.

Una pregunta que también se hace el poeta Rilke: «¿Qué vas a hacer, Dios, cuando yo muera? Soy tu vestido y tu oficio, conmigo pierdes tu sentido… Después de mí, no tienes casa…»

v. 12-13 Vuelve en estos versos al tema del principio. Comenta Claudel con gran belleza: «De repente de este corazón negro nace el color de la rosa. Tú has roto mi corazón y me has envuelto de alegría. Me nace una voz que canta, un momento, fuera del tiempo, solo compatible con la eternidad».

Nace un himno entusiasta y danzante. Es el gozo y la paz que Dios ha puesto en el corazón del creyente. Es el ser profundo del hombre, sede de sentimientos y emociones, el que se abre totalmente a Dios; es una alabanza que nunca se acaba. Es como el primer compás de un himno pascual.

No habla como un maestro sino como un testigo, que quiere hacernos partícipes de su propia experiencia.

«Tú me has quitado el saco de la penitencia y me has puesto la ropa nupcial, y me has admitido a las bodas, y me has transformado de gloria en gloria». (San Basilio)

«He aquí que Dios Padre ha enviado a la tierra un saco lleno de misericordia: un saco que se rasga en la Pasión para que se manifieste a todos nuestro rescate… El saco es pequeño, pero está lleno: un pequeño niño nos ha nacido, en él habita la plenitud de la divinidad». (San Bernardo)

Orar

«OH tú, Dios Vecino, si en la larga noche
te llamo más de una vez con recios golpes,
es porque apenas te siento respirar,
y porque sé que estás tú solo en la sala.
Y si algo necesitas nadie está ahí
Para acercarte el vaso que a tientas buscas.
Yo escucho. Hazme una pequeña señal.
Muy cerca estoy de ti…

»Dios, tú eres grande,
Tú eres tan grande que dejo de ser
con sólo colocarme junto a ti.»

Contemplar

Recordar versos del salmo o unos versos de san Juan de la Cruz, contemplando la belleza de la creación.

«¿A dónde te escondiste, Amado
y me dejaste con gemido?
Como ciervo huiste habiéndome herido.
Salí tras ti clamando y ya eras ido.»