3 de octubre de 2010

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO (C)

LA BELLEZA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA HOMILÍA
Hab 1,2-3; 2,2-4; Salm 94,1-2.6-9; 2Tim 1,6-8.13-14; Lc 17,5-10

Reflexión: La justicia (3)

En los evangelios y escritos no paulinos es escasa la referencia al tema de la justicia de Dios. Se habla más bien del Reino, de la paternidad divina… El término justicia es utilizado, sobre todo en Mateo, para designar la justicia del hombre y su acción ante Dios, su fidelidad a los mandamientos de Dios (Mt 5,20; 6,1-33), donde se enumeran tres deberes de la justicia: limosna, oración y ayuno, que vienen a ser sinónimos de perfección cristiana. Si la justicia de los fariseos es condenada (Mt 23,1-36) es porque solo es justicia en apariencia. Hay, en cambio, un empleo más numeroso del adjetivo justo que designa, en continuidad con el AT al hombre piadoso, virtuoso, fiel en seguir los mandamientos de Dios (Mt 1,19; 13,17; Lc 1,6; 2,25; Act 10,22). Principalmente, es bajo esta forma adjetiva de hombre justo que designa la perfección moral y espiritual, como permanecerá a lo largo de la tradición cristiana y en el lenguaje corriente.

En san Pablo tiene su lugar central en las epístolas a los Romanos y Gálatas, bajo la idea de salvación y justificación. Dos hechos le llevan a tomar este tema: su propia experiencia religiosa y mística. Pablo comprende que no puede con sus obras alcanzar la salvación sino solo con Dios en Cristo; ha experimentado la misericordia de Dios en sus dones gratuitos. Y además la polémica vigorosa que tiene con los medios judíos y fariseos cristianos, tentados de permanecer fieles al judaísmo y observancias de la ley. Muestra que hay una continuidad entre el judaísmo y la nueva fe en Cristo, y así retoma el tema de la justicia en el AT. Así dará a la expresión justicia de Dios un contenido nuevo: esta justicia divina da lugar a la justificación del hombre, no por la observancia de la ley, sino por la fe en Jesucristo, don gratuito de la misericordia divina.

La justicia de Dios es sobre todo la acción salvífica de Dios, efecto de su amor por el hombre, y la comunicación de los bienes celestes. La realidad de esta comunicación se revela por la conducta justa, anticipación del estado escatológico.

La justicia del hombre es la penetración en él de la justicia dinámica y misericordiosa de Dios. Será la adhesión por la fe a Cristo, justicia de Dios que se revela sobre todo en la cruz,, presente en el tiempo, como el cristiano se introduce en la justicia de Dios, en el Reino, que es la Vida y Espíritu aquí abajo (Gal 2,19-21), y que le permiten sobrepasar el pecado y ser constituido en una criatura nueva.

Palabra

«¿Hasta cuando clamaré, Señor, sin que me escuches?... ¿Por qué me haces ver desgracias, violencias, catástrofes?». Esta plegaria, este grito del profeta, es también el grito de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo. La desgracia, violencia… es el pan nuestro de cada día, para millones de personas. Desconcertados ante el silencio de Dios. Aunque Dios nos ha dado una respuesta en su hijo Jesucristo. Posiblemente el silencio de Dios es un silencio que espera la colaboración del hombre para hacer más humana la vida de la sociedad.

«Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio». Pero no muestran los cristianos esta energía evangélica; ni siquiera los pastores muestran como habría que hacerlo la energía del evangelio, la exigencia de la justicia divina.

«Toma parte en los duros trabajos del evangelio, según las fuerzas que Dios te dé». Es bastante general esta pasividad en el compromiso de los cristianos; tienen una fuerza espiritual grande, pero no la ejercitan, tenemos muchos cristianos atrofiados; entonces, difícilmente podemos asomarnos a una experiencia viva de Dios.

«Si tuvierais fe como un grano de mostaza, dirías a esa morera: arráncate…». El punto de partida es mínimo: un grano de mostaza… A continuación ya podemos contar con la colaboración de Dios, que nos gana en generosidad; pero es necesario empezar por depositar en Él nuestra confianza.

Sabiduría sobre la Palabra

«Es conveniente que los que se hallan constituidos en autoridad, echan sobre sí más trabajo que los demás, se comporten con más humildad que los súbditos, y su vida aparezca ante ellos como imagen y ejemplo de servicio, ya que han de considerar a quienes han sido encomendados a su fe como propiedad de Dios. Porque quienes tienen cargo superior han de ocuparse de los hermanos, como los educadores de los niños pequeños, que les han sido confiados por sus padres. Si os sentís así vinculados los unos a los otros, tanto los súbditos como los maestros, los unos se atendrán a los mandatos con alegría, y los otros con agrado conducirán a sus hermanos a la perfección, y, si así recíprocamente os adelantáis a honraros los unos a los otros, llevaréis en la tierra una vida como la de los ángeles». (San Gregorio de Nisa, Sobre la vida cristiana)

«No le reprochaba la conciencia. Esto no significa que estoy absuelto; quien me pide cuentas es el Señor. Este es el juicio del que jamás quiero evadirme. Y aunque me vea justo no levantaré la cabeza, porque toda mi justicia es para él paño manchado. Nadie es justo en su presencia, ni uno solo». (San Bernardo, Sermón 34)

«En estos dos movimientos consiste la justicia: temer a Dios por su poder y amarle por su bondad, y amar también al prójimo por la comunión de naturaleza». (San Bernardo, Sermón 50)