2 de abril de 2015

JUEVES SANTO: MISA VESPERTINA DE LA CENA DEL SEÑOR

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Ex 1-8.11-14; Salm 115,12-18; 1Cor 11,23-26; Jn 13,1-15

«A los que yo amo los reprendo y los corrijo; sé ferviente y enmiéndate. Mira que estoy a la puerta llamando: si uno me oye y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos» (Apoc 3,19).

La Iglesia abre hoy la puerta a quien está llamando: «ábreme, amada mía, mi paloma sin mancha, que tengo la cabeza cuajada de rocío, mis rizos, del relente de la noche» (Ct 2,2).

Tú eres Iglesia, Él, tu Amado, quiere sentarse a tu mesa y decirte su amor; en la nostalgia de un atardecer especial quiere hacerte confidencias de amor; quiere tener contigo palabras y gestos inolvidables. Son muchos, este Amado que viene con la cabeza cuajada de rocío, con el frío de la noche y que necesitan sentarse a la mesa.

No dejes sitios vacíos en tu mesa. Si es necesario llama a otras familias, llama a otros invitados. En la mesa del Señor no puede haber sitios vacíos, ni quiere Él que haya sobra de alimentos. Como una madre que desea que su hijo pequeño lo coma todo.

«A los que yo amo los reprendo y los corrijo». Y esto hace Jesús este atardecer único: reprende a Pedro, le corrige… «¡Tanto tiempo que está conmigo y todavía no me conoces Pedro!» No ha percibido en todo el tiempo que ha convivido con Jesús que la vida, la auténtica vida es servicio. Que la vida verdadera es aquella que lleva a pasar haciendo el bien, sirviendo el bien, con la palabra y con el gesto. La palabra y el gesto capaces de llegar al corazón y quemar como comenta el poeta:

«Amor de ti nos quema,
Amor que es hambre
de las entrañas.
Hambre de la Palabra creadora
que se hizo carne; fiero amor de vida.
Solo comerte nos apaga el ansia.
Pan de inmortalidad, carne divina.»

No solo nos quema este amor, sino que nos lleva a morir:

«De amor se muere
y muriendo de amor vida recobra
vida que nunca muere.»

«Si uno me oye y me abre entraré en su casa y cenaremos juntos». Ábrele. Es el Amor que te llama. Deja que tu corazón oiga y acoja el Amado. Porque necesitas aprender el lenguaje del amor. De amor se muere sí, pero muriendo de amor se recobra vida que nunca ya muere. Sacia hoy en esta mesa de la Eucaristía tu nostalgia de vida y de amor. Siéntate a su mesa. Pero no dejes sitios vacíos, llama a muchos a esta mesa, a contemplar el gesto del Amado.

«Comprendéis lo que he hecho con vosotros… Vosotros debéis hacer lo mismo. Os he dado ejemplo. Seréis dichosos si lo hacéis». Haced lo mismo, como yo lo he hecho.

El mundo, el hombre de hoy necesita este servicio.

¿Cuánto tiempo llevas como cristiano, como monje…? Hemos aprendido la lección del amor? ¿hemos aprendido este gesto del servicio?

«El Amigo halló a un hombre que moría sin amor. Y el Amigo lloró por la ofensa que esta muerte hacía a su Amado. Dijo al moribundo: —¿Por qué mueres sin amor? El hombre respondió: —Porque yo jamás he hallado a nadie que me enseñara la doctrina del amor, porque nadie ha nutrido mi espíritu para hacer de mí un enamorado. Y el Amigo dijo suspirando y llorando: —¡Oh devoción! Cuando será lo bastante amplia para echar fuera el pecado y para dar a mi Amado una legión de fervientes y valientes enamorados para cantar por siempre sus perfecciones?» (R. Llull, Libro del Amigo y del Amado, 209).

Jamás nadie me ha enseñado la doctrina del amor. El cristiano, el monje están llamados a estar enamorados del Amor, y ser a la vez testigos del amor, instrumentos del Amor en este mundo. Esta semana tiene unas celebraciones para contemplar el amor, y aprender los caminos del amor. Fundamentalmente es el camino del servicio.