11 de julio de 2015

NUESTRO PADRE SAN BENITO, ABAD

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Prov 2,1-9; Salm 1,1-6; Col 3,12-17; Llc 22,24-27

«San Benito, maestro y guía de nuestra vida; tú reinas feliz con Cristo; cuida de tu rebaño, fortalécelo con tu plegaria; condúcelo hacia el cielo por el camino luminoso que tu abriste para él». (Antífona del Magníficat de las II Vísperas)

Esta antífona nos lleva a contemplar a san Benito como la referencia principal de nuestra vida monástica. Lo contemplamos en perfecta sintonía con Cristo, lo que lleva a recomendarnos asiduamente en su Regla «no anteponer nada a Cristo». Y hacemos a la vez de esta antífona una plegaria viva cuando le pedimos que cuide, que vigile su rebaño, y las comunidades monásticas que se inspiran en su Regla, que las fortalezca con su intercesión, que las guie con la sabiduría de su Regla.

Pero hacer que sea una verdadera plegaria esta antífona, nos pide llevar la mirada del corazón a la palabra de Dios, a la sabiduría de la Palabra proclamada, del libro de los Proverbios, que nos exhortaba muy concretamente: «Guarda como un tesoro mi enseñanza y escucha con atención la sabiduría, ten el corazón dispuesto para entender y a la vez pide inteligencia», es decir, una mirada sencilla y profunda a la vez, que nos permita sondear nuestro propio misterio personal a la luz del misterio de la Palabra divina.

Este es el camino que nos lleva a venerar al Señor y a tener un conocimiento profundo de él.

Feliz el monje que va por estos caminos; viene a ser «como el árbol arraigado junto a las aguas que da fruto a su tiempo», canta el salmista.

Como san Benito que también da fruto a su tiempo. El pasa una buena parte de su vida en la soledad en condiciones duras, con momentos fuertes de tentaciones, pero se mantiene fiel en sus esfuerzos por penetrar y vivir el misterio de Dios. Y viene a dar fruto a su tiempo como nos dice san Bernardo: «Entre sus frutos encontramos tres importantes: su santidad, su justicia, su piedad. Ahí tienes, jumento de Cristo, unos ramos de hojas verdes cuajadas de flores y cargados de frutos. Apóyate en ellos y avanzarás con toda seguridad. Su doctrina nos instruye y guía nuestros pasos por el camino de la paz». (San Bernardo)

Su doctrina, su libro de texto para nosotros es su Regla, que cada día estamos llamados a escuchar y contrastar con nuestra vida. Y yo diría que hoy, en esta celebración nos presenta de alguna manera el libro de la Regla en la sabiduría proclamada en la lectura de la epístola a los colosenses, donde cada palabra viene a ser un capítulo importante y necesario para nuestra vida: «Tener los sentimientos propios de quienes han sido escogidos por Dios: compasión, bondad, humildad, serenidad, paciencia».

Cada una de estas palabras puede ser, para todos nosotros, motivo de una profunda y prolongada lectura. En concreto el Papa Francisco nos va a invitar a considerar la compasión durante todo un año Jubilar, a partir de adviento. Y así podría decir de las otras palabras: la humildad, la paz… que aparecen con una presencia viva en la Regla. Nunca estudiaremos y meditaremos lo suficiente sobre el mensaje de vida que encierran estas palabras.

Otro capítulo interesante de este libro de la regla: «soportarse los unos a los otros y perdonarnos de corazón». Uno tiene la impresión que eran palabras, frases que san Benito tenía delante cuando escribía su Regla. Y todavía nos subraya san Pablo: «la paz de Cristo en nuestros corazones, la palabra de Cristo en nosotros en toda su riqueza… para cantar a Dios agradecidos con salmos, himnos y cánticos…» Es evidente que San Benito escribía su Regla iluminado por la luz del evangelio. Y así tener una autoridad que le permitiera exhortarnos con fuerza y con sabiduría: «No anteponer nada a Cristo».

«Nuestro único destino —nos recordará san Bernardo— es caminar y dar fruto. ¿Cuál debe ser nuestro punto de partida? Nosotros mismos. Lo dice la Escritura: deja tu propia voluntad». Estas son las huellas de Jesús, que siguió fielmente san Benito. Estas huellas son para nosotros la enseñanza principal: «Yo me comporto entre vosotros como el que sirve». O en otro lugar dice: «No he venido a que me sirvan sino a servir y dar la vida».

¿Quién es el más importante en una comunidad? El que sirve, el que sirve más y mejor; el que día a día en un silencio generoso va dando su vida. Tú, ¿qué das a tu comunidad?