16 de septiembre de 2012

LA VOZ DE LOS PADRES


TEXTOS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
Domingo 24º del Tiempo Ordinario (Año B)

Del tratado sobre la providencia, de san Juan Crisóstomo, obispo
Cuando alabamos a nuestro común Maestro para todo tipo de motivos, ¿no lo hacemos sobre para darle gloria porque nos hemos asombrado ante la cruz, ante esta muerte cubierta de maldiciones? ¿No explica San Pablo su muerte como signo de amor por nosotros, su muerte por los hombres tal como son? Dice a los romanos: «Dios nos dio prueba de su amor, porque cuando éramos aún pecadores, Cristo murió por nosotros». Pablo mismo, ¿no se alegra de ello cuando salta de gozo, exulta y se alegra escribiendo a los gálatas: «Dios me libre, de gloriarme de nada, si no es de la cruz de nuestro Señor Jesucristo?» ¿Por qué maravillarse de que, por este motivo, Pablo exulte, salte de alegría, se entusiasme? Aquel que ha soportado estos sufrimientos llama al suplicio su «gloria». «Padre —dice— ha llegado la hora, glorificad tu Hijo». Y el mismo discípulo que ha escrito estas palabras decía también: «El Espíritu Santo no había venido todavía, porque Jesús no había sido aún glorificado». Llamaba gloria a la cruz. Por otro lado, cuando quiso mostrar el amor de Cristo, ¿de qué hablaba?, ¿de sus milagros?, ¿de sus maravillas?, ¿de ciertos prodigios?... ¿De ninguna manera. Juan menciona la cruz y dice: «Dios ama tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que quien cree en él no se pierda sino que tenga la vida eterna». Pablo dice aún: «Él, que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo ofreció por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?» Y cuando nos invita a la humildad, es de aquí que saca su exhortación, diciendo: «Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús. Se humilló haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz». Predicando otra vez sobre la caridad, el Apóstol vuelve sobre el mismo tema: «Amaos los unos a los otros, tal como Cristo os amó y se entregó por vosotros como oblación y víctima de olor agradable». Y ¿qué aconseja Pablo para llevar a cabo el buen entendimiento entre las mujeres y sus maridos? «Maridos, amad a vuestras esposas, como Cristo amó a la Iglesia y se ofreció a sí mismo por ella».

En fin, el Señor mismo, mostrando cómo la cruz era su preocupación principal, como amaba su Pasión, respondió al primero de los Apóstoles, el fundamento de la Iglesia, el primero de los discípulos, que le había dicho «Dios nos guarde, Señor! No os pasará tal cosa: Vete de mí, Satanás! Me eres un obstáculo!» Con la dureza de la reprimenda, mostraba el gran valor que concedía él mismo a la cruz.