26 de junio de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querida Alicia,

«Me dices que la homilía del Jueves Santo te ayudó a vivir la Eucaristía más a fondo. Y que necesitas que alguien te abra un poco el corazón para ser una cristiana más auténtica». Que alguien nos abra el corazón a todos, para ser, todos, cristianos más auténticos. Totalmente de acuerdo. El problema es abrir el corazón, para que entre en el juego de la vida la inmensa capacidad de amor que tiene nuestro corazón.

Esta abertura del corazón esta supeditada a dos miradas. Una mirada al corazón de quien amó hasta el extremo, y nos dio la recomendación aquella de «como yo os he amado así debéis amar vosotros». Una mirada al corazón de Cristo que es la imagen humana de Dios, un Cristo colgado, por amor, en la Cruz, como escribe Unamuno:

«… abertura
Tú eres de Dios, y quien por Ti le mira
muere de verte, al fin, de amor se muere,
y muriendo de amor vida recobra,
vida que nunca muere.»

Y otra mirada a la vida, a tu vida y a la vida que te rodea. Sumergirnos en la vida, como se sumergió Cristo. Sumergirnos sin otra defensa que el amor. Celebramos el amor cuando tenemos amor en el corazón, para poner en él presión. El amor pleno no sabe guardar, sino que busca la vida, no el vivir, pues el amor ya es vivir, sino la vida concreta que nos rodea, para propagar más vida.

Por ello la celebración del amor en la Eucaristía es un tiempo para contemplar en los signos de la celebración, y desde nuestra fe en Cristo, el amor hasta el extremo de nuestro Cristo. Un Cristo que se ha hecho «nuestro», y nosotros nos hacemos «suyos» prolongando su amor hasta las inquietudes de la vida.

La Eucaristía es el memorial que nos ha dejado Cristo para sumergirnos y desvanecernos en esa tempestad de amor que es Cristo.

Hemos de amar a Cristo como lo hace el Amigo al Amado: «El Amigo halló a un hombre que moría sin amor. Y el Amigo lloró por la ofensa que esta muerte hacía a su Amado. Dijo al moribundo: ¿por qué mueres sin amor? El hombre respondió: porque yo jamás he hallado a nadie que me enseñara la doctrina del amor, porque nadie ha nutrido mi espíritu para hacer de mí un enamorado. Y el Amigo dijo suspirando y llorando: ¡Oh devoción! ¿cuándo será lo bastante amplia para echar fuera el pecado y para dar a mi Amado una legión de fervientes y valientes enamorados para cantar por siempre sus perfecciones?»

Alicia, si miramos la vida y miramos a Cristo podemos llegar a estar enamorados. Un abrazo,

+ P. Abad