24 de abril de 2011

DOMINGO DE PASCUA: LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

VIGILIA PASQUAL EN LA NOCHE SANTA

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet

«Aleluya. Canta a Dios. Aleluya, Aleluya». Este es un canto antiguo. «Aleluya». Pero también es un canto nuevo. Porque celebramos una nueva Pascua de Resurrección. Y cada Pascua es nueva, es la novedad de Dios que Él mismo provoca en nuestra vida vieja.

«Me comentaba una soprano que cuando canta se concentra muy adentro, se interioriza para estar pendiente de lo que canta, y esto provoca en ella sentimientos de alegría, de bienestar, de satisfacción. Pero que te tienes que creer lo que estás cantando. Aunque no te puedes emocionar descontroladamente, porque te rompes, pues es muy fino el hilo que te conecta con el mundo interior».

Nosotros, hoy, tenemos este canto vibrante, el canto de la Resurrección, el canto de la Pascua del Resucitado, el canto del paso a una nueva vida: «Aleluya». Pero el espíritu canta cuando se conmociona interiormente, cuando escucha en su interior el toque divino, cuando vive la experiencia en su interior del eco de la Palabra. La Palabra creadora que hace nacer algo nuevo.

Por ello el profeta que ha escuchado la Palabra de Dios que le transmite su mensaje puede escribir: «El Señor, tu Dios está dentro de ti; goza contigo y se alegra contigo, renovando su amor, se llena de júbilo por ti y canta como en día de fiesta» (Sof 3,17).

Esta noche santa escuchamos a través de las diferentes y numerosas lecturas un relato breve de la Historia de la salvación, que comienza con el regalo que Dios hace al hombre, que acaba de crear, de un Jardín, en donde el hombre empieza a vivir una relación de amistad, que se prolonga a lo largo de una historia plena de fidelidades e infidelidades, y durante la cual es constante la visita de Dios a los suyos, llamándolos a una relación a amistad y amor, hasta llegar al Misterio de esta noche en la que renace esa relación de amor y de amistad, de la noche de la tierra con nuestra naturaleza humana nueva, para darnos un nuevo regalo más precioso todavía: una vida eterna.

Por ello pueden cantar los coros de la Resurrección de Mahler:

«¡Ressucitaràs, sí, tú vas a resucitar
mi polvo, después de un breve reposo!
Vida eterna
te dará quien te ha llamado».

Y Él te sigue llamado desde el interior de tus entrañas, donde arde ese fuego eterno, que encendió los soles e hizo la luz, un fuego de diamante, un fuego divino.
Pero este hilo con nuestra intimidad más íntima es muy fino. Hace falta que cuidemos este hilo, que cuidemos nuestra concentración, nuestra interiorización para escuchar como tu Dios canta dentro de ti, de manera que puedas coger el tono y elevar con fuerza la bella melodía del nuevo Aleluya.

Esta noche santa, una noche para el sueño más bello que puede tener el hombre, debemos recordar el sueño de Dios también: que nadie esté solo, que nadie se sienta sólo en la vida, y que toda la casa viva la fiesta del corazón, que nadie se sienta sin "afecto", sin amor. Que el aleluya sea el canto y la vibración no solo en la boca de un corazón, sino el canto de la amistad y de la comunión.