3 de mayo de 2011

SOLEMNIDAD TRASLADADA DE SAN JORGE, MÁRTIR

Homilía predicada por el P. José Alegre, abad de Poblet
Apoc 12,10-12; Salm 33,2-9; 1Jn 5,1-5; Jn 15,1-8

«¡Como os envidio, glorioso luchador san Jorge! Porque vos sabíais muy bien quien era y donde estaba el dragón, y quien y donde estaba la doncella. Y yo con los ojos llenos de telarañas, confundo el dragón con las lagartijas, y la doncella con las mangas de las doncellas… Interceded por mí, luchador atrevido. Amén.» (Oración de Guillermo Rovirosa). Luchador atrevido lo contempla e invoca, a san Jorge, este cristiano comprometido que fue Rovirosa.

Celebrar san Jorge yo creo que es ponernos o reafirmarnos en un camino de compromiso creyente, como lo hizo este testigo de la fe que fue Guillermo Rovirosa en el mundo del trabajo. Es también lo que viene a encerrar el nombre de "Jorge", en el que se consideran dos puntos interesantes: «Agricultor, el que cultivar la tierra, la tierra de su propia naturaleza, su propia carne. Y significa también luchador sagrado».

Los dos puntos están en línea con la orientación que nos proporciona la Palabra en la celebración de hoy. Primero la necesidad de cuidar de nuestra tierra. ¿Qué clase de tierra somos nosotros? Estamos en tierra buena, pues Cristo es la vid, cuidada, cultivada por el buen labrador que es el Padre. Este Padre que preparó una tierra buena, que la ha cuidado y la sigue cuidando. A nosotros nos toca estar bien unidos, bien incorporados a la vid que es el Cristo. A dejarnos cuidar por su Palabra, a dejarnos podar por el Padre, el buen labrador.

San Agustín dice que «la misma naturaleza tienen la vid y los sarmientos; y siendo Él, Dios, cuya naturaleza no podemos tener nosotros, se hizo hombre para que en Él vid fuese la naturaleza humana, de la cual pudiéramos ser nosotros los sarmientos».

O como enseñan, sobre todo los Padres de Oriente: «Él se hizo hombre, para que nosotros pudiéramos ser divinizados». O el se hizo, en principio sarmiento, para que nosotros, pobres sarmientos, pudiéramos ser también vid fecunda, trabajada por la mano del Padre Labrador.

El, el Padre, dirá san Agustín es el agricultor. «Y no un agricultor como aquellos que llevan a cabo su trabajo exteriormente, sino que dan un incremento interno». Pero este Labrador actúa, o trabaja mediante su Palabra; ésta es la que va purificando y modelando nuestro corazón para que pueda dar el fruto que el Padre espera de nosotros.

Por ello, lo nuestro será ser muy asiduos de la Palabra, estar vigilantes, despiertos, sobre nuestra tierra. Así mostramos nuestra estima, nuestro amor al Padre, en esta escucha de los mandatos de Cristo, en una sintonía y unión estrecha con Él. En tener una fe viva. La fe que es un don divino, pero también unido a una respuesta por parte nuestra. Una respuesta que está llamada a vencer muchas resistencias en la propia vida personal.

«La fe es la victoria que ya ha vencido al mundo». Es la victoria que contemplamos y celebramos en santos como san Jorge. Y este sería el otro punto importante del nombre de "Jorge", "luchador sagrado". Sería el quien plantea su vida como un combate para decidirse por Cristo, por que venza Cristo en la propia vida. Ser testigos de esta forma de Cristo. La Palabra Sagrada nos recuerda que quien confiese a Cristo, éste le confesará delante del Padre. Esta la tensión de una lucha que preciso plantear en toda vida cristiana, y que, en definitiva es la opción entre el bien y el mal.

San Jorge es un "luchador sagrado", un luchador, que más allá de todo lo legendario de su figura y su vida es el santo que nos habla y nos invita a apostar por el bien. A apostar por Cristo. El camino del bien nos lo marco Cristo, su vida, su persona, sus enseñanzas. Es también la enseñanza principal de nuestra Regla.

«Ahora es la hora de la victoria, de nuestro Dios, de su poder, de su reino, y su Mesías ya gobierna». Es la victoria que contemplamos y celebramos ya desde los primeros años de la vida de la Iglesia… En ella se manifiesta el poder, la fuerza y la sabiduría de Dios.

Por ello la fe de estos santos es todo un signo para nosotros, y una llamada a la continuación del combate de la fe.