13 de septiembre de 2014

MISA EXEQUIAL Y ENTIERRO DEL P. BENET FARRÉ Y LLORETA

ORACIÓN FÚNEBRE
Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet

¡Oh Dios, Padre bueno y amigo de los hombres…!
Te pedimos que acojas a tu hijo Benito, que después de la manifestación de sus diadas, ha llegado a tu casa, al tiempo de rezar completas…

¿Sabes?... ¡Oh Dios, Padre bueno y amigo de los hombres…!

Su diada ha sido durante 72 años de vida monástica ir con alegría a la casa del Señor, a tu Casa, a cantar tus alabanzas, aquellas alabanzas que se cantan perpetuamente en las moradas celestiales, en tu Casa oh buen Dios; y que nos introdujo aquí tu Hijo, nuestro hermano y Salvador Jesucristo. Él, tu hijo Benito, inicio estas alabanzas en Poblet, rodeado de ruinas, de un abandono de 100 años y lo hizo diciéndote estas palabras:

«En vuestras manos Señor hago entrega de mí. Trabajad una y otra vez esta arcilla como la vasija en manos del alfarero. Dadle forma vos mismo; hacedla luego pedazos si os place, y nada tendrá que decir. Es bastante con que sirva para vuestros fines».

Y de la confianza y el abandono en tus manos, de tu hijo Benito, acompañado de la misma ilusión de un pequeño grupo de monjes, han devuelto la belleza a esta casa de Poblet y la esperanza de una comunidad nueva.

Su diada ha sido durante 72 años de vida monástica comer cada día el Pan bajado del cielo, guardar en el corazón el Pan de la Palabra, no anteponer nada en la busca de Aquel que tú oh Dios nos enviaste para que empecemos a tener vida eterna.

Y ha sido al declinar del día, cuando va muriendo la claridad, y llega la noche, que se ha ido a brillar en otra región, a otro espacio, a tu Casa, para prolongar, allí en tu presencia, una alabanza eterna.

Y de la manifestación de sus días, tu que escrutas el corazón de los hombres, y que tienes una mirada más profunda que nuestra pobre mirada humana, sabes que en el silencio le has regalado tu Presencia, en el silencio le has regalado tu Paz, y nosotros con nuestra pobre mirada hemos alcanzado a descubrir en él una generosidad en la vida monástica, manifestada en una disponibilidad permanente y total, que se resolvía en un servicio concreto y generoso a sus hermanos de comunidad.

Y si nos tuviéramos que quejar de algo ante Ti, yo te diría que a mí me duele que nos hayas arrebatado de la comunidad una porción muy preciosa de humor. Un punto precioso de sano y sencillo humor que en muchas ocasiones necesitamos en nuestros complicados corazones.

Tu, oh Dios y Padre bueno, que escrutas los corazones de tus hijos sabes de los momentos felices que ha hecho vivir a la comunidad, que los años no han sido obstáculo para hacer explotar la carcajada a los monjes, en una recreación.

Todo esto lo contemplo, Padre, como una prueba cierta de que tu Amor estaba arraigado en su corazón, y por esto tu hijo Benito era una referencia permanente de auténtica vida monástica para el resto de la comunidad, como una referencia muy importante y necesaria para nosotros, que nos hemos ido incorporando a la comunidad de Poblet en los años sucesivos. Nada le apartaba del amor de Cristo. Tenía bien esculpida la Regla en su corazón.

Tú oh Dios y Padre bueno con tus hijos, eres un Dios discreto y sabes que tu hijo Benito vivía todo esto con discreción, deseando más bien vivir en el amor de las cosas vulgares y sencillas.

¡Oh Dios, Padre bueno y amigo de los hombres…! Que escuchas las plegarias de tus hijos. ¡Bendícenos! Tu bendición siempre es algo nuevo. Danos el regalo de una nueva vocación que llene el hueco que ha dejado tu hijo Benito que se ha ido a rezar completas a tu Casa.