8 de abril de 2012

LA CARTA DEL ABAD

Querida Carmen:

¡Feliz Pascua de Resurrección! Con tus propios versos:

«¡No hay nada como ver el sol!
Siento nacer dentro de mí la delicia de una fuente,
y en la ancha quietud del horizonte…
siento el descanso de las tempestades,
y entonces el cielo se abre…
y ríe el sol en mi llanura.
¡La vida que ansío es la gran resurrección!»

Podemos tener estos deseos, debemos tener estos deseos de la Belleza que nos salva, Cristo, a quien la liturgia oriental llama «el Bellísimo, de belleza superior a todos los mortales». Y todavía añade un padre oriental, Macario el Grande: «el alma que ha sido plenamente iluminada por la belleza indecible de la gloria luminosa del rostro de Cristo, está llena del Espíritu Santo, es toda ojo, toda luz, toda rostro».

Estoy de acuerdo contigo cuando me escribes: «incluso la oscuridad está llena de belleza, fuerza y luz». Hay oscuridad, efectivamente en el camino de nuestra vida, pero lo nuestro es buscar siempre la luz. «¡No hay nada como ver el sol!» Pero, paradójicamente buscar esa luz es descender, hacer los caminos de la vida interior, tener el coraje de adentrarnos, de soportar la oscuridad, sin detenernos en ella, y hacer crecer en nosotros la nostalgia de la luz. Vivir el precioso texto de Rilke que me transmites, y que desconocía: «Nuestra tarea consiste en hundir a pisotones dentro de nosotros esta tierra provisional y perecedera, tan profunda, dolorosa, y apasionadamente, que su ser pueda volver a levantarse “invisiblemente” en nosotros».

Como comentas, a mi también me sugiere este texto un recordarnos que nuestra personalidad puede florecer como un acto de resurrección. Hay muchas oscuridades en nuestra vida, en la vida de la humanidad, pero no podemos llegar hasta el fondo de esa oscuridad para gozar de la belleza y de la luz sino mediante la amistad. «La amistad, la forma más humana, más pura y más plena de amor». Es lo que dice y vive Jesús en la Ultima Cena: «ya no os llamo siervos, sino amigos, os digo amigos. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos» (Jn 15,12). Y Cristo vive esta amistad mediante el servicio, un servicio amoroso que le lleva hasta el extremo: dar la vida. Y quien da la vida impulsado por el amor la vuelve a recobrar. ¡Resucita! Es la vida del Resucitado. «Es la vida que yo ansío: la gran resurrección».

Carmen, hay muchas oscuridades en la vida humana. Cierto. Pero lo nuestro es buscar la luz, y poner todas nuestras fuerzas al servicio de la Belleza. ¡Feliz Pascua de Resurrección! Un abrazo,

+ P. Abad