3 de enero de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querida Mª Luisa,

Gracias por tu tarjeta de 12 estrellas, una para cada mes de este nuevo año que iniciamos. Las necesitaremos.

Sobre todo la primera de las estrellas: la paz. El hombre quiere la paz, la busca, la necesita… Pero el hecho es que esta paz no la alcanza o si la llega a tener, con facilidad se le rompe. La realidad es que son muchos los conflictos armados en el mundo. En otros casos no son conflictos armados, pero lo son sociales, o religiosos, y a nivel personal.

Vivimos en una sociedad con un ritmo endiablado, en muchos aspectos. En información, sobre todo, en innovaciones tecnológicas, en el ritmo de la vida misma. No es fácil mantener la calma, la serenidad, la paz. Como secuela de todo esto la vida se nos hace difícil, dura.

Necesitamos más que nunca la bendición de Dios, que la Palabra de Dios que escuchamos en el primer día del año se haga realidad en nuestra existencia: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz».

El Señor se fija en ti. Seguro. Pero Él quiere que nosotros nos fijemos en Él. Que se crucen nuestras miradas. Porque entonces es cuando nuestro corazón puede pacificarse, que creo que es el primer paso para la paz: que el corazón del hombre, de cada persona, se pacifique. No podemos ser instrumentos de paz si previamente no estamos pacificados. Y este camino de pacificación pasa por vivir tiempos consigo mismo, de escucha, receptivos en silencio. Una recepción de las cosas y de las personas que, vivido sin juicio alguno, te proporcionaran paz.

La paz es más que una tranquilidad que a veces solo sirve para aprovecharse de los demás. La paz es más que libertad, que se utiliza en ocasiones para robarse mutuamente. La paz es mas que un asueto para devorar los bienes de la tierra sin dejar los placeres. La paz es más que ausencia de violencia física. Para muchos la paz es otra forma de guerra.

Amar la paz, buscar la paz, ser instrumento de paz, es dejarse primero pacificar, y después estar dispuesto a sacrificar tu paz para ayudar a los otros a tener paz. Esta es la paz por la cual tiene que vivir y luchar todo cristiano. Es la paz del Resucitado, que vive y trabaja por la unidad de la persona, por la unidad y reconciliación con los otros. Camino sin final. Apasionante…

Te deseo que vivas con esta pasión que hará amanecer la luz del Señor en tu corazón.

Un abrazo querida Mª Luisa.

+ P. Abad