30 de septiembre de 2012

LA CARTA DEL ABAD


Querida Carmen:

Me dices en una pequeña carta tuya: «Compartir el silencio de la noche y vivir al abrigo del amor de un corazón de niño, es lo más hermoso que nos puede regalar la vida, sin olvidar que ellos son, en todo, sugerencias y regalos de Dios».

Pues esta experiencia, Carmen está muy lejos de ser vivida por nuestra sociedad, e incluso por muchos padres. La infancia no es, precisamente, valorada en estos tiempos, una infancia que más bien es víctima. ¡Cuántos padres no llegan a disfrutar de sus hijos!

Las cifras a nivel mundial estremecen: en el mundo hay 400 millones de niños en condiciones de esclavitud. Ocho millones mueren de enfermedades que se pueden curar y prevenir fácilmente. Trescientos mil niños trabajando en condiciones de esclavitud para multinacionales. Una cantidad semejante nutren las filas de ejércitos como niños-soldado. Padres que venden a sus hijos por un puñado de dólares… Todo este panorama en tierras donde lo primordial es subsistir. Infancia en la que se ha quebrado la canción de la vida, como sugiere el poeta:

«Nacieron para cantar una canción. Pero el verso que la sostenía se borró tras un hálito de sangre. Y ahora viven fusil en mano. El cuerpo, aún naciente, arado por la guerra, vida prestada que no ensaya el amor y un abismo de muerte al acecho». (María Novo)

Nacen para cantar una canción. La canción de la vida. Traen la esperanza de una vida nueva al mundo. Por ello se han escrito páginas de gran belleza sobre la infancia:

«Para mí, no hay nada más bello en el mundo
Que un diablillo de crío que charla con Dios al fondo del jardín...
No conozco nada más hermoso en el mundo, dice Dios,
que un nene mofletudo, atrevido como un pajarillo,
que dice veinte veces “buenos días” veinte veces “buenas noches”.
Nunca tiene bastante… La vigésima es como la primera. El cuenta como yo
Así cuento yo las horas».

¿Y qué nos dice Dios hoy? Estas palabras: El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar… Ya no dice que el que pone en el camino de la muerte a la infancia, sino el que escandaliza. Una sociedad que les recorta la vida se recorta también su futuro. «Intentad vosotros los hombres decir tan solo una vez una sola palabra de niño. No podéis. Es una agua demasiado pura que huye de vuestra sucia memoria».

El amor del corazón de un niño es lo más hermoso que nos puede regalar la vida. Un precioso regalo de Dios. Pero esta sociedad valora solamente lo que produce. Nuestra sociedad necesita conversión. Un abrazo,

+ P. Abad