16 de enero de 2011

LA VOZ DE LOS PADRES

TEXTOS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
Domingo 2º

Del comentario al evangelio según san Juan, de Orígenes, presbítero

El Hijo de Dios tomó la forma de esclavo para librar a quienes estaban sujetos al pecado. Este es el sentido de la palabra que le dirige el Padre en la profecía de Isaías: «Tú eres mi siervo», y algo más adelante, continúa: «Es gran cosa para ti ser llamado mi siervo». La bondad de Cristo se ha mostrado más grande, más divina y más semejante a la imagen del Padre en el momento en que se ha anonadado a si mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, y no ha tenido en cuenta su igualdad con Dios, no la ha guardado celosamente como un botín. No ha rehusado hacerse esclavo para la salvación del mundo.

Por eso, queriendo enseñarnos que la misión de siervo la ha recibido como un don admirable del Padre, se apresura a decirnos en la misma profecía: «Dios será mi fuerza, y más adelante añade: Dios me ha dicho: es para ti gran cosa de ser llamado mi siervo». En efecto, si no se hubiera hecho esclavo, no habría podido restablecer las tribus de Jacob ni hacer volver los dispersos de Israel, no habría sido la luz de las naciones, ni una fuente de salvación hasta el extremo de la tierra.

De la Carta a los Efesios, de san Ignacio de Antioquía

Es justo que vosotros glorifiquéis de todas las maneras a Jesucristo, que os ha glorificado a vosotros, de modo que, unidos en una perfecta obediencia, sumisos a vuestro obispo y al colegio presbiteral, seáis en todo santificados.

Aunque estoy encarcelado por el nombre de Jesucristo, todavía no he llegado a la perfección en Él. Ahora, precisamente, es cuando empiezo a ser discípulo suyo, y os hablo como a mis condiscípulos. Porque lo que necesito más bien es ser fortalecido por vuestra fe, por vuestras exhortaciones, vuestra paciencia, vuestra ecuanimidad. Pero, como el amor que os tengo me obliga a hablaros también de vosotros, por esto me adelanto a exhortaros a que viváis unidos en el sentir de Dios. Porque Jesucristo, nuestra vida, es el pensamiento del Padre.