17 de febrero de 2013

LA CARTA DEL ABAD

Querida Mª Luisa:

Comentamos, y quizás con demasiada frecuencia que vivimos hoy tiempos difíciles, para la vida de fe, y también, qué duda cabe, para la vida de la sociedad en general. El ambiente en que se desenvuelve la vida de mucha gente no es nada fácil: violencias, guerras hambre, injusticias… la lista sería interminable.

¿Qué hace una persona de fe, creyente, en un mundo como éste?

Tu carta me da una sugerencia preciosa: «”Para Ti, tañeré el arpa de diez cuerdas, Dios mío te cantaré un cántico nuevo” (Sal 143). Es como una llamada a tener un alma melodiosa, alegre. ¿No crees que vivir la fe en el Señor tiene que ir acompañada de esa cuerda alegre y armoniosa».

Estoy de acuerdo, vivir nuestra fe es hacer nuestro camino en este tiempo que nos da Dios, con la tensión de trabajar esa armonía de nuestra vida, un alma armoniosa.

Hoy son tiempos recios que decía santa Teresa, pero es el tiempo que el Señor nos ha dado, y todo el tiempo que tenemos, y todos los tiempos que ha tenido y tendrá la humanidad, tiene un mismo horizonte: la reconciliación de lo humano y lo divino, insertar lo divino en lo humano, lo cual ya lo inicia el mismo Dios con su Hijo Encarnado, y también elevar lo humano a la comunión con lo divino.

De este tejido de relaciones humanas y divinas debe nacer ese canto nuevo que necesitamos cantar acompañados por el arpa de diez cuerdas, o con todos los instrumentos como nos invita el salmo 150.

El tiempo de Cuaresma que empezamos es un tiempo muy apropiado para ensayar este canto nuevo. El canto del Amor que se entrega. El Amor que pone el nuevo Aleluya en el corazón y en la boca. No es fácil este canto nuevo. Por eso durante este tiempo de Cuaresma no cantamos el canto más expresivo de este Amor que se entrega: «el Aleluya», para ejercitarnos en la modelación de las notas que precisa nuestra boca y nuestro corazón. Porque nuestra sociedad tiene necesidad de este canto como pone de relieve Ramón Llull en su Libro del Amigo y del Amado: «El Amigo encontró un hombre que moría sin amor. Y lloró la ofensa que esta muerte suponía para su Amado. Y preguntó al moribundo: —¿por qué mueres sin amor? Y el hombre le respondió: —porque yo nunca he encontrado a una persona que me enseñara la doctrina del amor, y nadie ha alimentado mi espíritu para hacer de mí un enamorado. Y el Amigo exclamó suspirando y llorando: —Oh devoción, ¿cuándo será lo bastante amplia y extendida para echar fuera el pecado y para dar a mi Amado una legión de fervientes y valientes enamorados para cantar sus perfecciones?»

Este tiempo de Cuaresma es el tiempo propicio, y habría que decir también toda la vida, pues, como enseña san Agustín, toda la vida viene a ser una Cuaresma que nos debe llevar al encuentro con el Señor, es el tiempo propicio, para aprender las notas del Amor. El tiempo para escuchar esa palabra que está cerca de ti: «la tienes en los labios y en el corazón». Pues como nos dice Jesús: «no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Solo que es necesario escribir con esa Palabra que está en tu boca y en tu corazón, la melodía sobre el pentagrama de la vida.

Mª Luisa sé generosa para cantar este canto nuevo. Que tu arpa sea agradable al Señor. Un abrazo,

+ P. Abad