10 de abril de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querida Rosa Ma,

Estos días, con la buena temperatura que nos ha traído los primeros días de primavera, suelo pasear un poco más y disfrutar de la paz de la naturaleza que envuelve el monasterio, y de la vida que vuelve a renacer con fuerza. Contemplando la blancura impoluta de la flor del cerezo, sus delicados filamentos interiores, así como el asedio delicado de las múltiples abejas que recogen el polen (néctar) con suavidad y respeto pleno a la flor… Y me preguntaba ¿qué hay detrás de toda esta fiesta de la vida? ¿Cuál es la fuente de donde brota tanta belleza? ¿cómo comienza a derramarse hacia fuera esta fuerza incontenible de vida?

No sé por qué estas preguntas me nacen cuando estos días un amigo ha tenido un derrame cerebral y está muy grave… Y alguien sugería que ante esta situación lo único que se puede hacer es mandarle energía. Esta afirmación era de una persona creyente, cristiana. En otros tiempos seguramente habría dicho: pidamos a Dios por él. Como si tuviéramos cierto pudor de nombrar a Dios.

Dios es la fuente de toda energía, de toda vida. Jesús dice a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida». Pero hoy día se desvincula esa energía de Dios, un Dios que se manifiesta, precisamente, al hombre cuando busca y vive en profundidad una relación de persona a persona. Nos quedamos hoy con unos horizontes muy indefinidos… Quizás hoy al hablar de dar, de comunicar energía queremos expresar un deseo ilimitado, un querer ir más allá de nosotros mismos, en el fondo, quizás un deseo de Absoluto. La nostalgia de sacar lo mejor y más noble de nuestra persona hacia los demás. No se, podría ser. Este deseo, en cualquier caso, no lleva a disolvernos a nosotros mismos, a perder nuestra nota personal… Podría ser positivo incluso si nos llevara a descubrir, a la postre, unos perfiles personales de un Ser superior.

Y por otra parte parece que hablamos en ocasiones con mucha seguridad de estos temas de energía,… cuando mostramos nuestras contradicciones en una sociedad en que no cuidamos un medio ambiente, base vital para nuestra vida, fuente de energía. Como tampoco cuidamos la relación con las personas, sino que vivimos sin vivir en mí, ni en nosotros; en una alocada carrera hacia ninguna parte.

Rosa, tú vives mucho, por tu profesión, la relación personal. ¿No crees que necesitamos cultivar más la amistad?, ¿tener una relación más profunda a nivel de pareja en el matrimonio?, o ¿en relación con los hijos?; ¿tener, quizás no muchos, pero sí algunos amigos, y que toda esta relación nos facilite una profunda experiencia de vida, incluso de renovación de nuestra vida? De cambio personal. Que yo estoy convencido que es el camino para llegar a escuchar el rumor de las Fuentes de la vida; tener en definitiva una cierta experiencia de lo que va a ser un día la resurrección. Un abrazo,

+ P. Abad