24 de abril de 2011

LA VOZ DE LOS PADRES

TEXTOS PARA EL TRIDUO PASCUAL
La muerte, la sepultura y la resurrección del Señor

Del comentario al Diatésaron, de san Efrén (XXI,20-21)
Eva es figura de María, y un José del otro José. En efecto, aquel que pidió el cuerpo del Señor se llamaba José. Un primer José fue justo y «no quiso difamar a María, el otro fue justo porque no había consentido la resolución de los judíos», por lo que es claro que el Señor, confiado al primer Jose a la hora de su nacimiento, concedió al otro José de sepultarlo después de su muerte, para que fuera plenamente honrado el nombre de José que, como su atendió a su nacimiento en una cueva, había presidido ahora su entierro.

Y sellaron la tumba. Este hecho fue favorable al Cristo y contrario a los judíos, como en el caso de Daniel y Lázaro. En el caso de Daniel, porque cuando el rey y sus cortesanos vieron el sello en la puerta de la fosa, comprendieron cuál era la fuerza que había liberado a aquel que estaba en la fosa; en el caso de Lázaro, porque cuando los enemigos del Cristo vieron la tumba sellada, les fue evidente que allí obraba una fuerza para la que nada es imposible.

Él retiró su cuerpo de la tumba, aunque estaba sellada, y el sello de la tumba testimonia en favor del sello de la virginidad de aquella que había llevado su cuerpo. Porque fue cuando la virginidad de su madre permanecía sellada, que el Hijo de Dios salió vivo de su seno, como primogénito.

«Hizo rodar una piedra a la puerta del sepulcro», una piedra encima de otra piedra, porque esta piedra custodiaba «la piedra rechazada por los constructores». Esta piedra, movida por manos de hombres, debía custodiar la piedra «que se desprendió sin intervención de mano de hombre», esta piedra, sobre la que se sentó el ángel, tenía que custodiar aquella piedra que «Jacob había puesto bajo su cabeza»; esta piedra sellada con un sello debía custodiar la piedra el sello de la qual custodia los fieles.

La puerta de la vida salió por la puerta de la muerte. Este es el portal del Señor, los vencedores entrarán. Cuando fue cerrada, liberó los que eran recluidos, por su muerte los muertos vivieron, por su voz, los silenciosos llamaron, por su resurrección, la tierra tembló, y su salida de la tumba introdujo las naciones en el Iglesia.

San Agustín, De consensu Evangelistarum 3, 24
San Lucas (24,1) dice que estas mujeres fueron muy de mañana, y San Juan (20,1) que fueron al amanecer, cuando todavía estaba oscuro. Con ambas versiones se ajusta la de San Marcos, que dice fue muy de mañana, salido ya el sol, esto es, cuando empieza a clarear el cielo por oriente, que es cuando se aproxima la salida del sol, porque es su luz la que produce lo que llamamos aurora. Así es que no es otro el sentido de las palabras (Jn 20,1) cuando estaba aún oscuro, porque, al salir el sol, hay todavía un resto de tinieblas, que disminuye gradualmene a medida que avanza el sol, y porque el muy de mañana, salido ya el sol, de San Marcos, no quiere decir que se viera ya el sol sobre el horizonte, sino que estaba cerca de él, y empezaba por tanto su luz naciente a iluminar el cielo.

San Gregorio Nacianceno, Oración 45, 2
Pascua del Señor, Pascua; lo digo por tercera vez en honor de la Trinidad: Pascua. Es, para nosotros, la fiesta de las fiestas, la solemnidad de las solemnidades, que es superior a todas las demás, no sólo a las fiestas humanas y terrenales, sino también a las fiestas del mismo Cristo que se celebran en su honor, igual que el sol supera a las estrellas.

San Cirilo, en Catena Aurea, vol. VI
«Y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor». No habiendo encontrado el Cuerpo de Jesús, porque había resucitado, eran agitadas por diversas ideas; y como amaban tanto al Señor y se hallaban tan apenadas por su desaparición, merecieron la presencia de un ángel.