5 de abril de 2012

JUEVES SANTO

MISA VESPERTINA DE LA CENA DEL SEÑOR

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Ex 1-8.11-14; Salm 115,12-18; 1Cor 11,23-26; Jn 13,1-15

Hoy contemplamos la belleza de lavar los pies: «Jesús, sabiendo que el padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en una jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido».

Es la belleza de lavar los pies. No me refiero a la belleza de lavarme mis propios pies. La belleza de mirarme al espejo. Me refiero a la belleza de lavar los pies del otro. Y no de unos pies cualquiera, porque podemos lavar los pies ya excesivamente lavados, sino los pies del peregrino que viene con los pies cansados, sudoroso y agotados por el camino. Los pies de ese peregrino que yo no elijo, sino que viene a mi, que las circunstancias han puesto delante de mi. La belleza de lavar los pies del otro. Pero el movimiento de la belleza es el movimiento del amor.

Por esto al contemplar esta escena del evangelio debemos considerar el gesto de Jesús de quitarse el manto, de ceñirse una toalla, bañar con agua los pies y secarlos. La sombra de este gesto es alargada, y se proyecta sobre la peregrinación de su vida en medio de nosotros, sus hermanos.

Sin luz no hay belleza y en lo bello la belleza aparece como luz, como brillo. Este pasaje del evangelio quiere iluminar tu espacio interior. ¿Te dice algo? ¿sientes una cierta conmoción interior?

La luz que nos viene de la belleza de lavar los pies se desprende de otro gesto anterior: Todos sentados alrededor de la misma mesa, para escuchar una Palabra: «cada vez que coméis de este pan y bebéis de este cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva». Es verdaderamente un espectáculo bello como sugiere el salmista cando canta: «Ved: que dulzura, qué delicia convivir los hermanos unidos… como renuevos de olivos alrededor de tu mesa… Allí manda el Señor la bendición para siempre…»

¿Eres una pincelada bella en este cuadro de la Cena, o un brote de olivo borde que no acepta otros brotes que están sentados a la misma mesa?

El movimiento de la belleza es el movimiento del amor. Y la belleza de lavar los pies es la belleza del amor. Es la belleza de quien está sentado alrededor de esta mesa de la Eucaristía tomando el cuerpo de Señor y bebiendo su sangre, derramada en un gesto de amor extremo, para proclamar su muerte hasta que vuelva.

«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?» Les dice Jesús a sus discípulos. «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?» nos dice esta tarde santa a todos y cada uno de nosotros. Es decir ¿tu no tienes ningún inconveniente en sentarse junto a cualquiera de los que están celebrando contigo esta Eucaristía? ¿tú no tienes inconveniente en dar un abrazo de paz y de amor, sincero a cualquiera de quienes están participando aquí, y hoy, contigo? Pues si lo tienes debo decirte que nos has comprendido lo que aquí se esta celebrando. Y que tu corazón no está receptivo para las palabras que a continuación dice Jesús: «si os he lavado los pies también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo para que vosotros hagáis lo que yo he hecho».

La belleza de lavar los pies. Hermanos, hoy existen muchos manipuladores de la belleza. Se nos presentan muchos cuadros bellos que no son tal, sino burdas manipulaciones. Cada uno de nosotros podemos caer en esta manipulación de la belleza. Hemos de estar abiertos a dejarnos conmover por la cosas, por el arte, por la naturaleza, por la personas, porque esto nos pone en el sendero de la belleza, nos hace sentirnos vivos, nos hará sentirnos bien en nuestro interior, al dejar entrar en el juego de mi vida las cosas del tiempo y la eternidad. Y solamente la fusión de estas dos dimensiones da profundidad y vitalidad a mi vida.

No lo olvidéis nos debe fascinar la belleza de lavar los pies. Es la imagen predilecta de nuestro Maestro y Señor. De nuestro Dios. No encontraréis otro Dios.