16 de diciembre de 2012

LA CARTA DEL ABAD

Carta a Conchita:

El próximo domingo de Adviento, el tercero, lo llamamos domingo gaudete, porque el canto de entrada de la Eucaristía empezaba antiguamente, cuando se cantaba en latín, con la palabra gaudete, que significa estad alegres. Es una invitación a la alegría. El motivo es que estamos ya próximos a la celebración del Nacimiento del Señor, y el creyente a lo largo del tiempo de Adviento ha ido escuchando la Palabra, la ha ido guardando en el corazón, empieza a moverse y a vivir bajo el impulso, la sabiduría, la luz de esta Palabra, cuya Encarnación celebramos en la Navidad. Es decir un «Dios-con-nosotros, un Dios-con-todos». Este Dios es un Dios que está en medio de nosotros, que se complace, que nos ama y que se alegra con nosotros, como en día de fiesta, renovándonos por dentro.

La liturgia de la Iglesia considera que esto es así, y por ello, con esta invitación a la alegría, nos sugiere como hacer un ensayo de Navidad, un pequeño adelanto de la fiesta gozosa del Nacimiento de Dios revestido de nuestra naturaleza.

¿Esto es así en la vida de los cristianos?

Tú me sugieres en una de tus cartas que estás viviendo esa alegría: «Estoy colaborando en mi parroquia en lo que puedo, pero lo mejor son los ratos que paso con las abuelitas. ¡Cuánto nos necesitan y qué agradecidas son por un poco de cariño!» Compartir el tiempo, o el dinero… ¡compartir los dones que recibimos en nuestra vida!

Y la alusión a este compartir está muy clara en el evangelio: «el que tenga dos túnicas que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo».

Tú estás compartiendo el tiempo, que no es poco en esta sociedad del tiempo sin tiempo. En esta sociedad en que el ritmo de la vida arrastra el tiempo. Nadie tiene tiempo. Todo lo domina el ritmo de la agenda. Es necesario detenerse, vivir el tiempo con un sentido. Dice el poeta Blake: «Se nos ha dado poco tiempo para soportar los rayos del amor».

Nuestro tiempo es breve, y se nos da para vivir el amor, para soportar los rayos del amor, la eternidad, pues el amor es lo que permanece. Y es el amor lo que atrae la eternidad al tiempo. Este tiempo de Adviento que nos prepara para la Navidad es un comienzo nuevo, una disposición para hacer que la eternidad y el tiempo se encuentren no solo en Cristo, sino en nosotros, en el hombre, en nuestra vida, en nuestro mundo.

Cuando ponemos en juego ese instrumento de la eternidad que es el amor, en un encuentro, en un compartir con quien sea, y lo que sea, lo que sea más necesario para el otro, está naciendo una nueva luz del Nacimiento.

Sacrifico mi tiempo, vivo mi tiempo para el otro, entonces, estoy en el camino de vivir para Cristo y en Cristo; estoy en el camino de dar un sentido profundo a mi vida.

Esto es cierto. Pero además este domingo «gaudete» añade nuevos matices de asumir en nuestro tiempo la eternidad, cuando habla de compartir ropa, y comida, de compartir, lo que tenemos, lo que sea, con el que no tiene, con el que necesita de mí. Aquí está prendido el verdadero mensaje de Navidad, lo demás son campanas ruidosas o platillos estridentes que no convocan a nadie. Sigue compartiendo un poco de cariño. Un abrazo,

+ P. Abad