29 de abril de 2012

LA CARTA DEL ABAD

Querida Pilar:

Me hizo gracia lo que me comentabas sobre tu conversación con otra persona sobre un texto del Apocalipsis: «los elegidos irán corriendo detrás del Cordero», y cómo esa persona con la que hablabas te decía: «pues si además de estar corriendo en esta vida, tenemos que correr en la otra…».

Me hizo gracia, y además me dejo pensativo. Y me llevó a recordar algún texto de san Gregorio de Nisa, un Santo Padre del siglo IV: «después que fuere separado y destruido lo que no es neto y legítimo, entonces la naturaleza de lo legítimo se agrandará gracias a un alimento copioso y se apresurará a producir fruto, al recibir los debidos cuidados durante un tiempo no corto, recuperando así la especie común que al principio Dios nos había impreso y atribuido. ¡Bienaventurados aquellos a quienes, al nacer por la resurrección, al instante les sobrevenga la hermosura perfecta y completa de las espigas!» (Diálogo sobre el alma y la resurrección, 17).

No es el único texto; tiene otros, quizás más explícitos, en los que Gregorio enseña su opinión de que después de esta vida continuaremos adentrándonos en el misterio de Dios. De hecho, si el Génesis nos cuenta sobre los paseos de Adán y Dios al atardecer, uno piensa que eran momentos deliciosos para Adán, para crecer en el conocimiento de Dios. Nunca llegaremos a penetrar por completo en el misterio de Dios, pero a mi no me repugna el pensar que en la eternidad, en nuestra relación con Dios, seguiremos al Cordero, corriendo o paseando, me es igual. O sentados a la mesa del banquete del Cordero. Aquí, en el tiempo, el Señor nos atrae, nos arrastra como un Buen Pastor, según su misma enseñanza. Él nos conoce, nos habla,«nos lleva a descansar en prados delicioso, a reposar junto a las aguas tranquilas». En este caminar juntos nos va revelando la hondura de su amor por nosotros. Para que nosotros lleguemos a estar «enfermos de amor» (Ct 2,5). Este conocimiento, esta penetración en el misterio divino uno cree que continuará en el ámbito de la eternidad. «Dios es amor». La profundidad y riqueza de este misterio nos atrae, nos fascina. Y esta atracción pienso que va a continuar de una manera más viva, más intensa más allá del tiempo, en la eternidad. Porque el amor tiene un dinamismo permanente de abertura y donación. Y esto me lleva a pensar que, como sugiere el Apocalipsis seguiremos después de este tiempo tras las huellas del Cordero. Para aprender más amor. Para vivir más amor. Como sugiere Ramón Llul en el Libro del Amigo y del Amado: «El amigo preguntaba a su Amado, si todavía había alguna virtud de él que todavía no amaba. Y el Amado le respondió que todo lo que podía multiplicar en el Amigo su amor estaba para amar».

Yo creo que este tiempo que vivimos en la belleza de nuestro planeta, e inmersos en tantas preocupaciones de todo tipo, fundamentalmente es para conocer a nuestro Pastor, y conociéndolo recibamos más y más vida. Una vida que nos haga vivir el tiempo a presión, en la esperanza de ir dando a luz lo eterno. Y empezar a vivir el pensamiento del salmista: «Sea el Señor tu delicia y él te dará lo que pide tu corazón».

Pilar, muchas gracias por tu llamada. Pero, ya sabes, dispuesta a participar en una carrera de fondo. Quizás tendremos que utilizar otro tipo de hábitos. Un abrazo,

+ P. Abad