8 de diciembre de 2012

INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN

Homilia predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Gen 3,9-15.20; Salm 97,1-4; Ef 1,3-6.11-12; Lc 1,26-38

«Huerto cerrado y Fuente sellada te denominó con antelación en el Cantar (Ct 4,12) el Esposo que de ti proviene. Huerto cerrado, porque sin haberte tocado la hoz de la corrupción, ni haber conocido la vendimia, con toda pureza germinaste para el género humano la flor de la raíz de Jesé, cultivada en ti solamente por el puro e incontaminado Espíritu. Fuente sellada, porque el rio de la vida, que de ti manó, inundó toda la tierra, pero en tu manantial no se vio ningún ramo de esposa». (Hesiquio de Jerusalén)

«Huerto cerrado y fuente sellada» son dos imágenes que encontramos en los Padres de la Iglesia. Dos imágenes que les sugiere la Palabra de la Sagrada Escritura. Detrás de dichas imágenes podemos encontrar la Palabra de Dios proclamada en esta solemnidad.

La imagen del «huerto cerrado» nos lleva a considerar el relato del Génesis.

El huerto, el jardín donde Dios pone al hombre, para vivir un diálogo de vida y de amor con su creatura. Pero esta melodía del diálogo que hace bien al hombre no va a funcionar: Adán va la suya y se esconde de Dios. Ya veis como esto de «ir a la suya» viene desde antiguo, y en consecuencia uno se esconde de Dios. A Eva le arrastra la curiosidad, y sigue el sendero de Adán. La consecuencia es que después están todos contra todos: Adán le pasa la responsabilidad a Eva; ésta la emprende con la serpiente.

Por último Dios los desahucia a todos. Y todos a buscarse la vida fuera del jardín. En este camino de buscarse la vida seguirán fieles en permanecer todos contra todos. Sucede que el hombre sin ese amigo para pasear por el jardín que es Dios, el hombre al no tener a Dios como punto de referencia, se pierde en enfrentamientos y violencia. Es la experiencia que desgraciadamente, estamos todavía viviendo.

Pero Dios vuelve a repetir la experiencia, en una experiencia más arriesgada. Vuelve a retomar la imagen del huerto, el jardín cerrado. Esta vez con la mujer, con una nueva Eva, como llaman los Santos Padres a Santa María.

«Eres jardín cerrado, hermana, y novia mía, eres jardín cerrado, fuente sellada. La fuente del jardín. Es pozo de agua viva que baja desde el Líbano» (Ct 4,12).

Y Santa María vivirá un diálogo permanente con Dios en el jardín interior de su corazón: «El Señor está contigo, eres bendita entre las mujeres». Verdaderamente María es bendita entre las mujeres. María verdaderamente es un «pozo de agua viva»; a ella llegan las aguas desde lo alto, desde la montaña del Líbano. A ella llegan las aguas vivas desde lo alto y lo profundo del Misterio Trinitario que nos sugiere la lectura de Efesios. Aguas vivas que descienden con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Aguas que no quedan estancadas en el huerto, sino que lo en principio es «fuente sellada» se convierte después en «el río de la vida, que de ella manó, e inundó toda la tierra».

Bendito sea Dios que nos permite conocer gracias a este rio de Vida que nace de su desposorio de amor con la criatura, vivido en María Inmaculada, que todos somos «elegidos en la persona de Cristo», que todos estamos «destinados a ser santos e irreprochables por el amor», que por la iniciativa amorosa de su amor nos ha destinado a ser sus hijos.

En María descubrimos lo importante de su respuesta a Dios: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». En María descubrimos lo importante que es vivir un diálogo de amor con el Amor, que nos permite descubrir que nos lleva por caminos de libertad y plenitud.

Por eso podemos decir con san Germán de Constantinopla: «Tú eres ciertamente la Madre de la Vida verdadera, tú, la renovación de Adán, tú la liberación de la deshonra de Eva. Esta fue madre del polvo, tú eres la madre de la luz. En el vientre de Eva se halla la disolución, en el tuyo la incorrupción… Ella como era de tierra, entró en la tierra; tú que, a favor nuestro, has dado a luz al que es la Vida, has tenido el poder de proporcionar la vida a todos los hombres, incluso después de la muerte».

También san Juan Damasceno abunda en esta alabanza a María: «¡Oh Virgen llena de la divina gracia, templo santo de Dios que el Príncipe de la paz, ha construido y habitado, embelleciéndolo no con oro o piedras materiales, sino con los resplandores del Espíritu y la piedra preciosísima que es Cristo, carbón de divinidad».

Que esta celebración nos lleve también a nosotros a alabar a nuestro Dios, siguiendo el ejemplo de María.