15 de abril de 2012

LA VOZ DE LOS PADRES

TEXTOS PARA EL TIEMPO PASCUAL
Domingo de la Octava (II) de Pascua

De una Homilía atribuida a San Hipólito de Roma, presbítero
Ya brillan los rayos de la sagrada luz de Cristo, ya aparecen las puras luminarias del Espíritu puro, que nos abren los tesoros de la gloria celestial y de la real divinidad. La noche densa y oscura se ha aclarado, y la odiosa muerte ha sido relegada a la oscuridad, la vida irrumpe en el mundo, todo rebosa de luz indeficiente y todos los que nacen entran en posesión del mundo nuevo: y Cristo, nacido antes de la aurora, grande e inmortal, resplandece para todos más que el sol. Por eso, a nosotros que creemos en él, se nos acerca, fulgurante, el día sin ocaso, la Pascua mística ya prefigurada y celebrada por la ley. La Pascua, obra admirable de la fuerza y del poder de Dios, es realmente la fiesta y el memorial legítimo y eterno: es el paso de la pasión a la impasibilidad, de la muerte a la inmortalidad, de la juventud a la madurez, es curación después de la herida, resurrección después de la caída, ascensión después de la bajada. Así es como Dios hace cosas grandes, así es como de lo imposible crea cosas admirables, para demostrar que sólo él puede lo que quiere.