29 de agosto de 2010

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO (C)

LA BELLEZA DE LA PALABRA DE DIOS EN LA HOMILIA
Eclo 19-21.30-31; Salm 67,4-7.10-11; Hebr 12,18-19.22-24; Lc 14,1.7-14

Reflexión: Humildad

El misterio de la humildad procede del Dios revelado por Jesucristo, de Jesucristo mismo. Los Padres de la Iglesia son unánimes en hacer de Jesucristo el modelo de la humildad. Clemente de Alejandría invita a la imitación del Verbo encarnado, que lavó los pies de sus discípulos, "él, el Dios sin orgullo, el Señor del universo". Para Orígenes no hay otra doctrina más grande que la de la humildad, que tiene como primer maestro a nuestro Salvador, que dijo: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Muestra su humildad haciéndose hombre, siendo Dios, y humillándose hasta la muerte de cruz.

Para san Basilio no hay nada tan eficaz para obtener la humildad como la meditación e imitación de los ejemplos del Señor, que desde el cielo ha bajado hasta la extrema humildad, y nos la ha enseñado, sobre todo con sus gestos.

Para san Ambrosio, Cristo es el principio de la virtud de la humildad, como lo es también de toda otra virtud, él que ha tomado la forma de esclavo, siendo como es en majestad igual al Padre. Nos iniciamos en esta virtud siguiendo a Cristo que se ha rebajado hasta la muerte de cruz.

Pero es en san Agustín donde este tema adquiere un relieve más fuerte. Cristo, doctor y maestro de humildad, no lo es sólo por sus palabras y doctrina, sino por sus actos y ejemplos. La humildad Jesús nos la enseña antes que nada con su encarnación. Que Dios, en efecto, se haya hecho hombre, es ya una humildad increíble. Pero la enseña también con su pasión.

¿Cómo puede el cristiano ser orgulloso si Dios es humilde. Si ser cristiano es seguir a Cristo, seguir a Cristo es imitar su humildad, aprender de él que es dulce y humilde de corazón.

Palabra

«Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios». Esta es la sabiduría que nos ha revelado Dios mediante el Hijo encarnado, Jesucristo. Es una sabiduría que no es la que está viviendo nuestra sociedad, que se deja arrastrar por las apariencias, pero no de humildad, sino de estar por encima del otro.

«Vosotros os habéis acercado a la ciudad del Dios vivo, a Dios, juez de todos, al Mediador de la nueva alianza, Jesús». En el Antiguo Testamento, aparecía el Dios del Sinaí, un Dios temible, un Dios que no eran capaces de escuchar… En el Nuevo Testamento Dios nos muestra otra imagen de sí mismo. Se rebaja, se reviste de nuestra naturaleza, se humilla, para hacer llegar su palabra, su gesto… en una palabra su amor, a todos los hombres como una expresión de su amor por todos. Él ha sido el primero en acercarse a nosotros, y nosotros le aceptamos y acogemos con nuestra fe, que debe llevar a la vida sus enseñanzas y su ejemplo, como una prolongación de su amor que nos salva.

«Cuando te conviden vete a sentarte en el último puesto». El gesto sencillo, humilde, en todo momento y circunstancia en la sabiduría que nos puede hacer quedar bien.

«Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Es el proverbio que viene a resumir la sabiduría del humilde. Es la sabiduría vivida por Cristo. Él se humilló hasta la muerte y Dios le exaltó, le glorificó.

Sabiduría sobre la Palabra

«Un padre dice: "humildad es el constante olvido de lo que hemos conseguido". Otros dicen: "es reconocer que uno es el pecador más grande". Un tercero añade: "es anticiparse al otro en un litigio para poner fin al litigio, poniendo paz". "Es reconocerse débil y desvalido". "Es reconocer la gracia y la misericordia de Dios". "Es la disposición del alma a renunciar a la voluntad propia"… Escuché todo esto y reflexioné con atención y sobriedad. Fui el último en hablar. Como un perro que recoge las migajas de la mesa resumí todo lo que habían dicho aquellos padres sabios y benditos, y saqué la siguiente conclusión: "humildad es una gracia en el alma que tan solo es conocida por aquellos que la experimentan. Es una riqueza inexpresable, regalo de Dios. "Aprended de mí, dijo Él, es decir aprended de mí que vivo dentro de vosotros, aprended de mi luz y de mi acción dentro de vosotros, porque soy suave y humilde de corazón, de pensamiento y de espíritu, y encontrareis vuestro reposo». (Juan Clímaco, Escala Espiritual)

«La humildad es la única llave de la fe, con la cual comienza la vida espiritual; pues la fe y la humildad son inseparables. En la perfecta humildad desaparece todo egoísmo; y su alma ya no vive para sí mismo sino para Dios; y se pierde y se sumerge en Él y se transforma en Él». (Tomás Merton, Semillas de contemplación)

«Debemos conservar la paciencia, no en las palabras, sino en la tranquilidad interior del alma. Libres de toda perturbación. Esto no lo pueden cumplir aquellos que dicen palabras con dulzura y humildad con espíritu de orgullo, y lejos de apagar el incendio de la ira, lo aumentan en sí mismos y en los demás. Y aunque tengan la apariencia de bondad y mansedumbre nunca recogerán ningún fruto de justicia, ya que pretenden obtener fama de pacientes perjudicando a los demás. Por ello está fuera de aquella caridad que no busca su interés sino el de los demás». (Casiano, Colación 16,22)