1 de abril de 2012

DOMINGO DE RAMOS

LA PASIÓN DEL SEÑOR

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Is 50,4-7; Salm 21,8-9.17-20.23-24; Filp 2,6-11; Lc 22,14-23,56

¿Habéis contemplado la belleza del rosetón? Una gran ventana, abierta por fuera a la luz del día, a la luz del sol; abierta por dentro al interior del tempo, para proporcionarle la belleza y la alegría de la luz. Una luz multicolor.

Esto es posible porque no falta a la cita de cada día esa luz, ese sol que trae belleza, vida y alegría nuevas. También porque sus vidrios de muchos y vivos colores están receptivos a la luz.

Al principio, por la mañana, todo es más suave, es como la caricia de la primera luz del día, rociando sus vidrios diversos que fieles a su naturaleza van transmitiendo luz al templo donde se reúne la comunidad. Con el crecer del día también la luz va creciendo de manera que en la culminación del día, al atardecer, el sol llena toda la ventana, todo el rosetón, como una enorme mancha de luz, hasta dejar como en la penumbra los vidrios, y como arrastrados hasta el interior del templo, para llenarlo —como en una gran fiesta de color—, de vida nueva, de alegría, de belleza. La belleza del rosetón. La belleza del sol.

Si alguien dijo: «la belleza sirve para entusiasmar en el trabajo; el trabajo para resurgir»; nosotros podríamos decir: «la belleza sirve para entusiasmar en la plegaria; la plegaria para nacer a una vida nueva».

El Domingo de Ramos es el rosetón de la Semana Santa. Es la ventana abierta hacia fuera a la luz del Misterio. Una luz que va creciendo en nosotros en medio de la sobriedad de la Cuaresma, y yo diría, que también a través de todo el arco celebrativo del año litúrgico. Una luz que se proyecta en esta gran ventana del Domingo de Ramos, de modo atractivo, con los perfiles y tonalidades diversas del Misterio del amor divino, Misterio de nuestra salvación. En la liturgia de hoy contemplamos y celebramos lo que se va a desplegar a lo largo de la Semana Santa, y de manera especial en el Triduo Pascual, desde la Santa Cena del Jueves hasta el Domingo de Resurrección.

Hoy la Palabra nos exhorta sobre todo a tener oído de discípulo, para escuchar, para aprender, para vivir este Misterio, para tener después lengua de maestro para ayudar a los cansados.

Hoy la Palabra nos exhorta a abrirnos, receptivos, al amor de Dios, que da fuerza a quienes sufren en medio de las ofensas, angustias y malos tratos.

Hoy la Palabra nos muestra que en este tiempo coexisten la condición de esclavo y la muerte hasta la exaltación gloriosa. La pasión y la gloria de la muerte y resurrección. «Hoy tenemos la gloria y el rechazo hasta la muerte. La victoria y la muerte. Los ramos y la cruz».

Hoy es una ventana abierta y una invitación a celebrar este misterio de nuestra salvación, misterio de muerte y de vida, de cruz y de resurrección. Una invitación a todos los hombres y todos los pueblos.

Hoy la liturgia nos hace una invitación a acoger la belleza del Misterio del amor de Dios, que es el camino para vivir la primavera de Dios, la gran fiesta de alegría y de vida nueva en el corazón de una comunión que canta y celebra, porque vive el amor de Dios.