1 de mayo de 2011

LA CARTA DEL ABAD

Querido Miguel,

Cuando estoy para comenzar a vivir una nueva Pascua de Resurrección, y cuando ya entrada la nueva primavera que nos va ofreciendo la fiesta de nuevos colores, de nuevos olores, que hablan de vida, que sugieren la Vida, vuelvo a releer tu última carta de otoño. En ella me hablabas de la Belleza y de la Palabra. Te sentías atraído por la relación íntima que creías descubrir entre ambas, y por la teofanía, mediante esas voces, de una realidad viva apasionante. ¿Recuerdas? «Creo que la belleza está en todo, y desde el principio; que está al lado de la Palabra… o ¿será que la Belleza es la misma Palabra? Seguro, no puede haber otra definición: la Belleza es la Palabra que nombra todas las cosas, a todos los hombres, que nos habla del Padre, porque es su Palabra, porque es su amor, la calidez de su amor lo que nos hace temblar, palpitar de emoción ante la Belleza».

No puede haber otra definición. Estoy de acuerdo. Pero sí puede tener otro nombre: Cristo. Cristo: «El canto eres sin fin y sin confines; eres, Señor, la soledad sonora, y del concierto que los seres liga la epifanía. Cantan las esferas por tu cuerpo, que es arpa universal» (Nube-música, I,15).

Cristo, la Palabra que canta. Canto de Belleza, como lo contempla Unamuno en su Cristo de Velazquez, que lleva a los teólogos a sumergirse en este mar de Belleza: «En Cristo tiene lugar una epifanía de la Belleza supramoral: la belleza del inocente que sufre; la belleza del pobre que ama; la belleza del hombre libre que es señor y soberano de todo; la belleza del humilde que ora; la belleza del que se vive y se recibe todo como don de Dios, y por ello, en la obediencia, confianza y libertas absoluta, reflejo de Dios» (Cuatro poetas desde la otra ladera, O.Gonzalez de Cardenal).

Pero la belleza tiene también un precio. Esta belleza que ensalzamos en Cristo, Palabra de Dios, es también, la expresión del Amor. Es epifanía del amor supremo. Y un amor supremo lleva consigo dar vida, dar la vida. Para volverla a recobrar. Ciertamente. Pero enlazando con otra palabra: Cruz.

Escribía un santo obispo, en el siglo pasado: «A mayor belleza, mayor amor. Esta es la ley. Y la plenitud de su belleza Jesús la manifiesta en el Calvario. Por eso el Calvario es el gran estímulo del amor entre los cristianos: clavado en la cruz es donde Jesús ha recibido de los hombres los abrazos más afectuosos» (Torras i Bages, obispo de Vic).

Necesitamos la Belleza. Esta Belleza que pasó y que sigue pasando para vestirlo todo de hermosura. Pero sigo creyendo que no podemos llegar a gozar de la Belleza profunda y verdadera sino cuando enlazo las tres palabras: Belleza, Palabra y Cruz. Porque ese Cristo que sigue hoy crucificado, cruelmente crucificado en nuestra sociedad necesita nuestro más afectuoso abrazo.

También para ti mi más afectuoso abrazo,

+ P. Abad